Capítulo 4: Rosas rojas.

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Respiración pesada.
Manos sudorosas.
Un corazón latiendo sin control.

Así describiría el mal estado en el que me encontraba justo ahora.

El reloj marcaba las 04:40 PM cuando salí de mi residencia, para llegar temprano a casa de Camila. Una ventaja de que ella fuese popular, era que todos sabían exactamente en donde habitaba la chica de mis sueños, y fue demasiado fácil preguntar, para saber su domicilio.

Tomando en cuenta que mi "cita" vivía a tan sólo unas calles, decidí caminar con mi acostumbrado paso lento, manteniendo siempre mis manos metidas dentro de mi gran abrigo; traía puesta exactamente la misma ropa que había llevado esta mañana, considerándola un posible símbolo de buena suerte. El único detalle de había adherido era el bolso que llevaba colgado de mi cuerpo, en donde había puesto un cuaderno, mi libro de Historia, y un par de bolígrafos y lápices.

04:55. Siento los nervios a flor de piel. Estoy frente a la puerta de su linda casa de fachada blanca, grandes ventanales, y dos pisos.

04:57. Me invade el miedo, y mi primer instinto es correr.

04:58. Sí, quiero correr.

Pero justo en ese momento, la puerta se abre.

¡Rayos!

—¡Hola, Lauren! —Saludó Camila con cortesía y mirándome con un poco de gracia, tal como si estuviera enterada de mis vergonzosos pensamientos de escape.
—Eres puntual, sabía que no me decepcionarías. —Sonrió de forma amistosa, recargando su espalda contra la puerta.

—Ho...hola. —Saludé tímidamente agitando un par de  veces la palma de mi mano. —Yo... vine a... a... —Señalé mi bolso, al ser incapaz de articular las palabras claramente.
No tenía problema alguno con mi lenguaje, sin embargo, el hecho de tener a Camila tan cerca, era demasiado para mí.

—Sé a que has venido, Laur. Yo te invité, ¿lo olvidas? —Ella soltó una risa divertida, y tan encantadora, que me estremecí. Tenía la risa de un ángel.

—Lo sé, lo...siento. —Bajé la cabeza avergonzada por mi evidente torpeza, y jugué nerviosamente con los dedos de mis manos.

Repentinamente, sentí las manos de Camila sobre las mías, en un intento por transmitirme calma.

—Tranquila... —Murmuró en un susurro, haciendo que me perdiera en su suave tacto y palabras.

Cerré mis ojos dejándome envolver por su milagrosa calma, y mi cuerpo se fue relajando.

El delicado contacto de sus manos me estaba quemando por dentro. Seguía sin entender porque ella tenía aquel lindo comportamiento conmigo, pero me gustaba.

—Entremos, ¿sí? —Indicó la castaña, soltando mis manos, y parándose al lado mío, otorgándome así, el espacio para entrar por la puerta.

Su casa era inmensa. Contaba con un hermoso jardín, una majestuosa piscina, y unos rosales rojos que inmediatamente me hipnotizaron por su belleza.

—¿Te gustan las Rosas, Laur? —Su aterciopelada voz interrumpió mis pensamientos.

—¡Mucho! ¡Son hermosas! —Afirmé con evidente alegría, casi pasando por alto que el tartamudeo no se hizo presente.

Ví a Camila asentir, y esbozar una tierna sonrisa.

[...]

Luego de cruzar el salón principal, ahora me encontraba en la linda habitación de Camila Cabello.

Jamás me había imaginado como sería, pero la pieza era tan bella y femenina, como su dueña misma. Las paredes estaban pintadas por un agradable color rosa pastel, decoradas por un par de pósters de Demi Lovato y Ed Sheeran; en su mesa de noche reposaban tres portarretratos, con lo que parecían ser, fotografías de su familia.

—M...me gusta tu habitación. Es linda, y ordenada... —Murmuré con simple honestidad, aún admirando la pieza perfectamente limpia, y percatándome de todos los detalles que podía encontrar.

—¡Gracias! —Respondió Camila, soltando una pequeña risita que no fui capaz de comprender.

Ella pareció ver mi rostro de confusión, y tranquilamente, tomó asiento en el borde de la cama, señalándome con su mano que me sentara al lado de ella. Lo cual hice, sin dudarlo.

—Soy una total desordenada, ojitos. Mis padres pagan por la limpieza. —Confesó totalmente serena y despreocupada.

—Ellos... —Señalé los portarretratos que había observado con anterioridad.
—¿Son tus padres?

La hermosa chica giró su cabeza para mirar las fotografías, y movió la cabeza afirmativamente.

—Tengo a mis padres, y a mi hermana Sofi. Ellos tres, son todo para mí. —Dejó escapar un suspiro, y su rostro no me dejó ver más que el amor infinito que sentía por su familia.

Sonreí tierna, intentando que ella no lo notara.

Para mí, Camila Cabello era la chica más hermosa que existía, pero no tenía el placer de conocer un poco de su interior. Ahora, parecía que comenzaba a tener esa valiosa oportunidad. Quería preguntarle muchas cosas más, pero no quería incomodarla. Después de todo, no se me olvidaba que teníamos un trabajo por realizar.

—Y entonces... ¿Sobre el...el trabajo...? —Rompí el silencio, sacando de mi bolso mi libro de Historia, y captando la atención de mi bella chica.

—¡Ah, sí! El trabajo del cual no tienes idea, Jauregui. —Dijo en un tono bromista, que provocó que me sonrojara.
—El profesor Dellisolla ahora sí se puso exigente, pero, voy a explicarle, señorita. ¡Hoy, seré la Profesora Camila Cabello!

Reí a carcajadas, sin poderlo siquiera evitar. Camila tenía una personalidad tan divertida, que la convertían aún más en la chica de mis sueños. Y no me cabía duda alguna de que el tiempo que pasaría junto a ella, haciendo  un interesante trabajo de Historia, sería el mejor tiempo de  mi existencia.

Esa tarde, no sólo descubrí una parte graciosa de Camila que no conocía, sino que también me había dado cuenta de todo su potencial intelectual, situación que me maravilló. Con paciencia, me explicó todo lo referente al trabajo, y pasamos el resto del día comiendo un par de botanas.

Desgraciadamente, cuando el cielo oscureció, sabía que era la hora de marcharme.

Camila amablemente me acompañó hasta la puerta, y ahí me despedí, intentando disimular mi tristeza.

—Nos vemos mañana, ¿s...sí?

—Por supuesto, Laur. Nos vemos en el colegio. —Sonrió tan dulce, como siempre.

Inhalé profundo, odiaba que el tiempo transcurriera tan rápido, pero tenía que resignarme.

—A...adiós. —Me despedí con el suave agitar de mi mano derecha, y eché a andar por el camino de regreso a mi casa.

Sabría que al llegar, mis padres no estarían presentes, y que recurriría a la lectura para refugiarme, mientras esperaba el momento de quedarme dormida.

—¡Laureeeen! —Una voz interrumpió mis pensamientos, y me giré inmediatamente al reconocerla.

Camila había salido de su casa, y corría hacía a mí.

¿Ya estoy soñando?

—Lauren. —Insistió la chica con la voz agitada, calmando su respiración apenas estuvo frente a mí.
—Olvidaste algo.

Antes de que yo pudiera preguntar, ella sacó una hermosa rosa roja que tenía escondida detrás, y me la entregó.

—Para ti. —Murmuró simplemente, dejándome incapaz de reaccionar.
—Hasta mañana, Laur. —Se acercó a dejar un breve beso sobre mi mejilla, y se marchó.

Me tomó tanta fuerza no desmayarme.

El beso, la Rosa... Camila.

¡Mis tres cosas favoritas, en el mundo!

Sonreí ampliamente.

Después de todo, terminaría por ser una maravillosa noche.

LA NERD (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora