Prologo.

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La lluvia caía con la furia de un huracán, el galope de los caballos se escuchaba acompañado del chapoteo del barro, las tropas de caballería avanzaban fuertemente por el campo húmedo, arremetiendo con fuerza contra las hordas oscuras, dando lugar a un frenesí de sangra y violencia en ambos lados.

El rechinar de un caballo sin jinete destaco entre la colérica ola de gritos que había en el lugar, casi mudos ante el sonido del metal. Aquel jinete se encontraba al borde del limbo, una flecha que atravesaba su armadura y su pecho empezaba a drenar su vida cada segundo.

—¡No podemos dejarlo aquí!

Un grito femenino, dirigido hacia uno de sus compañeros de armadura, el cual luchaba espada a espada contra un oponente no humano, un ser de negras escamas que intentaba arrebatar su vida.

—Yo te cubro, llévalo en el caballo lo más rápido que puedas.

Dijo en respuesta, mientras finalizaba de un corte la lucha que libraba, aquella joven de pelo blanco, carente de casco tras la larga batalla que llevaba efectuada durante horas, se montó en el asustado caballo junto a su amigo herido.

—Te sacare de aquí Vasir, te lo juro.

Sus palabras llegaron a oídos sordos, mientras aquel caballo pasaba entre las líneas cruzadas de soldados en batalla, en aquel paisaje muerto entre montañas grises y cielos negros, mientras la furia de los dioses del cielo se sentía en fuertes y luminosos estruendos acompañados por una lluvia que permitía que la sangre corriera como si ríos de la misma se tratase.

En galope del caballo resonaba junto al bravío de los cañones y al estallido de la magia. La chica miraba fijamente el frente, con desesperación en su mirada y con el tiempo bajando en su mente, cada segundo era uno menos para salvar a su amigo.

Un fuerte estallido causó conmoción entre las tropas de ambos bandos, una enorme explosión, tan grande que paralizo las decenas de miles de tropas. El caballo se estremeció, tumbando de su montura a aquella chica y su amigo.

—¡Espera! ¡No!

Gritaba ella mientras caía al suelo, el caballo escapaba de sus riendas mientras la chica se distraía mirando el producto de aquella explosión. Todos los soldados miraban con asombro una batalla que estaba fuera de su nivel.

—Hiro...

Susurro para sí misma la chica de pelo plateado, con lágrimas en los ojos observo a su comándate. Estaba agotado, con su armadura dorada agrietada y ensuciada, su casco, que cubría su cara con una decorada visera, mostraba en una enorme abertura los ojos serios de aquel guerrero, que sujetaba con firmeza una espada delgada de doble filo con una hoja tan roja como el fuego del infierno, su sangre brotaba por las uniones de la armadura mientras se encontraba encarando a un oponente carente de gran parte de su brazo izquierdo, goteando una sangre verde.

Aquel ser, el líder de las hordas oscuras, un demonio de escamas tan negras como la noche, con un cuerpo delgado pero fornido, con una altura de dos metros, cuernos grises que apuntaban de forma curvada y burlona al cielo, dos enormes alas oscuras que le permitían alejarse de aquel suelo humano que consideraba repúgnate y profundos ojos de un carmesí similar a la sangre humana.

Se encontraba molesto, que un simple humano haya llegado a hacerle frente de tal forma no era más que una humillación que se pagaba con la muerte. Ambos se veían con furia, rodearos por un espacio estéril y separado de todo su ejército, nadie se atrevía a atacarlos ya que la diferencia entre ellos y todos los demás soldados que había en aquel lugar, era que cualquiera de ellos dos podía acabar con ambos ejércitos por si mismos sin ningún esfuerzo.

Los soldados de ambos bandos veían con pavor como ambos estaban estáticos, lo que pasaría en ese momento decidiría el rumbo de la batalla, de aquellas que están por venir y de aquellas que puedan surgir.

El comándate tomo posición para atacar, inclinando su espada hacia atrás, mientras que aquel ser de incalculable fuerza levantaba su brazo derecho, cargando una espera morada la cual atraía energía oscura hacia ella, aumentando su tamaño y poder. Un círculo mágico de color verde, lleno de símbolos antiguos, apareció debajo del comándate, su mirada estaba lista para enfrentar a la misma muerte de ser necesario.

Aquella esfera alcanzo el tamaño de la palma de aquel ser, aquel círculo mágico empezó a emanar su fuerza, rodeando al comandante. El grito de furia de ambos guerreros se escuchó, mientras el choque de aquella energía arrasaba con aquel lugar, causando un destello cegador, determinado el destino de todos.

La leyenda de Vasir.Where stories live. Discover now