— ¿Demonios?
Pregunto Boia algo confundido, aquel joven, pero necio vidente, carente de un diente y cubierto del color del cielo, abrió una pequeña puerta debajo de la mesa.
—Hay que escondernos, solo atacan sin ven humanos.
Dijo el joven, corriendo un poco la mesa para que el viejo pudiera pasar, sin embargo, Boia aun veía por la ventana, con aquel brazo cubierto en su espalda, veía como una pequeña niña se encontraba jugando en medio de la calle la cual estaba completamente desolada.
—Boia, hay que bajar, rápido...
A las afueras, el grito de una mujer se escuchó, feroces seres, con formas de bestias escamosas, algunos en dos o cuatro patas, otros con las alas desplegadas, empezaron a entrar al pueblo, el grito de aquella mujer no era más que de la madre de la niña, la cual se encontraba lejos, la infante era muy pequeña para entender la situación, veía como una bestia corría en sus cuatro patas, con una expresión de sadismo humano en su cara y los dientes de un monstruo con la lengua escurriendo baba por fuera, se acercaba a la niña.
—Se lo que piensas, pero no puedes hacer nada...
Dijo el anciano, pero Boia tenía oídos sordos, la sangre y el espíritu de un templario seguían en él, la criatura se frenaba para ingerir a la niña de un solo bocado, mientras unos diablillos se acercaban volando a la madre, mirándola como un objeto de futura satisfacción.
La sangre de Boia empezó a arder, ya su cuerpo no podía seguir observando, un fuerte sonido aturdió la calle, un cristal rompiéndose mostraba la salida de Boia de aquella casa, corriendo a toda velocidad mientras sacaba aquel brazo de su funda, sabía que no podía golpear con las manos desnudas a aquella bestia, así que sujetando la mano de aquel brazo y poniendo su palma en el lado opuesto del codo, lo uso para golpear la cabeza de aquella criatura, instantáneamente giro el brazo, dejando de frente la mano y dando un golpe a la criatura en su ojo, esta dio un fuerte gruñido de dolor y se hizo para atrás, mientras todos los demonios miraban con asombro a Boia, no por su acto, sino por su particular objeto.
Boia sostuvo el brazo como si de un mazo se tratara, sujetándolo por la mano, aquellos seres podrían fácilmente destrozar a Boia sin problema, pero viendo aquello que él tenía, rápidamente empezaron una retirada estratégica.
Rápidamente Boia guardo el brazo en su funda, debido a que el sonido de las pesuñas de los caballos lo había abrumado, eran fuertes e intensas, mostrando que se trataba de un gran escuadrón, aunque él no lo sabía, su sentido común le decía que había que tener cuidado.
El viejo junto al vidente salió por la puerta de la casa.
— ¿Cómo es que no te desmembraron?
Pregunto el vidente, sin embargo, la cara de Boia estaba mirando hacia el frente con seriedad, no era de más, una fuerte unidad de templarios, portadores de aquella armadura plateada distintiva, se encontraba acercándose en sus caballos a paso lento, liderados por una armadura femenina, con decorados de oro en los hombros y en el casco, destacando una cola de caballo de color blanco en su casco.
Aquella mujer se bajó y se quitó su casco lentamente, mostrando una melena de color blanco, una piel suave y clara, con un hermoso rostro, sus ojos se encontraban cerrados sin embargo ella no perdió tiempo explicando.
—Veo que aún no llegan, es necesario que abandonen... —La chica se interrumpió a sí misma, al abrir sus ojos, aquella silueta distintiva en aquel rostro la hizo enmudecer y paralizarse—V-Vasir...
Dijo mirando a aquel chico, el cual rápidamente cambio su rostro de serio a intrigando, ¿Sera solo un capricho del destino o una pista a descubrir quién era realmente? Esa duda lo invadía fuertemente. Pero ella estaba en negación, era imposible que estuviera con vida, lo había visto morir, había visto tantas cosas aquella noche que podía ser solo una jugada de su mente.
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La leyenda de Vasir.
Fantasy¿Un cadáver andante puede considerarse un ser vivo? Para Vasir, aunque no recuerde ni su nombre, esto no tiene razón, por ello busca la vida nuevamente, sin embargo una noticia alarmante apuro su búsqueda y lo saco de sus pacíficos días de cadáver l...