-Llevamos dos condenadas horas caminando de aquí para allá. No hay rastro de la reina, y no solo eso, ¡no hay rastro de vida por ningún lado! -grité estirando los brazos-. ¡Estoy seguro de que esto es una de sus tonterías y que éste es un basurero raro normal y corriente y no hay ningún maldito condena...!
Dejé de hablar y paré en seco al oír un gruñido cerca de nosotros. Sentí pasar un temblor de la cabeza a los pies y, asustado, me agarré de la primera cosa o persona que encontré, que resultó ser la liebre.
-¡No invadas mi espacio personal, mocoso pendejo! -me intentó separar-. ¡Ponte a unos diez metros de distancia de mí!
Se volvió a oír un gruñido y esta vez todos parecieron escucharlo. Permanecimos quietos y en silencio hasta que oímos un ruido a nuestra espalda, muerto de miedo, giré la cabeza y lo que encontré me dejó a cuadros. Allí, lamiéndose una pata, se encontraba un pequeño gatito.
-Aw -dije con ternura.
Cambié mi cara de ternura a una de extrañeza al ver cómo el pequeño gato empezaba a retorcerse y, de un momento a otro, empezó a aumentar de tamaño y su garras y dientes empezaron a crecer. Unos segundos después, lo que era un pequeño gatito se había convertido en una bestia, que nos miraba con apetito. Cuando la bestia lanzó un rugido, todos reaccionamos y empezamos a correr. La última vez que había corrido tan rápido había sido... cuando era un espermatozoide y me dirigía al óvulo de mi madre, creo.
-¡NOS VA A COMER, NOS VA A COMER! ¡Y AÚN NO HE PODIDO VER LA NUEVA TEMPORADA DE GAME OF THRONES! -grité a pleno pulmón.
Dirigí mi mirada brevemente a mi izquierda y vi que al enanito le costaba seguir nuestro ritmo con su pequeñas piernitas, así que rápidamente lo cogí y lo puse en mi hombro.
-¡SI LA COSA ESA NO NOS COME ME ENCARGARÉ DE MATARTE YO MISMO JODIDO MOCOSO! -protestó pataleando.
Corrimos de un lado al otro, giramos aquí y allá, fuimos por la izquierda, después por la derecha y así sucesivamente hasta que logramos despistar a la bestia. Exhaustos, nos sentamos con un suspiro en el suelo.
-Entonces... -revolví mi pelo nerviosamente-. ¿Hay más cosas como esas?
Todos asintieron.
-¿Cosas peores que esa bestia?
Volvieron a asintir.
-¿Cosas capaces de comernos vivos?
El enanito le dio un golpe al suelo con su puño.
-¡Deja de hacer preguntas innecesarias y estúpidas, niño! ¡Te recuerdo que estamos aquí por tu culpa, si no hubieras venido a nuestro mundo, ahora mismo estaríamos tomándonos una estúpida taza de té!
-¡Oh, claro, tenía taaaantas ganas de venir a este maldito mundo de locos! -ironicé con el ceño fruncido-. ¡Además, te recuerdo yo a ti que si no fuera por mi madre, ahora mismo no estarías "tomándote una estúpida taza de té", estarías limpiando las ventanas del castillo de la reina!
Robertín se intentó levantar con intención de llegar hasta mí, pero Juan lo agarró de la camiseta y lo volvió a sentar.
-Cálmense, no es momento de pelear -se quitó su sombrero, le sacudió el polvo y se lo volvió a colocar-, tenemos que estar unidos si queremos salir ilesos, o vivos, de esta.
Bufé, aún con el ceño fruncido y apoyé mi espalda contra un montón de basura. Miré pensativamente el suelo hasta que una cosa logró captar mi atención, la cogí del suelo y la analicé, era un trozo de tela con una estrella bordada en ella. Me encogí de hombros y lo volví a tirar al suelo. Tan rápido como el trozo de tela aterrizó, el conejo negro lo cogió.
-¡Esto es del vestido de la reina! -exclamó.
Todos se acercaron a ver el trocito de tela, yo simplemente me crucé de brazos y seguí mirando hacia el suelo, esperando encontrar algo más que perteneciera a la reina.
-¿¡Pero se puede saber qué haces!? -gritó el sombrerero loco.
Elevé la mirada y vi a el enanito sonándose la nariz con el cachito de vestido.
-¡A mí no me grites, estúpido con fetichismo hacia los sombreros! -Robertín tiró la tela al suelo y la pisó fuertemente con el pie-. Tenía ganas de sonarme, así que cogí el maldito trozo de vestido y me soné con él. ¡¿Acaso preferías que me sonara en tu camisa, o qué?!
Juan apretó tanto los puños que sus nudillos se volvieron blancos, nunca lo había visto tan enfadado.
-¡Te voy a decir una cosa, pequeña rata! ¡No es nuestro jodido problema que la reina te usara de pelota de croquet y ahora le odies a muerte! ¡¿Entiendes?! ¡No es nuestro jodido problema! ¡Así que déjate ya de tonterías y deja de hacerte el pequeñajo rudo!
Por primera vez en mi corta vida, vi como el rostro de Robertín no mostraba enfado. Mostraba estupefacción. El enanito apretó tan fuerte los labios que estos empezaron a temblar, dio un paso hacia atrás, después dos, y finalmente se dio la vuelta y comenzó a correr.
-¡No, Robertín! ¡No quería decir eso! ¡Lo sabes! -Juan intentó perseguirle, pero tropezó con un reloj de cuco y se cayó de bruces contra el suelo-. No quería decir eso... -susurró, sin levantarse aún del suelo.
Ahora mismo debería estar buscando palomitas entre la basura para poder ver a gusto el espectáculo, sin embargo, por una razón inexplicable, no encontraba divertida la situación. Con un profundo suspiro, me levanté de donde estaba sentado, me dirigí hacia Juan y le ayudé a levantarse.
-La reina puede esperar, tenemos que encontrar al enanito -dije empezando a caminar por la dirección por la que se había ido Robertín corriendo.
-Realmente eres un mocoso estúpido, necesitas a la reina para poder volver a tu casa con la mocosa de tu madre y a pesar de eso prefieres buscar primero al enano gruñón -la liebre se posicionó a mi lado con una leve sonrisa. Espera... ¡¿Con una sonrisa?!
-Admite que en el poco tiempo que llevas aquí, le has cogido cariño a "este mundo de locos" y a "los locos" que habitan en él.
El conejo río levemente y se colocó a la par de la liebre.
-Tu también eres un pendejo, Juan -el sombrerero sonrió, se quitó nuevamente su sombrero y lo puso en mi cabeza-. Encontremos a Robertín. Y después, encontremos a la reina. Y hagamos pagar lo que le hizo a Robertín... -Juan dejó de sonreír.
Mamá, ¿por qué mi estadía en el País de las Pendejadas no pudo ser tan tranquila como la tuya?
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Juan en el País de las Pendejadas.
Humor¿Se acuerdan de la historia de una niña llamada Laura que iba a un País lleno de pendejos llamado el País de las Pendejadas? Pues bien, esta vez es su hijo Juan el que va a este país de locos. Esta es la segunda parte de "Laura en el País de las Pe...