¿Que esperaba que no hubieran demasiados monstruos en la zona? JAJAJAJAJAJAJA, COMO SI YO HUBIERA TENIDO SUERTE ALGUNA VEZ. Bueno, pues eso, que voy a morir.
—LA PUTA MADRE, VÁYANSE TODOS A LA MISMÍSIMA VERGA, ¿ME OYEN, MONSTRUOS DE PACOTILLA? SUS MAMÁS NI LES QUIEREN, PUEDEN COMERME SI QUIEREN, PERO IGUAL TODAVÍA ESTARÁN SOLOS POR FEOS —grité a pleno pulmón.
En serio, ¿en qué momento aprendí a correr tan jodidamente rápido? Ah, sí, desde que me puse a hacer el pendejito con una vara y una sartén y atraje a unos 7 monstruos. Y esto, señoras y señores, es lo que pasa cuando ves demasiada televisión e intentas hacerte el héroe, pensando que puedes salvar a un mundo entero tú solito. Bravo para mí, me aplaudiría a mí mismo (si no hubieran siete monstruos con ganas de hacer humano al horno conmigo, claro). Me empezaba a faltar el oxígeno, si no paraba de correr me moriría ahí mismo y le facilitaría el trabajo a los malnacidos que querían comerme, y yo no quería eso. Bien, mi plan era dejarme capturar por una de esas bestias y rezar para que la misma me llevara a donde había llevado la bestia verde a los demás, pero en mi plan no entraba que me persiguieron siete de esas cosas. Solamente tengo que distraer a una sola de ellas y dejar que me capture. Y cuando me capture, buscaré una hoja y un lápiz para escribir mi testamento, porque con la gran suerte que tengo me meterán con una manzana en la boca en un horno a 200 grados y me servirán como cena de navidad en la reunión navideña de los monstruos del gran basurero de ese mundo de locos. Bueno, momento de elegir a la bestia. Giré la cabeza levemente mientras corría y los observé. El primero era una especie de lagarto morado mutante, ese quedaba descartado. El segundo era un pez con piernas, sí, con piernas, ese también quedaba descartado. El tercero era un enanito gigante con ojos rojos que echaba espuma por la boca. El cuarto er-... espera. ¿ENANITO GIGANTE CON OJOS ROJOS QUE ECHA ESPUMA POR LA BOCA? Enanito gigante, irónico. Vale, creo que elijo al enanito, aunque si tiene el carácter de Robertín el lagarto morado sería mejor opción. Bien, bien, bien, ¿cómo llamar la atención de un enanito gigante que expulsa espuma?
—Ya sé.
Paré bruscamente de correr y los bichos raros mutantes pararon también, extrañados.
—¡Tú, enano! —señalé al enanito y él frunció el ceño— ¿Qué crees, que me intimidas por tu tamaño? Pff, ¡solamente mírate amigo, llevas un disfraz de estrella, eres el hazmerreír de todos los mutantes!
El pez con patas señaló al enanito mientras reía, él le miró gruñendo y rápidamente dejó de reír.
—Eres tan feo, que cuando naciste tu mamá te dio la espalda en vez del pecho.
El lagarto empezó a reír y el enano apretó los puños.
—Eres tan pero tan feo que haces llorar a las cebollas.
¿Que ver memes no te podría salvar la vida? Mentira.
—Eres tan tan tan feo que cuando naciste el médico no sabía si cortar tu cordón umbilical o cortarte el pene, para que no te reproducieras.
Todos los monstruos empezaron a reír. El enanito dio un pisotón, me cogió con su enorme mano, me colgó de la punta de su disfraz de estrella y empezó a caminar enfurecido a no sé dónde.
—¡Adiós mutantes que me querían comer, un placer haber jugado al pilla pilla con ustedes! —grité despidiéndome de los mutantes.
Ellos simplemente me miraron extrañados, bufaron y se fueron a sus casitas hechas de basura. Casi y me compadecía de ellos, ahora que el enanito me había capturado, ellos no tenían nada que comer. Pobres.
—Disculpe, señor enanito de ojos rojos que echa espuma por la boca y tiene intención de comerme, ¿podría bajarme de la punta de su disfraz de estrella? Hace frío aquí arriba, no mames.
Él simplemente gruñó, eso era tan... Robertín. Es más, si éste enano no midiera unos 6 metros, hubiera jurado que era el pendejo de Robertín. El gigante-enano empezó a caminar más rápido y yo me agarré con firmeza de la punta del ridículo disfraz de estrella, realmente no quería caerme desde allí arriba y romperme el culo.
—Mira, señor enano radiactivo o lo que sea, tú me quieres comer, yo siento un tipo de odio hacia toda tu especie debido a un pequeño malnacido llamado Robertín. Está claro que no nos llevamos bien, ¿no? —suspiré—. Pero ten compasión, sé que debajo de este horrible disfraz de estrella y todo tu regordete cuerpo hay un corazón latiendo, ¿podrías bajarme de la punta de tu estrella y ponerme en algún lugar donde no correría el riesgo de caerme y romperme toda la santísima madre, por favor? Ya, ya, sé que estando muerto te resultaría más fácil comerme, pero piénsalo un poco, ¿no disfrutarías más matándome tu mismo, cuando llegues a tu especie de guarida o lo que sea?
Él volvió a gruñir y yo fruncí el ceño.
—Oh vamos, en serio, disfrutarás matándome tú, recuerda que te llame feo, y no solo eso, también te dije q-
No me dejó terminar, inclinó la cabeza hacia delante y después hacia atrás rápidamente, yo salí disparado por los aires.
—LA PUTA MADRE, NO PUEDO VOLAR, NO PUEDO VOLAR, NO SOY UN PINCHE PÁJARO —mientras descendía del cielo a gran velocidad, junté las manos a modo de rezo—. Padre nuestro que estás en los cielos, sé que he cometido muchos pecados, he bebido leche directamente del bote, he dejado la tapa del váter levantada, ¡por todos los cielos, incluso le he quitado a mi mamá unas quinientas galletas prohibidas de las suyas! Pero sálvame de ésta por favor, sé que moriré igualmente más temprano que tarde porque me viene lo pendejo de herencia, pero no quiero morir hoy.
A centímetros de estrellarme contra el suelo, el enano-gigante me sujetó por la capucha de mi sudadera.
—Aw, me acabas de salvar el culo, sabía que había un gran corazón de gigante latiendo bajo ese horrible, espantoso, horrendo y ridículo disfraz de estrella —dije con una sonrisa aliviada, no iba a morir, al menos no hoy, o ahora.
Gruñó y me soltó, a pesar de que estaba a poca distancia del suelo me dolió, ya que caí de cara y podría jurar que había oído un crack proveniente de mi nariz. Creo que no debería haber demostrado lo horrible que era el disfraz una vez más, los enanitos son chicos rudos por fuera y sensibles por dentro, estaba seguro de ello.
—Lo siento, no sé cuándo callarme, lo heredé de la maldita de mi mamá —me volvió a coger por la capucha y me tiró encima de su hombro—. Ahora que te veo mejor, tienes cara de llamarte Bartolomeo, ¿puedo llamarte Bartolomeo?
Y como era de esperar, gruñó.
—Me lo tomaré como un sí. Aunque Bartolomeo es un nombre muy largo, ¿puedo llamarte Barti, verdad?
Dirigió su mirada roja hacia mí, frunció el ceño e hizo una mueca revelando sus afilados dientes.
—Cálmate Barti, amigo mío, solo intento hacer el viaje más ameno antes de llegar a tu guarida o lo que sea —le sonreí.
Pasaron unos veinte minutos. Veinte minutos en donde yo intentaba hablar con Barti, y él me dirigía gruñidos. Al final la cosa quedó así, un gruñido era "sí", dos gruñidos eran "no", y tres gruñidos eran "si no te callas te arranco la cabeza y juego a los bolos con ella". Llegamos a un sitio apartado y oscuro, un terreno despejado de basura, no había nadie ni se oía nada. Nadie, no había nadie. Ni el conejo ni el sombrerero, ni nadie. Mi plan había fracasado, el monstruo no me había llevado a donde había llevado el gigante a los demás, y eso solo quería decir una cosa: Barti realmente me iba a comer, y yo no había encontrado a mis amigos.
—Oye Barti, compañero, no veo ningún horno ni niguna sartén gigante, y no se te ve del tipo de enano que come humano crudo —bromeé, con el fin de evitar ponerme más nervioso de lo que ya estaba.
De pronto, oí un irritante taconeo a mi espalda. El sonido de los tacones retumbaba en el inhóspito lugar, sentí un escalofrío atravesar todo mi cuerpo.
—Vaya vaya, pero miren a quién tenemos aquí —dijo una voz chillona a mis espaldas.
No quería darme la vuelta, ya sabía quién estaba a mis espaldas.
—Un placer conocerle, alteza. Creo que tiene algo que le pertenece a mi madre, y lo quiero de vuelta.
Entonces, finalmente me di la vuelta. Y la vi, con su altanera sonrisa y el collar de mi madre colgando de su cuello. Había encontrado a la reina, o más bien, ella me había encontrado a mí.
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Juan en el País de las Pendejadas.
Humor¿Se acuerdan de la historia de una niña llamada Laura que iba a un País lleno de pendejos llamado el País de las Pendejadas? Pues bien, esta vez es su hijo Juan el que va a este país de locos. Esta es la segunda parte de "Laura en el País de las Pe...