uno.

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카드로 만든 집 그 속에서 우린

[A house made of cards, and us inside]


El lienzo estaba estático, impaciente por ser manchado con colores vivos, alegres, que demuestren la estabilidad emocional de su pintor.

Los colores en la paleta de madera se movían de forma frenética acompañados de la espátula número 69, tan blanda y capaz de poner en orden aquellos óleos que buscaban la rebeldía constante.

Por otro lado, el usuario era completamente capaz de dominar aquel desastre, formando un color violeta a medida que colocaba azul, rojo, blanco y una mínima porción de amarillo por ser un color complementario del violeta que intentaba formar en cuestión.

Las manos se movían con gracilidad, con sus finos dedos envueltos en algún que otro anillo y dominando la espátula con una increíble destreza.

Incluso los colores pedían ser tocados por él.

Las venas de sus brazos se marcaban de forma osada; bendita la camisa arremangada.

Subiendo por sus imponentes brazos, se encontraba la sonrisa ladina que adornaba su rostro; silenciosa, delicada, una simple mueca incapaz de ser vista por todos. La concentración que mantenía en la mezcla de los colores le impedía darse cuenta de aquella sonrisa que formaba casi automáticamente cuando hacía lo que más disfrutaba en la vida: arte.

Un poco más arriba, pasando por una nariz que llamaba la atención, se encontraban esos ojos profundos donde una podía caer de un barranco con sólo mirarlos fijamente. Llenos de pasión, perdiéndose en un mar de colores que no tenía fin alguno.

De un segundo para el otro, las manos que antes se dedicaban a mezclar, tomaban el pincel sin preocupación alguna y recogían una gran cantidad de óleo violeta para volcarlo con fuerza en el lienzo blanquecino.

Fuerza, resentimiento, tristeza, ira contenida...

El pincel se movía de un lado hacia el otro, en un vaivén sinfónico que dejaba a todos sus estudiantes boquiabiertos disfrutando del espectáculo de fuegos artísticos que se les presentaba frente a ellos, admirando el dominio del material y la destreza en la pintura, analizando la obra que se iba formando justo frente a sus ojos en sólo unas horas.

Era increíble cómo, con sólo veinticinco años, el profesor de pintura de la carrera de Bellas Artes dejaba impactados a todos sus alumnos con una demostración mínima de cómo debían desarrollar sus habilidades en el ámbito artístico a lo largo de los cuatro años que duraba.

Incluyéndome.

De pronto ya no estaba pintando, ya no movía el pincel al compás de su muñeca, ya no hacía acto de presencia delante de todos y la pintura se encontraba terminada, impecable, increíble e imponente. Se abalanzaba sobre nosotros con intenciones de devorarnos sin previo aviso.

¿Y él?

Él se encontraba frente a mí, con ambas manos en los bolsillos de su pantalón, un par de manchas en su antebrazo izquierdo —producto de un mal movimiento con su pincel— y su cabello desordenado.

—¿Le gustó, señorita Park?

Una sonrisa afloró de inmediato a medida que las palabras abandonaban por completo mi boca, dejándome sin aire, dejándome sin habla. Sus ojos se habían rasgado un poco más de lo habitual y unas paletas prominentes se hacían ver con gracia en su rostro, recordándonos a todos lo joven que era nuestro profesor. Lo joven y apuesto.

Estaba jodida.

house of cards ➳  jjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora