tres.

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시간이 지나갈수록

더 망가져가기만 해

[As time passes by

We only mess it up even more]


Mi oído se agudizó por inercia al comprender que iban a hablar del pasado de mi profesor. No es que me interese, por supuesto que no... pero, mínimamente, quería escuchar su historia.

—No pinto por mi madre, pinto por gusto propio.

La serenidad en sus palabras desencajaba por completo ante lo tensa que estaba su mandíbula.

Y me miró. Me miró queriendo transmitir la verdad de sus pensamientos mediante sus ojos, de un artista a otro. Y no hizo falta nada, sólo tres segundos de contacto visual fueron suficientes para darme cuenta de que, en efecto, Jeongguk traía cierta historia con su progenitora, pero que aún no estaba dispuesto sacarla a la luz.

—Dejando eso de lado —claramente, mi padre había notado lo tenso que se había puesto el ambiente—, vayamos a lo que nos compete: los negocios. ¿Nos podrían dejar solos, por favor?

***

—Parece un pendejo.

La abrupta sinceridad de mi hermano, logró en YoonGi una sonora carcajada y una mirada de reproche por parte de mamá. Pocas veces mi hermano estaba disconforme con los clientes de mi padre, y siempre había una razón de trasfondo, razón que YoonGi avaló sin siquiera saber.

—Concuerdo completamente.

—Cállate, concuerdas porque Da-Bin se lo quiere follar.

Qué.

La cólera invadió mi cuerpo y salté directo al cuerpo de JiMin, tumbándonos al piso y forcejeando mutuamente para ver quién ganaba y lograba quitarle un mínimo mechón de cabello al otro.

Éramos tres niños pequeños que pasaban los veinte años, y nos dió igual, hasta que escuchamos cómo alguien carraspeaba con ímpetu y Suga cesaba con su forma infantil de alentar. Al subir la vista, nos encontramos con mi padre y su ceño fruncido y un Jeongguk que sonreía de oreja en oreja, queriendo reprimir una supuesta carcajada con todo su ser. Al parecer ya se veía venir una reprimienda de mi padre, por lo que, mientras nos recomponíamos y sacudíamos nuestros ropajes por habernos tirado al suelo, observaba con sutileza el cuadro colgado en el comedor de nuestra casa.

—La noche estrellada, por Vincent van Gogh. Curiosa elección para un comedor.

—Es donde paso mayor tiempo cuando estoy en la casa, me gusta observarlo siempre que puedo.

Mi repentina respuesta, un poco ligera, hizo que el profesor se gire a verme con la intriga haciendo eco en sus ojos; supongo que no esperaba una respuesta, mucho menos de mi parte, cosa que corroboró con una sonrisa y osó acercarse aún más a mi.

—¿Y por qué lo eligió? Después de todo, demuestra la crisis nerviosa por la que pasó.

—Exactamente por eso, Jeongguk-nim. La vista surreal de una noche oscura que en realidad brilla; la infinitud de la Naturaleza y la pequeñez del Ser Humano. En los trazos está la angustia, desesperación y deseo de mirar luz donde no existe. Es hermoso, pero trágico.

Hermoso, pero trágico —repitió, asintiendo con su cabeza de forma sutil—. El cielo agitado por estrellas incandescentes como fuertes llamaradas contrasta con el pueblo inmutable y sereno dormido bajo ellas. Detalles que lo condujeron, poco a poco, al suicidio.

— Una pérdida lamentable para el arte.

Meneó su cabeza de un lado a otro e inhaló con fuerza.

—Permito que me pegue si está en completo desacuerdo, pero creo que las obras de Van Gogh alcanzaron su cúspide cuando la locura comenzó a consumirlo por completo. De igual forma, todos los artistas tenemos un poco de locura en nuestro interior; nos permite pintar cuadros que devoren a los espectadores, esculturas que se ciernen sobre cualquiera y dibujos que, con sólo líneas, demuestran la estabilidad emocional de todos nosotros. Todos estamos locos en algún punto, y es maravilloso... hasta que esa locura nos devora y comenzamos a ser incapaces de ocuparnos de nuestra propia familia.

Por primera vez, desde que empezó el año, pude comenzar a verlo con otros ojos. El momento de vulnerabilidad que sólo yo había logrado percibir, era algo que no iba a olvidar de un día para el otro, porque pude darme cuenta de que, realmente, era un niño asustado por tener que lanzarse al mundo con una máscara que no le pertenecía.

Una bocina resonó en el porche de la casa y el momento de ensimismamiento se rompió con fuerza. Caí en la cuenta que aún mi familia estaba presente en la sala, queriendo descubrir aquello que no podían ver y que sólo nosotros dos comenzábamos a entender.

—Debo irme. Señor Park, nos mantenemos en contacto para poder cerrar el negocio dentro de este mes.

Realizó una corta reverencia en dirección a nosotros y luego una hacia mi padre. Con tranquilidad, pasó el marco de la puerta; no pude evitar en lo más mínimo dirigirme hacia la ventana y seguir su andar con mis ojos; en la puerta y fuera del carro, un joven que aparentaba su misma edad lo esperaba, sonriéndole enormemente.

Y antes de subirse al vehículo, giró su rostro con desesperación, buscando algo que no encontró cuando recorrió con sus ojos la casa completa, hasta que dió a parar con la ventana en la que estaba situada.

Y sonrió.

house of cards ➳  jjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora