dos.

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카드로 만든 집 바보같이 우린

[A house made of cards, and stupidly, us]


Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, Si.

—Entonces... ¿pintó ahí mismo?

Mi hermano se había dignado a escucharme el día de hoy, desplomándose en el sofá del living como una pluma. Era increíble la confianza que había entre nosotros y nuestro tercero en discordia, nuestro mejor amigo. Afortunadamente, a lo largo de los años, entre los tres habíamos logrado conformar un pequeño trío a prueba de balas, que contaba con la desaprobación de nuestros padres por la cantidad de travesuras, pero que nos daba jodidamente igual.

—¡Sí! Fue increíble ver cómo movía su muñeca junto con el pincel y, ugh, en el óleo quedaron marcadas sus pinceladas... fue hermoso.

La cortina musical que nos acompañaba de fondo, era obra de nuestro mejor amigo. El piano de cola que teníamos en casa, desde que mamá dejó de tocar todas las noches, lloraba porque sea YoonGi quien lo tocara. Y lo hacía de una forma maravillosa, haciéndolo resonar por toda la casa y endulzando los oídos de cada uno de nosotros, enorgulleciendo a mi madre y llenando los corazones de todos con una calidez digna de un ser dotado en el arte de la música.

—¿Fue hermoso ver cómo pintaba... o fue hermoso verlo a él, Park Da-Bin?

Una sonrisa burlona apareció en su rostro y no pude hacer más que golpear su hombro con fuerza. Disfrutaba de hacerme sufrir con cada artista que admiraba, con cada muchacho que aparecía, incluso con cada mujer que se cruzaba por nuestro camino. A toda costa, JiMin moría por emparejarme con alguien. Y yo no me quedaba atrás, de todas formas; siempre que veía la oportunidad, una nueva chica le enviaba un mensaje al móvil gracias a cierta persona que había estado repartiendo el número de su hermano por las calles.

—No confundas, imbécil. Aunque debo aclarar que es muy apuesto.

Rara vez YoonGi erraba a las teclas del piano, cosa que siempre nos llamaba la atención. Incluso mi madre venía desde el otro lado de la casa para corroborar que todo estuviera bien con él; cuando se confundía o cuando desentonaba la melodía que había estado formando, era un indicio de que algo se había desestructurado en su interior y su estabilidad emocional comenzaba a flaquear. Y esta vez fue un ejemplo, dejando caer sus brazos a ambos lados de su cuerpo y soltando un suspiro que todo el mundo, seguramente, fue capaz de oír; con mi hermano no pudimos evitar mirarlo con las alarmas encendidas en nuestro interior.

—Vaya, Da-Bin, ahora andas con complejos de alumna-profesor. Las historias de internet te afectan, eh.

La carcajada que soltó mi hermano retumbó en toda la casa; su risa era armoniosa, contagiaba y hacía sonreír hasta el ser más amargado... pero esta vez, provocó en mi interior un escalofrío que no podía entender. Aquella alarma interna que se había encendido con anterioridad, no pensaba desaparecer aún, y mucho menos cuando ambos se miraron. Nunca tuvieron problemas, desde chicos se encerraban en el cuarto solos a jugar videojuegos y formaron una amistad de la cual, muchas veces, estaba celosa, teniendo códigos que no comprendía de forma absoluta. Pero esta vez, las chispas que saltaban entre ambos, me daban miedo.

YoonGi miraba con fijeza a mi hermano, paseando su lengua por su labio inferior y con su boca entreabierta. Su cabeza estaba ladeada y su cabello negro azabache caía rebelde, casi queriendo tapar sus ojos. Su postura era la de un auténtico matón, aunque pocos sabían de su azucarado corazón.

JiMin, por otro lado, le sonreía. Sus ojos estaban entrecerrados, diciéndole todo sin decir nada, y aunque sus mejillas estaban infladas por culpa de su boca curvada, podía ver bien que lo estaba desafiando. Él, JiMin, que era como un osito de peluche con su cabello rubio teñido y siempre había necesitado la protección de YoonGi, ahora se atrevía a desafiarlo; podía ver bien en esa sonrisa que sería capaz de destriparlo si quisiera. Incluso fue el primero en abrir la boca.

—Parece que alguien está celoso, ¿eh, Suga?

La pregunta quedó flotando en el ambiente tenso de la habitación junto con el apodo que mi mejor amigo había decidido ponerse en la industria de la música. Y antes de que YoonGi pudiese responder con los nervios a flor de piel, la bocina de un auto llamó la atención de todos. No era común tener visitas con nosotros en la casa, siempre nuestro padre intentaba realizar sus negocios en su oficina, o en algún café, y si era algún familiar se nos era anticipado con días para prepararnos. Por eso mismo la curiosidad nos invadió por completo, y antes de poder preguntar, el jefe de la casa se hizo presente con rapidez en el living.

—Quiero que se comporten, sonrían, sean buenos y no me hagan quedar mal, muy grandes están ya. JiMin, no sonrías con falsedad; Da-Bin, no revolees los ojos y YoonGi... YoonGi, no lo mires con ganas de cortarlo en mil pedazos.

La rapidez con la que dijo aquellas palabras, activó todos nuestros sentidos, acomodando el sofá desordenado y cerrando la tapa del piano, para ir hasta el comienzo de las escaleras que daban directo a la puerta de entrada. Era costumbre para los tres —y digo tres, porque YoonGi era alguien más de la familia para todos en la casa—, recibir las visitas imprevistas o importantes de aquella forma. No siempre papá, quien carcajeaba con las ocurrencias de YoonGi ante alguien que no le gustaba, pedía que disimulara su desagrado.

Rápidamente la puerta se abrió y, para mi infortunio, pasó por el marco alguien que no veía venir ni en mis más locos sueños.

Con una divertida sonrisa ante el congelamiento total de mi cuerpo, mi profesor de artes realizó una corta reverencia que nos vimos obligados a corresponder.

—Señor Jeon, bienvenido. Ellos son mis hijos y el mejor amigo de ellos. Chicos.

Con un asentimiento de cabeza, cada uno realizó una pequeña presentación respetuosa, cosa que mi padre adoraba. Quería que todos supieran los nombres de aquellos que iban a impactar al planeta entero con su arte.

—Señorita Park, nos vemos dos veces en el día.

Puedo jurar que escuché cómo los tornillos en la cabeza de los dos que yacían a ambos lados, comenzaban a ajustarse y a comprender que él era mi profesor.

—Profesor Jeon, menuda sorpresa.

—Jeongguk fuera del instituto, por favor —con una sonrisa de completa diversión y sin un ápice de maldad, giró sobre sus talones para mirar a mi padre—. Una de las mejores alumnas que tengo.

Y así comenzó la interminable charla sobre mi padre hablando sobre un futuro que había repetido mil veces y que, de sobra, sabía el discurso de memoria. Su pecho se inflaba de orgullo siempre que tenía que hablar de alguno de nosotros, y aunque ninguno había seguido una carrera económica o que "el mundo necesitara", él estaba más que feliz con nuestras elecciones.

—Mi hijo, JiMin, estudia danzas y YoonGi se tomó el lujo de estudiar música. Realmente, son unos dotados en su zona.

—Escuché sobre ellos, sí.

Comenzó con su monólogo sobre la capacidad que poseía JiMin a la hora de bailar y cómo su profesor, Jung Hoseok, estaba sumamente orgulloso de la evolución que había presentado el dotado a la hora de moverse en el escenario. La sonrisa de mi padre se ensanchaba aún más por cada palabra que salía de la boca de mi profesor y las mejillas de mi hermano se tiñeron de un rojo intenso a medida que le correspondía al gesto con una pequeña reverencia. Desde pequeño que se había adentrado en la danza... era magia pura. Cuando bailaba parecía una pequeña pluma que se deslizaba hasta caer en un lugar, sus pisadas no se escuchaban y sus movimientos eran fluidos y, a su vez, electrizantes, porque te incitaban a mantener la vista fija en todo su cuerpo moviéndose.

Luego vino el turno de mi mejor amigo de ser elogiado. Mi profesor estaba ganando terreno con mi padre y lo sabía más que bien, y más aún hablando del don que tenía YoonGi para el piano y de cómo uno de sus profesores trataba de desarrollar su talento en el rap.

Pude ver la satisfacción en los ojos de mi mejor amigo cuando Jeongguk se giró a mirarlo con una sonrisa en sus labios. Sabía más que bien, igual que todos en el instituto de artes, que YoonGi no estaba hecho para los agudos en las canciones, sino que para abrirle los ojos a todo el mundo con las verdades que soltaba con sus rimas.

Luego de hacernos pasar a todos al living, de que mi profesor se quite sus zapatos y de acomodarnos, a medida que mi madre se sentaba al lado de mi padre, comenzaron a hablar de cosas triviales. No lograba comprender del todo qué hacía él en mi lugar y cómo conocía a mi padre.

—Escuché que pinta por su madre.

house of cards ➳  jjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora