seis.

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No way, no way 또 무너지는 걸

[ No way, no way, it's collapsing again ]


Mentiría si dijera que esta historia era una sumamente romántica con un final feliz.

Jeongguk me besó, de eso no cabe duda. Sus labios eran suaves, se sentía el sabor del pecado cada vez que me daba el lujo de morder su labio inferior sin vergüenza. Mis padres no se habían dado cuenta, suponían que, simplemente, esa velada nos habíamos quedado hablando de arte... pero sabía bien que no eran dos idiotas, al igual que mi hermano y mi mejor amigo, quienes sacaron conclusiones al verme aparecer en el comedor.

Esa noche transcurrió sin problemas.

Los problemas llegaron cuando, al otro día, mi profesor no contestó mis mensajes. Ni al siguiente. Y cuando el lunes, al comienzo de las clases, se ausentó inesperadamente, supe de inmediato que algo extraño pasaba. Lamentablemente lo dejé pasar, y no comencé a preocuparme hasta el otro día, donde el mismo director se presentó en el departamento de artes e informó, de forma brusca y sin tacto, que el profesor había dejado de impartir clases en esa universidad.

Yoongi, muy en contra de sus ideales, me avisó que, probablemente, mis respuestas las encontraría en la sala de profesores; su profesor de canto, Seokjin, estaría más que dispuesto a darme la información que mi corazón necesitaba para encontrar la calma.

Y así fue cuando, haciendo reverencias y sonriendo de forma nerviosa, me adentré en el salón y busqué a dicho profesor entre los escritorios. Mi mejor amigo me había dicho que lo reconocería de forma instantánea al escucharlo reír... y no bromeaba, su risa se escuchaba a kilómetros de distancia y, de no ser por la urgencia del asunto, me hubiese visto tentada a carcajear junto a él.

Tuve que carraspear para llamar la atención; estaba acompañado de dos profesores más, quienes reían junto a él. Menuda sorpresa se llevaron cuando me vieron parada frente a ellos, roja de la vergüenza, buscando las palabras para dirigirme a ellos.

—Disculpen... quería saber si... hum, no... —una risa un tanto amarga salió de mi garganta. No podía creer que estaba llegando a este punto para ver qué había sucedido con él. Me sentía patética—

—¿Quieres saber sobre Jungkook-ah?

La sonrisa comprensiva alejada por completo de todo atisbo de maldad que profesaba uno de los profesores, me hizo sentir tranquila, confiada. Asentí con mi cabeza y me pidió que me acercara; se encontraba recargado sobre el escritorio mientras que los otros dos, atentos a la situación, estaban sentados en sus sillas, queriendo indagar aún más en lo que pasaba frente a sus ojos.

—Pequeña, él se fue de vuelta a Busan. Y no va a volver.

Sentí que el mundo me estaba tirando un balde de agua fría en el rostro. No podía ser cierto, estaba bromeando. Mi profesor no se había ido para siempre a su ciudad natal, sólo sería poco tiempo y volvería por mí, y si no era para buscarme, por lo menos para despedirse. Vendría para decirme que significaba algo para él, que el beso había significado algo, que lo tenía, que él me tenía, que las personas no le parecían horribles y que estaba dispuesto a fotografiarme. Me diría que me quería, que me necesitaba. Porque yo lo quería, y porque yo lo necesitaba.

Mis manos comenzaron a sudar, siempre sucedía cuando estaba nerviosa o cuando aparecían situaciones que no podía manejar... igual que esta. Uno de los profesores que estaba sentado, el que sonreía y tenía pequeños agujeros en sus mejillas, se paró automáticamente y colocó una mano en mi hombro, cayendo en la cuenta de todo lo que estaba pasando.

—Hey, se fue por problemas con su madre. Ella está enferma —lo sabía—, lo necesitaba —igual que yo—, y Kook, digo, Jungkook, había estado trabajando arduamente para poder pagar su recuperación. Hace meses tenía planeado irse por estas fechas.

Y eso fue suficiente para que dejara de escuchar. Agradecí junto a una reverencia y me retiré, dejando a un comprensivo Seokjin mirándome con pena, a un profesor con hoyuelos con una mueca de tristeza en su rostro, y al otro profesor mirando a ambos lados sin entender absolutamente nada.

Cuando regresé a mi cuarto, caí en la cuenta de lo estúpida que había sido. Durante todos estos meses que llevábamos hablando, él me veía como a una alumna y, posiblemente, una amiga más. Mientras que yo, como una idiota, había comenzado a desarrollar sentimientos hacia él cada vez más fuertes. ¿Y el beso? El beso había sido una estupidez de la cual él, por desgracia, se sostuvo el último día, sus últimas ganas descargadas en el infierno que era Seúl antes de volver a Busan con su madre y tener que dedicarse a ella tiempo completo.

Las semanas que transcurrieron luego a ese suceso, fueron insoportables.Por mi parte, no podía dejar de alternar entre dos sentimientos devastadores: la tristeza al extrañarlo, y el enojo por sentirme estúpida al hacerlo. Min Yoongi se había encargado de soltar todo un diccionario de insultos hacia Jeongguk en el balcón de su cuarto, con intenciones de que el barrio entero escuche su desagrado hacia aquella persona; mi hermano, por otro lado, era un polo opuesto a él puesto que me había consolado diciendo que no todo era como parecía. Con mi padre, mientras tanto, Jeongguk no tuvo más contacto, sólo el cuadro que llegó, por arte de magia, a nuestra casa, aquel que mi padre le había comprado exclusivamente para ayudarlo a financiar los costos del tratamiento de su madre.

De él no supe nunca más nada. Se había esfumado y, en tan solo unas semanas, su nombre también desapareció en la universidad.

Como si nunca hubiese existido.

house of cards ➳  jjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora