Final alternativo: Inevitable

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Dedicado a -ItsRebecx-

Después del choque:

—Nathanaël.— sostenía su mano con dolor. Escuchaba ese pitido constante que era el único que le indicaba que aquel pelirrojo seguía con vida.— Despierta, por favor. No me dejes sola otra vez.— musitaba.

—Señorita Rossi, puede venir un instante.— indicó un médico. Lila asintió y se levantó de dónde estaba para acercarse a aquel hombre.

—¿Es algo sobre él?— preguntó entre preocupada y esperanzada. El hombre en bata negó.

—Es sobre usted, señorita.— el gesto de la morena se volvió un poco más serio.— No hay manera fácil de decirle esto, pero según los estudios que le hicimos, los golpes sufridos en el choque dañaron su útero dejándola infértil.— Lila abrió los ojos de par en par tocando su vientre como por acto de reflejos. Sintió un gran vacío dentro de ella. Su corazón se comprimió en ese instante. A penas y pudo conseguir aire.—Lo lame...

—Déjeme sola.— proclamó la fémina colocando su mano en el hombro de aquel sujeto. El médico asintió y se fue. Estaba sintiendo su cuerpo desboronarse, sus sueños desaparecer en el aire. Ahogó un grito y las lágrimas empezaron a salir. Su rostro se tornó rojo por toda la ola de emociones que la azotaban.

Débilmente, regresó a la habitación donde Nathanaël se hallaba y sin autorización, se recostó en la camilla junto a él. Se cubrió de la sábana que cubría al varón y ahí se ató a su cuerpo. Reposó su cabeza en el pecho de él y escucho su suave palpitar esperando que eso la consolara. Pero el solo ver sus ojos sellados por completo, la ponían de peor animo.

—No me hagas esto.— pronunció con su rostro ya empapado de las lágrimas, sus uñas se empezaron a adherir con fuerza sobre el cuerpo de aquel.— No te permito dejarme ¿Entendiste? No tú, estúpido capricho.— ordenó con fuerza, y sin embargo, el chico continuaba con los ojos cerrados. Trató de respirar.— No me puedes hacer esto.— enunciaba con su cabeza aún recostada donde mismo.— No sé que será de mí sin ti. Me viciaste.

Alzó su vista un poco con esperanza de verlo despertar, pero aquello había sido en vano. Suspiró resignándose a lo que probablemente sería su futuro: una vida sin él.

—Te voy a extrañar.— acercó su rostro hasta el de él y ahí, sus húmedos labios por las lágrimas, le depositaron un suave beso al pelirrojo.

—Señorita, no puede estar ahí.— dijo aquel médico a punto de entrar a la habitación. Sin embargo, una mano lo detuvo.

—Déjela, por favor. Ella lo necesita después de la noticia que le dio, él también,— dijo Marinette abrazada de Adrien viendo tristes aquella imagen. El médico se quedó algo pensativo, mas luego asintió y se retiró dejando a la enfermera a cargo,

Lila lloró en el pecho del chico hasta que se quedó dormida por completo. Sentía su corazón destrozado, sus ganas de vivir extraídas y su aliento perdido. El pasar saliva se sentía como tragar ácido. Su respiración era entrecortada, y aún dormida, soltaba una que otra lagrima.

Sin embargo, se podría decir que no todos los finales felices son inexistentes; y hay historias, cuyo destino estaba cubierto de tinieblas hasta su despejado final. Quizás, esto era lo que se tuvo preparado para estos dos desde un comienzo.

Después de una noche pesada para Lila, la mañana por fin llego. La morena abrió sus ojos lentamente escuchando los mismos pitidos de la máquina. Suspiró con dolor, tenía esperanzas de que todo aquello hubiera sido una tremenda pesadilla.

—Tardaste mucho en despertar, Lila.— sus ojos se abrieron de par en par al escuchar esa voz. Su palpitar se detuvo un segundo. Se levantó sorprendida a ver si aquello era cierto o solo su imaginación.

No, ahí estaba. Su maldito y adorado capricho viéndolo con una sonrisa, quizás su piel un poco más pálida de lo normal haciendo resaltar algunos golpes que había sufrido en el choque. Pero estaba ahí, despierto, con vida. Empezó a soltar lágrimas nuevamente.

—¡No me vuelvas a hacer eso!— le gritó con molestia. Nathanaël tragó saliva asustado, pero al siguiente instante la chica ya lo había rodeado con sus brazos.— ¡Imbécil! ¡Eres un gran imbécil!— lloraba en su cuello llena de alegría. Nathanaël entre aturdido y encantado, sonrió con satisfacción y empezó a acariciar su castaña cabellera como tanto amaba hacerlo.

—Soy un tremendo imbécil ¿No?— le preguntó con astucia aprovechándose de las condiciones de la italiana.

—Sí, sí lo eres.— dijo aún llorando en su cuello.

—¿Y soy el tremendo imbécil que amas?— siguió preguntando juguetón. Ella seguía en su posición.

—Sí, también.— exclamó tratando de apaciguar el llanto. El chico continuaba acariciando su cabellera.

—¿Crees que la imbecilidad se me quite con un beso tuyo?— preguntó seductor. La chica se separó y, aunque quería odiarlo, no le quedó más que sonreír. Simplemente lo amaba.

—Hay que probar.

Sí, quizás, aún les falta mucho más por pasar a estos dos. Pero con ese beso, lleno de emociones, magia, pasión, a un paso que ni siquiera el mismo tiempo comprende en su totalidad; ellos dos comprendían una cosa: su eternidad juntos apenas comenzaba.

—FIN—

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⏰ Última actualización: Sep 19, 2017 ⏰

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