Capítulo 8

893 110 16
                                    

¿Alguna vez estuvieron tan asustados hasta la médula?

Es una situación bastante horrible, se forma un enorme nudo en el interior de tu garganta, tu boca se queda totalmente seca como si no hubieras tomado agua por dos días, pero definitivamente las manos eran la peor parte, el sudor que sale de ellas es insoportable e incontrolable.

Pues, dejando los divagues de lado así me encontraba yo en esté mismo instante.

Aunque en mi interior deseaba y esperaba que todo sea un sueño, muy en el fondo sabía que no tenía escapatoria y que ni el mismo Dios bajaría de su trono celestial para sacarme de esté enorme aprieto, supongo que esas eran las consecuencias por querer tener una aventura con un profesor.

Cerré los ojos, escondiendo mi cara en su cuello aspirando su deliciosa y varonil colonia, al mismo tiempo aferraba mis manos a sus enormes y anchas caderas haciendo presión. Estaba segura de que al día siguiente les quedarían unas enormes marcas en ambos lados.

Una vez preparada mentalmente para lo que se avecinaba tomé la decisión de hacerle frente al asunto, las cosas se tratan de frente después de todo. Nuestras respiraciones poco a poco se iban acelerando con cada segundo que pasaba, parecía una condena por desear lo prohibido.

Abrí los ojos esperando ver lo que se asomaba por el umbral de la puerta.

Pero lamentablemente nunca llegó, la puerta se iba abriendo lentamente dejando pasar una corriente de aire dejándonos pasmados.

Esperen.

¿Una corriente de aire?

Había dejado mi momento con Eideen por una simple corriente de aire, genial.

Tenía que ser una bendita broma, una simple corriente de aire no podía detener todo esto.

Mi ceño estaba fruncido y la rabia se había apoderado tomado el control de todo mi cuerpo, para terminar de rematar mis pómulos se encontraban de un tono carmesí, probablemente me encontraba de lo más adorable y tierna.

Estaba de lo más segura por la sonrisa que llevaba Eideen en su cara, con sus adorables hoyuelos marcados y esas sonrisas tan peculiares que me dedicaba de vez en cuando.

Claro, cuándo se encontraba con un óptimo humor y sobre todo cuando nadie prestaba atención. Nuestras miradas se conectaron y no había rastro de enojo o decepción, su mirada era más bien dulce y cariñosa al contrario de mi mía.

Podía parecer una niñata pero la realidad era que me encontraba con un humor de perros, la conexión que logramos obtener segundos atrás se había esfumado y transformado en rabia, algo injusto de mi parte ya que Eideen llevaba una enorme sonrisa tratando de poner la mejor cara posible.

De hoy en adelante aprendería y me aseguraría de cerrar bien todas las malditas puertas de esta institución. Para evitar conflictos y mal entendidos lo mejor por el momento sería retirarme en silencio, lo último que quería era contagiar mi mal humor.

Baje mis piernas apoyando ambos pies en el piso, acomode rápidamente mi falta y mi remera tratando de que quedará lo más decentemente posible. Bajo la mirada de Eideen agarre mi mochila colocándola sobre mi hombro izquierdo, arregle mi pelo en un moño alborotado, y por último me acerqué y pose mis labios sobre los suyos durante varios segundos que parecían eternos.

Una vez concluido el beso decidí retirarme en silencio, mis pies se movían con una coordinación exacta mientras mi mente se carcomía sola, ¿y si no había sido una equivocación mía? Mientras más lo analizaba más confuso se encontraba.

Todo mi cuerpo logró tensarse en cuanto sentí el choque eléctrico. Con un solo movimiento había logrado darme vuelta por completo conectando nuestras miradas, se trataba más de un juego, un juego que ninguno quería perder.

—¿Me podrías explicar que pasó allí? —cuestionó mientras ajustaba los botones de su camisa.

—¿Tendría que pasar algo? —contraataque con otra pregunta.

—Eso es lo que me tendrías que explicar tú.

Espere a que terminará de hablar, pero por el momento parecía que no tenía nada más que decir.

Miré sus ojos una vez más y me di vuelta.

Nuevamente su mano agarró mi brazo, pero de una forma totalmente distinta, más fuerza de lo normal había aplicado.

Con la poca fuerza que me quedaba logré soltar unos quejidos acompañados de unas cuantas lágrimas. Al instante logró percatarse, soltó mi brazo y lo inspecciono, la marca de su mano había logrado impregnarse en mi blanquecina piel.

Mi rostro se encontraba totalmente rojo, no exactamente como hacia minutos atrás, la irá me controlaba.

—¡O aprendes a controlarte o no me tocas más! — finalice estampando mi mano en su mejilla.

La reina del drama señoras y señores, se lo tenía bien merecido. Después de todo el que busca encuentra.

—Sólo quiero que me digas que ha pasado para que salgas de esa manera.

Mi paciencia se había agotado hacia varios segundos atrás y no estaba lista para un segundo round.

—No ha pasado nada. — volví a insistir una vez más.

Sólo deseaba ir a casa y tomar un relajante baño de espumas, ¿tan difícil era entender eso?

Acerqué nuestros cuerpos tratando de calmarlo y demostrarle que solo me encontraba exhausta.

—Ni te acerques. —respondió en un tono tajante y frío. — Ah, y para mañana no te olvides de los cincuenta ejercicios, más veinte. Te conviene hacer todos y cada uno a la perfección porqué a la primera persona que se encuentre en mi lista serás tú. —agrego saliendo del pasillo para nuevamente entrar al salón y dejarme con la palabra en la boca.

Prohibido   [En pausa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora