Líbido

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Beso.

Un beso.

Midoriya sabía qué era un beso: juntar labios de dos personas, para después, moverlos con parsimonia; también derivaba de un intercambio de saliva, mordidas y lengua. Era una acción simple y fácil.

Pero, dios, nadie le dijo que sería tan jodidamente delicioso.

La presión que ejercía Katsuki sobre él, le parecía aborreciblemente perfecto; se sentía acorralado, atrapado entre la saliva, dientes y sus labios energéticos; se movían y no paraban. A veces, superficialmente; otras, arremetía hasta con su lengua. Le quitaba la respiración, sintiendo que su interior se remecía cada vez más. Aquello era demasiado para un pobre virgen, así que se desasió del beso. Ambos, escucharon sus respiraciones agitadas, notando la cercanía a la que habían llegado en unos minutos. El rubio iba a comenzar nuevamente con sus labios, pero Midoriya, entrando ya en pánico ante la vertiginosa situación, le interrumpió.

–¡E-E-Estás equivocado, K-Kacchan! Yo... no sabía que mi madre- ¡I-Iiih! –chilló ante la acción que, inesperadamente, le estaba haciendo Bakugou.

–Mm, ¿qué pasó con tu madre? –preguntó, mientras lamía y mordía el cuello del sumiso.

–E... Ella...

Bakugou se acercó a su oreja izquierda, susurrándole: –Adelante –mordió y lamió su lóbulo–, te escucho.

–¡Nghh..! –sus orejas eran una parte bastante sensible para él. Sentía miles de escalofríos recorrer por su espina dorsal, sentía aún más palpitaciones llegar a su despierto miembro.

Sintió derretirse cuando el mayor, luego de humedecer sus dedos, comenzó a tocar sus pezones. Maldita sea, ¡aquello era algo que nunca había experimentado antes, y era tan jodidamente exquisito!

Lo sentía juguetear; pasar sus manos en su espalda, en su vientre. Era demasiado para él.

En medio de esa cara de placer, frunció un poco el ceño. Pensó en que estaba dejándose llevar demasiado, en que Katsuki estaba haciendo todo el trabajo, tocándolo, besándolo y... molestándolo. Oh sí, Midoriya también quería molestarlo, sólo un poco. Intrépido, como lo era desde hace un tiempo, apartó al más alto de su zona torácica y auditiva, encarándolo por unos segundos. Bakugou lo observó confundido ante la súbita separación. Cuando Midoriya rodeó con sus brazos el cuello de Bakugou, éste se mostró el doble de confuso. Asimismo, la escala de confusión del pelo puntiagudo fue en ascenso cada vez que el de pecas se iba acercando a su cuello, sin besar, sólo pasando su nariz, olfateando, hasta llegar a su oreja.

–Y tú, Kacchan... –le dijo, enredando una de sus manos entre los cabellos del nombrado– ¿No fuiste tú el que me dijo... "llévame a tu casa"? –sus piernas, mucho más delgadas en comparación de las de Katsuki, pero fuertes al fin y al cabo, se enrollaron en la cintura de éste–. ¿Cuáles eran tus verdaderas intenciones conmigo... Kacchan?

Mordió la oreja del mencionado, para luego, depositarle un sutil beso.

Impávido, lo miró, esperando una respuesta.

Sin embargo, Katsuki ya no estaba. No había rastros de su cordura. No era un ser vivo, Deku le había quitado el aliento con sus inusuales provocaciones. Fue un milagro el que su quirk no se activara automáticamente.

Midoriya se dio cuenta de lo que había causado. Disimuló una leve sonrisa. ¿Cómo Katsuki, tan fuerte y temerario, inesperadamente se había quedado en blanco ante unas simples palabras?

–Kacchan... –intentó llamar su atención. Y vaya que lo logró.

Los ojos rubíes atravesaron todo el ser del esmeralda. No esperó ni un segundo más, cuando ya estaba besándolo ferozmente, desprendiéndolos de las blancas toallas que los cubrían. El peliverde soltó un pequeño gritito, siendo callado ávidamente por la boca del contrario. Una curiosa mano comenzó a tocar su miembro, moviéndola de arriba hacia abajo, rápidamente, como diciéndole yo soy el único que juega aquí, maldito. El que estaba recostado jadeaba entre los mojados besos, se aferraba al cuello y los cabellos rubios, en todo momento pensando en más, necesito más que esto, siempre he necesitado más.

SuciosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora