Tenía la certeza de que me hayaba muerto, creía haber cruzado por los pasadizos hacia el otro mundo. Sucumbir a la muerte era fácil entonces, me rendía a sus pies y le suplicaba que me llevase consigo, el malestar que sentía era casi tan inaguantable como la idea del propio óbito.
Pero escuchaba el canto de los gorgojos y la madera abrazándose con el fuego, escuchaba el traqueteo de una silla y luego el crujido del pan siendo mordisqueado.
Era consciente de lo que ocurría a mi alrededor.
¿Acaso huele a caldo?
Con sobreesfuerzo me incorporé, separando mis pesados párpados. La luz se filtró en mis córneas, cegándome momentáneamente, sin embargo no tomó mucho tiempo para que me acostumbrara a la claridad de la mañana turquí.
Iba a quejarme, no me sentía nada bien, me sentía enfermo, y en especial la viscosidad en mis intimidades me causaba una sensación de suciedad muy desagradable que ansiaba poder retirar.
¿En dónde se suponía que me encontraba?
Miré periféricamente a mi alrededor. Era una cabaña o choza, muy pequeña y apretada, a penas cabía una mesita a mi costado con remedios que no podía distinguir, una pequeña fogata cosiendo una olla de barro sostenida por dos largas barillas de hierro al frente de la cama en la cual me recuperaba, y un banco alado en donde se hayaba alguien sentado engullendo un pedazo de pan. Al menos la ventana a mi lado evitaba que me asfixiara por el humo del fuego y lo regular del espacio.
—¿Dónde estoy? —pregunté a la figura que apestaba a bergamota y sándalo. Para mi suerte... se trataba de un alfa.
Bien, no debía alterarme.
—¿Te gusta? —detallé las paredes, podridas y en mal estado; no me gustaba, pero se asemejaba a mi antiguo hogar. Me trajo recuerdos amenos y entonces uno trágico—. Es lo mejor que pude encontrar.
—Yo... estoy mucho mejor. Agradezco su hospitalidad y cuidados, pero debo irme.
—¿Cuál es tu nombre? —interpuso. La silla volvió a traquear.
—Jeon Jungkook —respondí.
—Jung Hoseok —se presentó.
—Usted... —pestañeé tres veces por segundo, aclarando en mi cerebro lo que había acabado de oír— ¿Usted es el general Jung de Woosoon? —me atreví a cerciorarme, aunque él me podía mentir y yo le podía creer con facilidad.
—Sí. ¿Tienes hambre? —preguntó al instante de su afirmación.
En efecto, tenía una hambre voraz, pero no me parecía buena idea quedarme, no sabía con certeza quién era Jung Hoseok y qué quería de mi, cuál fue su propósito al haberme rescatado.
—¿Por qué me ayudó?
—Yo no lo hice.
—¿Entonces quién? —puse los ojos en blanco.
—¿Quieres saber qué hay de comer?
Negué con la cabeza. ¿Por qué persuadió mi pregunta?
Él chasqueó la lengua ahogando un suspiro.
—Sé que sí. Hay caldo de gallina. No es mi especialidad pero estás muy débil y necesito tenerte fuerte para poder seguir camino a Hanyang mañana en la mañana.
Observé cómo servía el caldo en una bandeja de barro con ayuda de un cucharón. El estómago me replicó de hambre en cuanto percibí la mezcla de zanahorias, carne de gallina y papas.
—General Jung, si no fue usted, entonces ¿quién me ayudó? —insistí.
—Ten paciencia. Ahora, por favor, come —se sentó a mi lado y me tendió la bandeja. La acepté sin detenerme a pensar, no me había alimentado hacía dos días enteros, la saliva se me escurría con sólo el aroma.
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Last omega Ω Vkook
FanfictionUna sociedad que me condena a ser débil por naturaleza, a ser el que agacha la cabeza y asiente a los mandatos. Soy un omega. Pero más que eso, soy Jeon Jungkook y poseo lo que todos quieren y lo que a nadie daré. Jamás me morderán, jamás seré tomad...