Una semana tortuosa para Seth transcurrió. Jamás se había imaginado que las palabras de Reina iban realmente en serio.
Y es que nunca nadie le dijo algo similar, y las veces en que le habían pasado casos semejantes, eran palabras, y se quedaban en eso. Las amenazas jamás fueron al pie de la letra, y tampoco los agresores se atrevieron a enfrentarse a Seth. Él era quien infundía miedo, pero en su situación en el castillo, Reina era la que intimidaba, y Seth cedía como un perro faldero. Reconocía que eso no podía ser. Tenía una dignidad que proteger, y un respeto que hacer valer.
Dignidad que, por cierto, se encontraba en el último círculo del infierno de Dante. Sepultada en las diez tumbas.
¿Cómo era posible ser humillado de tal forma? Desde simples insultos como los que se dedican civiles comunes y corrientes, hasta zarandeos, jalones de cabello, y meterse con la familia (aún cuando Reina desconocía por completo este factor). Y claro, Seth no podía defenderse, porque aquello contaría como una sublevación, y terminaría peor que con el castigo inicial. Suficiente tenía con la amenaza llevada a otro extremo sacada del código de Hammurabi: "ojo por ojo, diente por diente". Sin embargo, había algo que le decía a Seth que Reina disfrutaba tratarlo como la peor escoria existente en la tierra, y eso sólo conseguía agarrarle más maña a la tirana.
Para empeorar las cosas, Florentia se sumaba a la "justicia", y apoyaba a Reina. Claro que sin participar en los castigos, pero el hecho de no oponerse a ellos significaba que era un cómplice de la reina. Seth, la verdad, no se podía quejar por eso; después de todo, Florentia era la Consejera Real, y estaba obligada a obedecer las órdenes de Reina, incluso si eso implicaba ir en contra de su propia moral, pero la pelinegra lo único que hacía era mirarlo en menos. Ni siquiera una palabra de aliento, por más mínima que fuera; nada.
Lissette, por su parte, era testigo neutro del sufrimiento de Seth y de la opinión de Reina, y prefería quedarse en esa posición, no quería comprometerse con ningún lado, ya que eso empeoraría las cosas. Josephine, por otra parte, también era neutral, pero inclinada a ayudar moralmente a Seth después de cada humillación. Era experta en subirle los ánimos en sus peores momentos.
Sin embargo, el que Josephine apoyara a Seth alejaba la posibilidad de que el peliazul y la Consejera pudieran tener algún tipo de relación amistosa o de compañeros de trabajo, algo que Seth no entendía bien.
Si bien Seth se había propuesto comprender a las cuatro chicas del castillo, por cada momento que su amor propio se trizaba, menos apto era para aquella complicada tarea digna de un psicólogo de renombre. Sabía que Reina amaba humillar, ¿eso la convertía en una sádica? Por supuesto. ¿Y por qué se comportaba así? No lo sabía. Era entonces cuando dejaba su investigación inconclusa para continuarla el día siguiente, y así sucesivamente.
¿Qué iba a hacer? ¿Estaba dispuesto a continuar una vida entera siendo maltratado por una gentuza que apenas conocía? Claro que no, de eso estaba seguro. ¿Cuál sería su próximo movimiento? Lo desconocía.
Así, un día, sumido en sus pensamientos, planeaba su estrategia de combate para hacerse respetar, anotando las ideas con una pluma en un papel amarillento que con sólo mirarlo se deshacía. Escribía puntos, y luego los tachaba. Dibujaba alguno que otro esquema que ocupaba el resto de la hoja, para después rayarlo entero y hacer una bola con ella y lanzarla lejos. Cogía otro papelucho en la misma condición, y repetía los pasos anteriores en un círculo vicioso que de a poco lo agobiaba. Simplemente no hallaba la solución, siempre encontraba un pero que le arruinaba todo su majestuoso plan. Y si no lo encontraba, lo inventaba por más descabellado que sonaba, porque en ese castillo cualquier excentricidad podía estar al alcance de la mano de cada una de las habitantes.
ESTÁS LEYENDO
A tu servicio, Reina
RomanceReina Otome es la reina de dieciséis años de Settelia que nunca quiso ser reina y que vive con amargura el mal chiste de su nombre. Un día, luego de rechazar a todos los hombres del reino que deseaban ser su guardia personal, recibe la visita de un...