Capitulo 4

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Se le antojaba la habitación demasiado caliente. Nathan se apartó las mantas y permaneció tumbado en la cama, con los brazos bajo la cabeza y la mirada prendida en el techo de la habitación de Steve. Desde que habían ido a buscar a Alyx al interior del mausoleo, Alexander le había obligado a dormir en la misma habitación que su amigo. Al principio había intentado protestar, pero su maestro se había encargado de quitarle las ganas de volver a hacerlo el resto de su vida.

Ladeó la cabeza y miró la espalda de Steve en la cama de al lado, únicamente separada por una pequeña mesilla. Se preguntó si estaría dormido, pero no estaba de humor para soportarlo tanto si lo despertaba como si lo molestaba al no estarlo. Contuvo un suspiro y giró la cabeza hacia la ventana. Steve le había prohibido rotundamente abrir la ventana. Eso había sido el primer día que Alexander los había puesto en la misma habitación y la primera noche en la que Nathan había hecho oídos sordos a sus órdenes y la había abierto. Se habían pasado toda la noche peleándose, abriendo y cerrando las ventanas. Al final, ninguno de los dos había dormido nada y su amigo estaba de peor humor que de costumbre. A la noche siguiente, Nathan descubrió que Steve se había encargado de sellarlas de alguna manera. Tras nueve intentos para abrirla, desistió de seguir haciendo el ridículo frente a un Steve que fingía estar leyendo un libro.

Sonrió. Por mucho que Steve pretendía mostrarse indiferente y fingir ser el mismo de antes, no podía engañar a nadie. Tras la muerte de Amanda y el rescate de Alyx, Nathan había comenzado a sospechar que el corazoncito de su amigo no se había secado completamente tras la muerte de sus padres como siempre había creído. Sí, había sentido la muerte de Amanda, al igual que él, pero ella no había pasado tanto tiempo con ellos como para que lo sucedido pudiera significar un cambio radical en sus vidas. No era la primera vez que veían una muerte y, aunque durante el poco tiempo que permanecieron juntos se sintió como un chico normal disfrutando de la vida diaria, su muerte, aunque de forma cruel, había sido simplemente otra más. O, al menos, era lo que quería creer. Para Steve era igual. Así que la única que podía haber sido la causante de ese cambio había tenido que ser Alyx. Sonrió más ampliamente. Sería divertido vivir para contemplar al torpe de su amigo en asuntos del corazón.

Miró el reloj y puso los ojos en blanco, exasperado. La una y veinticinco minutos. Otra noche interminable. Volvió a contemplar el techo con indiferencia. La traición de Rebeca seguía siendo una espina clavada y cada día que pasaba se le infectaba más y más. Apretó los dientes con fuerza. ¿Cómo podía haber estado tan ciego? ¿Por qué no había notado nunca nada extraño en aquella mujer? ¿Tan cerca estaba la admiración de la estupidez? Se giró furioso, tumbándose de lado y contempló nuevamente la ventana con ansiedad. Si lo intentase más en serio sería capaz de abrir la ventana. Había conseguido superar la claustrofobia desde que tenía cinco años, pero aún, a veces, volvía a darle ataques de ansiedad que solían disiparse al abrir la ventana y respirar el aire fresco de la calle. Desechó la posibilidad de abrirla a la fuerza con una de sus armas. Si no se relajaba, saldría un rato de la habitación.

Se dio la vuelta, mirando nuevamente la espalda de Steve. Su amigo seguía sin moverse. ¿Cuánto tiempo llevaba en aquella postura, dándole la espalda a propósito? Definitivamente no estaba dormido. ¿Habría ocurrido algo con Alyx? Se había comportado de forma muy extraña durante el regreso a casa de ella, parecía que había estado evitándola, o más bien, evitándose. ¿Qué habría sucedido? Miró fijamente el bulto que era su amigo entre las mantas. Si no fuera tan terriblemente insoportable, hasta se hubiera animado a preguntarle sobre lo ocurrido y le habría podido consolar y aconsejar, pero prefería dejarlo sólo con su sufrimiento. ¡A ver si languidecía de una vez! ¡Maldita sea! ¡Hasta había tenido razón con Rebeca!

Volvió a girarse. ¡Rebeca! ¡Siempre Rebeca! Todo había sido culpa de esa mujer ¡Amanda había muerto por su culpa! Incluso Alyx había tenido que pasar por todo por culpa de ella... y ellos... si no hubiera sido por Alexander ahora no estarían vivos... o al menos él no, ya que para Steve tenían otros planes. Y, encima, su maestro se encargaba de recordárselo cada vez que tenía la oportunidad. Una y otra vez, a cada cual de forma más perversa y, de vez en cuando, recordándole, de pasada, casi por casualidad, el que creyese que él era un traidor. Alexander no parecía estar muy dispuesto a dejar pasar nada de lo sucedido y, por lo visto, por ahora, tendrían que pagar por sus acciones el resto de sus existencias. ¿En qué momento había dejado de controlar su vida?

Ángeles Caídos (Cazadores 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora