Capítulo 20

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—¡Te juro que no pasó nada! ¡Ahora suéltame! —le grité histérica.

—No te creo —negó desinteresada mirando sus uñas. La pelirroja se encontraba sentada en frente de mí con las piernas cruzadas, disfrutando mi sufrimiento.

—¡Eso ya no es cosa mía! ¡Suéltame Bianca! —intenté soltarme pero ya me dolían las muñecas de tanto forcejear —como no me sueltes me van a sangrar las muñecas y moriré desangrentada.

—Ves demasiadas películas Bella.

—¡Tú sí que ves demasiadas películas! ¡Suéltame Bianca! En serio que ya me estoy enfadando.

Bufó.

—Te soltaré cuando me digas lo que pasó ayer a la noche con Eric —se inclinó un poco hacia mí y me miró a los ojos fijamente.

—¡Que no pasó nada, loca! Nos fuimos a casa.

—¿Juntos?

—Me llevó a mi casa y después se fue al suyo, o no sé lo que hizo después. ¡Suéltame!

—Bueno, vale. Te creo... —suspiró y me soltó.

Nada más quitarme las sogas, me acaricié las muñecas. Me dolían un montón y estaban un poco moradas. Definitivamente esta loca se había pasado.

—Tía te has pasado cuatro pueblos, me duelen como los mil demonios.

—Tampoco ha sido para tanto —se rió y la miré con el ceño fruncido.

—¿Que no ha sido para tanto? Mira cómo me has dejado las malditas muñecas Bianca. No es gracioso —le espeté antes de que saliera de su garaje.

—¡Está bien, perdóname! —salió detrás de mí.

La ignoré y me subí a mi moto.

—¡Bella!

Negué y arranqué la moto.

Está realmente loca.

(.../...)

Fui directa a la casa de Sandy. Realmente necesitaba hablar con ella, me había dejado totalmente confundida con lo que pasó anoche.

¿Por qué me besó?

¿Acaso es bisexual o lesbiana?

No sé por qué, pero siempre pensé que le gustaba mi hermano. Aunque sea un poco...

Aparqué la moto al lado de su casa y caminé hasta la entrada. Suspiré y antes de que me arrepentiera llamé a la puerta. Después de esperar unos largos segundos, cuando estaba a punto de irme abrieron la puerta.

—Hola Bella —me saludó la rubia alegre pero un poco confuso.

—Hola Sandy... —le devolví la sonrisa un poco incómoda.

—¿Se te olvidó ayer algo en la fiesta?

—Eh, no no...

—Oh, entonces... ¿en qué te puedo ayudar? —me preguntó sin perder la sonrisa.

—¿Podemos hablar un momento, por favor?

—Claro, pasa —se hizo a un lado para que pudiera pasar. La agradecí con una sonrisa y nos sentamos en el sofá —¿quieres algo?

—No, gracias.

Asintió y ambas nos quedamos en silencio.

—Bueno... tú me diras —alzó las cejas esperando a que hablara.

—Si veras... ¿te acuerdas ayer cómo jugamos a la botella?

—Si, por supuesto que lo recuerdo.

Tenías que ser túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora