15- Caleo

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Calipso se encuentra sentada en una mesa en solitario, dentro de un restaurante mexicano cerca del campus de su universidad. Podrías pensar que estando tan sola, ella estaría condenadamente aburrida quitándose los granos de la nariz  utilizando el aluminio de las servilletas como espejo. 

Pero aún en soledad, había encontrado algo con que distraerse... siendo más específicos, en alguien.

- ¡Leeeoooonidas, diez empanadas chilenas para la mesa 6! - Gritó la orden el cocinero, para luego volver dentro de la cocina y seguir con sus tareas.

Calipso tenía curiosidad por ver las empanadas chilenas que no provenían de chile, pero que tenían nombre chileno. En fin...

El chico latino es guapo de una forma desaliñada. Tiene unos rizos alocados sobre su cabeza, una mirada hiperactiva color marrón y un espíritu vivo y divertido que sacaba las sonrisas más brillantes a las personas más toscas y amargadas del lugar. Incluso había hecho reír al motociclista con un tatuaje de calaveras en llamas de la mesa del fondo. Dándole unos huevos con forma de calavera.

Ella observa que detiene a varios camareros para que no la atiendan, al parecer, solamente él quería tal deber.

- Señorita, ¿lo de siempre? - Le pregunta Leo con tonto sugerente, sostiene una libreta pequeña en sus manos y un bolígrafo para tomar su orden.

- Lo de siempre, claro. - Contestó ella con tono altanero, cruzando sus piernas y haciendo como si estuviera muy desinteresada de todo. - No vendría aquí por otra razón.

En respuesta, el latino sonrió de oreja a oreja para nada desanimado, como si Calipso hubiera inyectado adrenalina en sus venas y estuviera a punto de entrar en combustión para girar alrededor del restaurante como una bola de fuego feliz.

- Por supuesto, nadie pensaría que estás aquí para ver a un chico nada atractivo que lo único que sabe hacer en esta vida es hacer tacos.

- Así es. - Asintió, tratando de detener la sonrisa que quería escaparse de sus labios. - Totalmente ridículo.

- ¡De lo más ridículo! - Exclamó, para luego agregar. - Tanto como la idea de que una hermosa muchacha emprendedora y enigmática podría salir conmigo en un momento dado, solo por el simple hecho de que sé hacer tacos.

- Impensable. - Volvió a asentir, pero esta vez su voz fue más baja y tímida. Pestañeo incómoda en su lugar, así que se apresuró con su orden. - Dos tacos por favor, los mejores de la casa.

El chico era gracioso, ya lo había reconocido en el cuarto día que llevaba sentada aquí, en este mismo asiento. Lo vio alejarse con largas zancadas animadas, con su sonrisa y ojos brillando de entusiasmo.

~~~~~

- Su orden señorita.

La mano de Leo sujetando un plato con dos tacos, apareció detrás de ella rozando su hombro. Calipso aprovechó ese momento para oler su fragancia, que era una mezcla de pimienta y orégano, dándole más hambre de la que ya tenía. ¿Perfumes de Calvin Klein o de Antonio Banderas? Bah, este aroma era todo lo que una mujer necesitaba para ser seducida, aunque eso ella nunca lo admitiría.

Cuando ella viró levemente su rostro en su dirección, se encontró con su rostro a varios centímetros del suyo. Mirándola intensamente con adoración. Fue tan repentino, que Calipso se quedó rígida sin saber que hacer o qué decir a continuación.

- Muchas gracias. - Tan solo apartó la mirada, y observó con demasiado interés los tacos sobre su mesa.

Antes de que ella pudiera agarrar un taco y empezar a devorarlo, de súbito, un montón de confeti cae sobre su cabeza y encima de su mesa. Calipso ahoga una exclamación, lo único que sabe es que un montón de personas latinas estaban aplaudiendo con júbilo mirándola a ella.

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