Supongo que a veces echar de menos se bada en todo esos recuerdos que se quedan en nuestra memoria para siempre. Aquellos que ni quieren irse, ni queremos que se vayan.
Y os hablo de cuando echamos de menos a esas personas que se van sin querer, que nos dejan a medias y un poco más vacíos. Vacíos que nunca se llenaran, pasen los años que pasen. Ni siquiera entrando millones de recuerdos mas en nuestra memoria.
Que suerte tiene el cielo de tenerte, de todo el cariño que un día se quedó ahi, en nuestra memoria.
Y no es el dolor lo que duele. Lo que duele es el vacío que dejó al marcharse, y los rincones de la casa donde solias encontrartela cada tarde, el creer que vas a volver hacerlo. Lo que duelen son ver esas fotografias y pensar en todo lo que han cambiado las cosas.
Y la ausencia, ese hueco que queda en el corazón sin poder llenarlo nunca más.
Lo que duele son las lágrimas que se te escapan sin darnos cuenta cuando escuchamos su nombre. Lo que duele son todos los abrazos que nos quedaron por dar y los momentos que nos quedaron por vivir.
Lo que duele son las ganas de querer, simplemente, mirarla, hablarle, tocarle, y no poder hacerlo.
Pero que suerte la mía, de poder mirar a esa estrella y saber que sigues ahí.
