CAPÍTULO 2 †

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Por más acabado que esté, todavía perdurará.

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Apretó y convirtió sus manos en fuertes puños. Su mente fue invadida por millones de pensamientos vacilantes que surgían al presenciar tan dichosa escena, que fue suficiente grotesca y  bastante pesada como para soportar, sin embargo, la tolero.
Lucifer era el causante principal de este problema. Estaba claro, que la información acerca de Stefano era errónea. Y no dudaría tomar cartas en el  asunto, pues lo de hoy si había sido una perdida de valioso tiempo.

Miro a su alrededor, ver la suma  de demonios muertos que en batalla habían caído. Lo enfureció. Maldita sea, esto era hazaña de Lucifer. Si la balanza tomaba la decisión de investigar descubrirían que la cuenta estaba alterada y que ya no rige la misma cantidad de demonios en el infierno que antes. Lo que seria sin duda una buena noticia para el cielo, pues llevan las de ganar por el sobre paso de ángeles contra demonios. La balanza no dudaría en estar de su lado.

Balanza, eran los ángeles que custodiaban los números tanto de demonios como ángeles. Ya sean caídos, desterrados o en un bando respectivo.

Mammón los aborrecía con toda su alma oscura, por pertenecer a la balanza se creían los seres más poderosos del universo. Con sus dichosas alas de color azul, destacando. Ellos, si lo deseaban podían apresarte por cualquier causa, y desterrarte a un gran agujero que ni siquiera Dios y Lucifer podrían salvarte.
Desde la expulsión de los ángeles, estos habían tomado un papel importante. Dios les había brindado tal poder con el propósito de proteger y convencer a los ángeles desterrados a regresar al cielo.

Gruño como un perro con rabia, al ver lo que había provocado. No quería a esas basuras merodeando su infierno, sin jurisdicción alguna.

¿Stefano era aquel demonio vanidoso que debía asesinar? ¿Éste ser egoísta era el que quería abarcar mucho más poder que Lucifer?  Acababa de asesinar soldados demonios que podrían haber servido para una verdadera guerra, y no para un juego de niños como hoy sucedió, no quería pensar que esto solo se trataba de una cruel broma por parte de Lucifer. Declararle la guerra a un demonio menor por el hecho de pedir la renuncia para estar al lado de su mujer humana, la que  supuestamente dice amar con todo su corazón.

Hablaría con Lucifer.

—Manden a curar sus heridas, y las de los pocos solados que quedan con vida, busquen sobrevivientes. Dentro de un hora vendré a  juzgarlos y dictare la sentencia, los quiero presentables para el juicio. —les informo tosco Mammón. Y sin esperar respuesta invoco el lugar al que Lucifer estaría.

Y en un abrir y cerrar de ojos se encontró en el segundo infierno, donde el hedor a carne putrefacta y el aire árido invadían todo. Lucifer se encontraba en una cueva tenebrosa, donde solo una pequeña luz que se abría apenas sobresaliendo de un hueco entre las rocas, iluminaba débilmente a su alrededor. 

Hacia tiempo que el gran Lucifer se encontraba penando en esa fría cueva. Después de lo sucedido con ella, cambio tan drásticamente que abandono el primer infierno dejando su trono a la merced. Solo para dejarse destruir en esa cueva fría y abandonada.

—Supongo que ganaste — una voz seca hablo a sus espaldas.  Obligándolo a dar la vuelta.

—Siempre gano. — se limitó a decir.

Lucifer sonrió divertido, y camino hacia un improvisado y voluminoso semejante a un sillón hecho de rocas y espinas. Observo su andar tan elegante y pulcro. Su belleza única volviéndolo la criatura más perfecta creada a semejanza de Dios, lo hacían desvariar.

Mi perdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora