capitulo 2

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Un par de personas jadearon, sin duda gracias al hecho de que Keith
usara el término “Amante de los Vampiros”. Las palabras no eran tan
terribles por sí solas, pero juntas… bien, representaban una idea que era
básicamente un anatema para todo lo que los Alquimistas defendían. Luchábamos por
proteger a los humanos de los vampiros. Estar en asociación con esas criaturas era la
cosa más malvada de la que pudiéramos ser acusados. Incluso durante mi
interrogatorio anterior, los otros alquimistas habían sido muy cuidadosos con la
elección de su lenguaje.
El tratamiento de Keith era casi obsceno. Horowitz parecía furioso en mi nombre y
abrió la boca como si estuviera a punto de hacer una réplica mordaz. Luego de una
rápida mirada a Zoe y a mí, pareció reconsiderarlo y se quedó en silencio. Michaelson,
sin embargo, no pudo evitar murmurar—: Protégenos a todos. —Luego hizo la señal
contra el demonio.
Sin embargo, no eran los insultos de Keith lo que en realidad me molestaba (aunque
ciertamente lograban estremecerme). Era el anterior comentario descortés de Stanton
lo que lo hacía. Sabemos que solicitaste a Zoe.
¿Keith había solicitado a Zoe para ésta tarea? Mi decisión de mantenerla fuera de esto
crecía a pasos agigantados. La idea de ella alejándose con él me hacía apretar los
puños. Todos aquí podían pensar que Keith Darnell era alguna clase de chico de
portada, pero yo sabía que no era así. Ninguna chica —mucho menos mi hermana—
debería quedarse a solas con él.
—Keith —dijo Stanton, con una amable advertencia en su voz—. Puedo respetar sus
sentimientos, pero no estás en la posición de tomar esa decisión.
Él se ruborizó. —¡Palm Springs es mi lugar! Tengo todo el derecho de decidir lo que sucede en mi
territorio.
—Puedo entender por qué te siente de esa manera —dijo mi padre. Increíble. Si Zoe o
yo hubiéramos cuestionado su autoridad como Keith lo había hecho, nuestro padre no
hubiera dudado en decirnos nuestros “derechos”… o más bien, nos hubiera dicho que
no teníamos ninguno. Keith se había quedado con mi familia durante un verano —los
jóvenes alquimistas hacían eso algunas veces mientras entrenaban— y mi padre había
empezado a considerarlo como el hijo que nunca había tenido. Incluso entonces, había
habido un doble estándar entre Keith y nosotros. El tiempo y la distancia
aparentemente no habían acabado con eso.
—Palm Springs puede ser tu lugar —dijo Stanton—, pero ésta tarea viene de lugares en
la organización que van mucho más allá de tu alcance. Eres esencial para la
coordinación, sí, pero de ninguna manera eres la autoridad de éste lugar. —A
diferencia de mí, sospechaba que Stanton había golpeado a algunas personas en su día
y creo que ahora quería hacer eso con Keith. Era divertido que se volviera mi
defensora, ya que estaba bastante segura que no se creía del todo mi historia de usar a
Rose para avanzar en mi carrera.
Keith se había calmado visiblemente, de forma sabia se había dado cuenta que una
rabieta infantil no lo llevaría a ningún lado.
—Entiendo. Pero simplemente estoy preocupado por el éxito de ésta misión. Conozco
a las dos chicas Sage. Incluso antes del “incidente” de Sydney, tenía serias
preocupaciones sobre ella. Sin embargo, supuse que crecería lejos de ellas, de manera
que no me molesté en decir nada en ese entonces. Ahora veo que estaba equivocado.
En ese entonces, de verdad pensé que Zoe hubiera sido una elección mucho mejor para
la posición de la familia. Sin ofender, Jared. —Le dio a mi padre lo que se suponía que
debía ser una sonrisa encantadora.
Mientras tanto, se me hacía más y más difícil esconder mi incredulidad.
—Zoe tenía once años cuando te quedaste con nosotros —dije—. ¿Cómo podrías
haber sacado esas conclusiones? —No creí ni por un instante el hecho de que se
hubiera “preocupado” por mí en ese entonces. No, tachen eso. Probablemente se había
preocupado el último día que estuvo con nosotros, cuando lo confronté por un oscuro
secreto que había estado escondiendo. El cual, estaba casi segura, estaba relacionado
con todo esto. Él quería que me quedara callada. Mis aventuras con Rose eran
simplemente una excusa para sacarme de su camino. —Zoe siempre fue adelantada para su edad —dijo Keith—. Algunas veces
simplemente podías darte cuenta de eso.
—¡Zoe nunca ha visto a un Strigoi, y mucho menos un Moroi! Probablemente se
congelaría si lo hiciera. Es lo que sucede con la mayoría de los alquimistas —señalé—.
A quien sea que envíes tiene que ser capaz de estar alrededor de ellos, y sin importar lo
que pienses de mis razones, estoy acostumbrada a ellos. No me agradan, pero sé cómo
tolerarlos. Zoe no ha tenido nada salvo las instrucciones más básicas… y todo eso ha
sido en casa. Todos siguen diciendo que es una tarea seria. ¿De verdad quieres
arriesgar el resultado por la inexperiencia y temores sin comprobar?
Terminé, orgullosa de mí misma por mantenerme calmada y construir un argumento
tan razonable.
Barnes se movió inquietamente.
—Pero si Keith tenía dudas hace algunos años…
—El entrenamiento de Zoe probablemente sea lo suficiente como para sobrevivir
—dijo mi padre.
¡Hace cinco minutos, mi padre había aprobado que fuera yo en su lugar! ¿Había
siquiera alguien aquí que estuviera escuchándome? Es como si fuera invisible ahora
que Keith estaba aquí. Horowitz había estado ocupado limpiando y guardando sus
instrumentos de tatuajes pero tuvo tiempo de levantar la mirada para burlarse del
comentario de Barnes.
—Tú dijiste las palabras mágicas: “hace años”. Keith no pudo haber sido mucho más
viejo de lo que estas chicas son ahora. —Horowitz cerró su caja de herramientas y se
inclinó casualmente contra la pared, con los brazos cruzados—. No dudo de ti, Keith.
No exactamente. Pero no estoy completamente seguro de que puedas basar tu opinión
sobre ella en recuerdos de cuando eran niños.
Si entendía la lógica de Horowitz, estaba diciendo que yo seguía siendo una niña, pero
no me importaba. Él había expuesto sus comentarios de una manera muy sencilla y sin
mayores esfuerzos, sin embargo, había dejado a Keith luciendo como un idiota. Keith
también lo sabía, y se puso de un rojo brillante. —Yo coincido —dijo Stanton, que claramente se estaba volviendo impaciente—.
Sydney de verdad desea esto y sólo unos pocos consideran que esto significa que ella
realmente tendrá que vivir con un vampiro.
¿Desearlo de verdad? No exactamente. Pero sí quería proteger a Zoe a cualquier precio
y restablecer mi credibilidad. Si eso significaba frustrar a Keith Darnell, entonces que
se…
—Esperen —dije, repitiendo las palabras de Stanton—. ¿Dijiste vivir con un vampiro?
—Sí —dijo Stanton—. Aunque se esté escondiendo, la chica Moroi aún debe guardar
la apariencia de una vida normal. Supuse que mataríamos dos pájaros de un solo tiro y
la pondríamos en un internado privado. Haciéndonos cargo de su educación y
alojamiento. Haremos arreglos para que sea tu compañera de habitación.
—¿Eso no significaría...eso no significaría que tendría que ir a la escuela? —pregunté,
sintiéndome ahora un poco confundida—. Ya me gradué. —Al menos de la
preparatoria. Le había dejado claro muchas veces a mi padre que me encantaría ir a la
universidad. Él también ha dejado en claro que sentía que eso no era necesario.
—¿Ven? —dijo Keith, saltando ante la oportunidad—. Ella es muy vieja. Zoe tiene
mayores oportunidades gracias a la edad.
—Sydney puede hacerse pasar por una estudiante de último año. Tiene la edad
adecuada. —Stanton me echó un vistazo—. Además, fuiste educada en casa, ¿verdad?
Esta será una nueva experiencia para ti. Puedes ver lo que te estabas perdiendo.
—Probablemente será fácil para ti —dijo mi padre a regañadientes—. Tu educación
fue superior a cualquiera que puedan ofrecer. —Bonito cumplido ambiguo, papá.
Tenía miedo de demostrar cuán preocupada me tenía este trato. Mi determinación
para velar por Zoe y por mí no había cambiado, pero las complicaciones sólo seguían
creciendo. Repetir la preparatoria. Vivir con un vampiro. Mantenerla en protección de
testigos. Y aunque había hablado de cuán cómoda me sentía alrededor de los
vampiros, el pensamiento de compartir la habitación con uno —incluso con uno
aparentemente benigno como Jill— era desconcertante. Otra aflicción se me ocurrió.
—¿Serás tú un estudiante encubierto también? —le pregunté a Keith. La idea de
prestarle mis notas de clases me regresó la sensación de nauseas. —Por supuesto que no —dijo él, sonando ofendido—. Soy muy viejo. Seré el Enlace de
Misión del Área Local. —Estaba dispuesta a apostar que se había inventado ese título en
este momento—. Mi trabajo es ayudar a coordinar las tareas y reportarlo a nuestros
superiores. Y no voy a hacerlo si ella es la que esté allí. —Miró de rostro en rostro
mientras pronunciaba esa última línea, pero no había dudas de quién era ella. Yo.
—Entonces no lo hagas —dijo Stanton rotundamente—. Sydney irá. Esa es mi
decisión y lo discutiré con cualquier autoridad superior que usted desee. Si está tan en
contra de su ubicación, Sr. Darnell, yo personalmente veré que sea transferido de Palm
Spring y no tenga que tratar con ella en absoluto.
Todos los ojos se volvieron hacia Keith y él vaciló. Ella lo había hecho caer en un una
trampa, me di cuenta. Tenía que imaginarme que con su clima, Palm Spring no veía
mucha actividad vampírica. El trabajo de Keith probablemente era muy fácil, mientras
que cuando yo trabajaba en St. Petersburgo, constantemente tenía que estar realizando
control de daños. Ese lugar era el cielo de los vampiros, igual que otros lugares en
Europa y Asia que mi padre me había llevado a visitar. Ni siquiera me hagan
comenzar con Praga. Si Keith era transferido, correría el riesgo no sólo de obtener una
mayor cantidad de trabajo sino que también estaría ubicado en una posición peor.
Porque a pesar de que Palm Spring no fuera deseable para los vampiros, sonaba
asombroso para los humanos.
El rostro de Keith confirmó la mayor parte. No quería dejar Palm Springs.
—¿Qué tal si ella va y tengo razones para volver a sospechar de su traición?
—Entonces la reportas —dijo Horowitz, moviéndose incómodo. Obviamente no
estaba impresionado con Keith—. Igual que cómo harías con cualquiera.
—Puedo aumentar algo del entrenamiento de Zoe mientras tanto —dijo mi padre, casi
como una disculpa hacia Keith. Era obvio de qué lado estaba mi padre. Y no era el
mío. Ni siquiera el de Zoe, en realidad—. De forma que, si encuentras fallas con
Sydney, podemos reemplazarla.
Todo el vello se me erizó ante la idea de que fuera Keith quien decidiera si tenía fallas,
pero eso no me molestaba tanto como el hecho de pensar que Zoe seguía atada a esto.
Si mi padre la estaba teniendo en espera, significaba que ella aún no estaba fuera de
peligro. Los alquimistas podrían seguir teniendo sus anzuelos sobre ella… al igual que
Keith. Prometí entonces que sin importar lo que costara, incluso si tenía que alimentarlo con uvas una por una, me aseguraría de que Keith no tuviera motivos para
dudar de mi lealtad.
—Bien —dijo él, la palabra parecía causarle mucho dolor—. Sydney puede ir… por
ahora. Pero te estaré vigilando. —Dirigió su mirada a mí—. Y no voy a cubrirte. Serás
responsable de mantener a esa chica vampira a raya y llevarla a sus alimentaciones.
—¿Alimentaciones? —pregunté sin expresión. Por supuesto. Jill necesitaría sangre. Por
un momento, toda mi seguridad flaqueó. Era fácil hablar sobre salir con vampiros
cuando ninguno estaba alrededor. Más fácil aun cuando no pensabas en lo que
convertía a los vampiros en quienes eran. La sangre. Esa necesidad terrible y
antinatural que llenaba su existencia. Un terrible pensamiento se apareció en mi
mente, desvaneciéndose tan rápido como llegó. ¿Se supone que debo darle mi sangre? No.
Eso era ridículo. Esa era la línea que los alquimistas nunca cruzarían. Tragando, traté
de superar mi breve momento de pánico—. ¿Cómo planean alimentarla?
Stanton asintió hacia Keith.
—¿Podrías explicar? —Creo que ella le estaba dando la oportunidad de sentirse
importante, como una forma de remediarlo por su previa derrota. Él lo siguió.
—Sólo sabemos de un Moroi viviendo en Palm Springs —dijo Keith. Mientras
hablaba, noté que su cabello rubio despeinado estaba prácticamente cubierto de gel.
Esto le daba un pequeño brillo que no pensé que fuera atractivo en absoluto. Además
no confiaba en ningún chico que usara más productos para el estilo que yo. Y si me lo
preguntas, creo que él está loco. Pero es inofensivamente loco… en la medida en que
cualquiera de ellos pueda ser inofensivo—. Él es este anciano recluso que vive en las
afueras de la ciudad. Cortó relaciones con el gobierno Moroi y no está asociado con
ninguno de ellos, así que no le dirá a nadie que ustedes están aquí. Pero más
importante aún, tiene un alimentador que está dispuesto a compartir.
Fruncí el ceño.
—¿Realmente queremos que Jill esté cerca de alguien que está en contra del gobierno
Moroi? Todo el propósito de esto es mantenerlos estables. Si le presentamos un
rebelde, ¿cómo sabemos que no tratará de usarla?
—Ese es un excelente punto —dijo Michaelson, pareciendo sorprendido de admitirlo. No había tenido la intención de socavar a Keith. Mi mente simplemente había saltado
adelante en la manera que lo había hecho, detectando un problema potencial y
señalándolo. Por la mirada que me dirigió, sin embargo, era como si hubiera tratado
de desacreditar su declaración a propósito y lo hubiera hecho lucir mal.
—No le diremos quién es, obviamente —dijo, con un destello de ira en sus ojos—. Eso
sería estúpido. Y él no es parte de ningún grupo. No es parte de nada. Está convencido
de que los Moroi y sus guardianes lo decepcionaron, de manera que no quiere tener
nada que ver con ellos. Le he transmitido la historia de cómo la familia de Jill tiene los
mismos sentimientos antisociales, por lo que se mantiene comprensivo.
—Tienes razón al ser precavida, Sydney —dijo Stanton. Hubo una mirada de
aprobación en sus ojos, como si estuviera complacida de haberme defendido. Esa
aprobación significaba mucho para mí, considerando cuán feroz parecía siempre—.
No podemos asumir nada de ellos. Aunque también verificaremos a este Moroi con
Abe Mazur, quién coincidirá en si es lo suficientemente inofensivo o no.
—¿Abe Mazur? —se mofó Michaelson, rascándose su barba gris—. Sí. Estoy seguro de
que es un experto en decir quién es inofensivo y quién no.
Mi corazón se sacudió con el nombre, pero intenté no demostrarlo. No reacciones, no
reacciones, le ordené a mi rostro. Después de una profunda respiración, pregunté muy,
muy cuidadosamente.
—¿Es Abe Mazur el Moroi que estará con Jill? Lo conozco de antes… pero pensé que
habían dicho que era un Ivashkov quien la acompañaría. —Si Abe Mazur estaba de
residente en Palm Springs, podría alterar las cosas significativamente.
Michaelson bufó.
—No. Nunca te enviaríamos con Abe Mazur. Él simplemente ha estado ayudando con
la organización del plan.
—¿Qué es eso tan malo sobre Abe Mazur? —preguntó Keith—. No sé quién es él.
Estudié a Keith muy de cerca mientras hablaba, buscando algún rastro de decepción.
Pero, no. Su rostro era toda inocencia, abiertamente curioso. Sus ojos azules —o mejor
dicho, su ojo— sostenía una extraña mirada de confusión, contrastando con la usual
arrogancia de sabelotodo. El nombre de Abe no significaba nada para él. Exhalé una
respiración que no sabía que hubiera estado conteniendo. —Un bribón —dijo rotundamente Stanton—. Él sabe mucho sobre cosas de las que no
debería saber. Es útil, pero no confío en él.
¿Un bribón? Eso era una descripción insuficiente. Abe Mazur era un Moroi cuyo
apodo en Rusia —Zmey, la serpiente— lo decía todo. Abe me había hecho un montón
de favores, unos que había pagado a un riesgo considerable para mí misma. Parte de
esa retribución había sido ayudar a escapar a Rose. Bueno, él lo llamaba retribución,
yo lo llamaba chantaje.
No tenía intenciones de volverme a cruzar con él, principalmente porque estaba
preocupada de lo que pediría a continuación. La parte frustrante era que no había
nadie a quién pudiera acudir por ayuda. Mis superiores no reaccionarían bien al saber
eso, en adición a todas mis otras actividades a solas con vampiros, ya que me
encontraba haciendo tratos con ellos.
—No se debe confiar en ninguno de ellos —señaló mi padre. Luego hizo el signo
alquimista contra el mal, dibujando una cruz en su hombro izquierdo con su mano
derecha.
—Sí, bueno, Mazur es peor que la mayoría —dijo Michaelson. Ahogó un bostezo,
recordándonos a todos que era media noche—. Entonces, ¿estamos todos listos?
Hubo murmullos de asentimiento. La tormentosa expresión de Keith mostraba cuán
descontento estaba por no salirse con la suya, pero no hizo ningún otro intento por
evitar que fuera.
—Supongo que ahora podemos marcharnos en cualquier momento —dijo.
Me tomó un segundo darme cuenta de que “nosotros” significaba él y yo.
—¿Ahora mismo? —pregunté incrédula.
Él se encogió de hombros.
—Los vampiros pronto estarán en camino. Necesitamos asegurarnos de que todo esté
listo para ellos. Si conducimos ahora, podremos estar allí mañana en la tarde.
—Estupendo —dije secamente. Un viaje por la carretera con Keith. Ugh. ¿Pero qué
más podía decir? No tenía elección sobre esto, e incluso si la tuviera, no estaba en posición de negarme a nada que los alquimistas me pidieran. Jugué con cada carta que
tenía esta noche y tenía que creer que estar con Keith era mejor que un centro de re-
educación. Además, acababa de pelear una fuerte batalla para probarme a mi misma y
liberar a Zoe. Tenía que seguir demostrando que estaba dispuesta a todo.
Mi padre me envió a empacar con la misma vivacidad que me había ordenado que me
pusiera presentable anteriormente. Dejé a los demás hablando y me escurrí
calladamente hacia mi habitación, todavía consciente de mi madre dormida. Era una
experta en empacar rápida y eficientemente, gracias a los viajes sorpresa a los cuales
mi papá me había llevado durante toda mi infancia. De hecho, siempre tenía una bolsa
con artículos de aseo lista para salir. El problema no era tanto la velocidad si no
preguntarme cuánto debía empacar. La duración de esta tarea no había sido
especificada y tenía el inquieto sentimiento de que en realidad nadie lo sabía.
¿Estábamos hablando de unas cuantas semanas? ¿Un año escolar entero? Había
escuchado a alguien mencionar que los Moroi querían revocar la ley que ponía en
peligro a Jill, pero eso parecía como el tipo de proceso legal que tomaría un tiempo.
Para hacer las cosas aún peor, ni siquiera sabía qué ponerme para la escuela. De la
única cosa que estaba segura era que el clima sería cálido. Y terminé empacando diez
de mis atuendos más ligeros y que esperaba pudiera ser capaz de lavar.
—¿Sydney?
Estaba guardando mi laptop en un bolso de mensajero cuando Zoe apareció en mi
puerta. Había rehecho sus trenzas por lo que estaban más pulidas y me pregunté si
había sido un intento por impresionar a nuestro padre.
—Hey —dije sonriéndole. Se deslizó dentro de la habitación y cerró la puerta detrás de
ella. Estaba agradecida de que hubiera venido a decir adiós. La extrañaría y quería que
supiera que…
—¿Por qué me hiciste eso? —preguntó antes de que yo pudiera hablar—. ¿Sabes cuán
humillada estoy?
Estuve desconcertada, sin palabras durante un momento.
—Yo… ¿de qué estás hablando? Estaba tratando de…
—¡Me hiciste sonar incompetente! —dijo ella. Estaba atónita al ver el atisbo de
lágrimas en sus ojos—. ¡Dijiste que no tenía experiencia y que no podía manejar lo que
papá y tú hacían! Parecía una idiota en frente de todos esos alquimistas. Y Keith. —Keith Darnell no es alguien que tengas que preocuparte por impresionar —dije
rápidamente, tratando de controlar mi temperamento. Viendo su tormentoso rostro,
suspiré y rememoré la conversación en el estudio. No había tratado de hacer lucir mal
a Zoe tanto como trataba de hacer todo para asegurarme de que fuera a mí a la que
enviaran. No sabía que ella se lo tomaría de este modo—. Mira, no estaba tratando de
avergonzarte. Estaba tratando de protegerte.
Soltó una risa hosca, y el odio sonó extraño viniendo de alguien tan gentil como Zoe.
—¿Así es cómo lo llamas? ¡Incluso dijiste que estabas tratando de obtener un ascenso!
Hice una mueca. Si, lo había dicho. Pero difícilmente podría decirle la verdad. Ningún
humano sabía la verdad sobre por qué ayudé a Rose. Estar mintiéndole a mi propia
especie —especialmente a mi hermana— me afligía, pero no había nada que pudiera
hacer. Como siempre, me sentí atrapada en el medio. Así que, evadí el comentario.
—Nunca tuviste intenciones de ser un alquimista —dije—. Hay mejores cosas para ti
allá fuera.
—¿Porque no soy tan inteligente como tú? —preguntó—. ¿Porque no hablo cinco
idiomas?
—Eso no tiene nada que ver —espeté—. Zoe, eres maravillosa, ¡y probablemente serías
una alquimista grandiosa! Pero créeme, la vida de un alquimista… no quieres ser parte
de esto. —Quería decirle que lo odiaría. Quería decirle que nunca sería responsable de
su futuro o de volver a tomar decisiones por sí misma. Pero mi sentido del deber me
prevenía, de manera que permanecí callada.
—Lo haría —dijo ella—. Ayudaría a protegernos de los vampiros… Si papá quisiera
que lo hiciera. —Su voz se quebró un poco y de repente me pregunté qué estaba
alimentando realmente su deseo de ser alquimista.
—Si quieres acercarte a papá, busca otro modo. Los alquimistas pueden ser buenos al
principio, pero una vez que estás dentro, te poseen. —Deseaba poder explicarle cómo
se sentía—. No quieres esta vida.
—¿Porque la quieres toda para ti? —preguntó. Ella era unas cuantas pulgadas más
pequeña que yo, pero estaba tan llena con tanta ira y ferocidad en este momento que
parecía poseer la habitación. —¡No! Yo no… tú no entiendes —dije finalmente, quería tirar mis manos con
exasperación pero me contuve, como siempre.
La mirada que ella me dirigió casi me convierte en hielo.
—Oh, creo que entiendo perfectamente. —Se volteó abruptamente y se apresuró a la
puerta, logrando moverse silenciosamente. Su miedo por nuestro padre superaba su
enojo contra mí.
Miré a dónde ella había estado y me sentí terrible. ¿Cómo podía pensar que en realidad
estaba tratando de robarle toda su gloria y hacerla lucir mal? Porque eso es exactamente lo
que dijiste, me señaló una voz en mi interior. Supuse que era cierto, pero nunca esperé
que se ofendiera. No sabía que ella tenía algún interés en volverse alquimista. Incluso
ahora, me pregunté si su deseo era más por ser parte de algo y probarse a sí misma ante
nuestro padre, que por su deseo de ser escogida para esta tarea.
Cualquiera que fueran sus razones, ahora no había nada que hacer. Puede que no me
gustara la forma ruda en que los alquimistas habían tratado conmigo, pero seguía
creyendo ferozmente en lo que ellos estaban haciendo para proteger a los humanos de
los vampiros. Y definitivamente creía en mantener a Jill a salvo de su propia gente si
eso significa evitar una guerra civil masiva. Podía hacer este trabajo y podía hacerlo
bien. Y Zoe… ella sería libre para perseguir lo que sea que quisiera para su vida.
—¿Por qué tardaste tanto? —preguntó mi padre en el momento en que regresé al
estudio. Mi conversación con Zoe me había retrasado un par de minutos, para él, dos
minutos era demasiado. No traté de responderle.
—Estoy lista para irme cuando sea que tú lo estés —me dijo Keith. Su humor debió
haber cambiado mientras estuve arriba. Ahora la simpatía brotaba de él, tan fuerte que
era una maravilla que nadie más notara lo falsa que era. Aparentemente había decido
intentar tener una actitud más agradable a mi alrededor, tal vez con la esperanza de
impresionar a los otros o de lamerme el trasero con tal de que no revelara lo que sabía
de él. Incluso mientras usaba esa sonrisa plástica, había una rigidez en su postura y en
la forma cómo cruzaba sus brazos que me decía —si nada más— que no estaba más
feliz que yo con respecto al hecho de estar juntos—. Incluso puedo manejar la mayor
parte del tiempo —No me importa hacer mi aporte —dije, tratando de evitar hacer contacto con su ojo
de vidrio. Tampoco estaba muy cómoda al ser conducida por alguien con una
profunda y defectuosa percepción.
—Me gustaría hablar con Sydney en privado antes de que se vaya, si eso está bien
—dijo mi padre.
Nadie tuvo un problema con eso por lo que me guió hacia la cocina, cerrando la puerta
detrás de nosotros. Nos quedamos en silencio durante un momento, simplemente
mirándonos el uno al otro con los brazos cruzados. De repente me atreví a tener
esperanza de que tal vez me dijera cuánto sentía cómo habían salido las cosas entre
nosotros los dos últimos meses, que me perdonaba y me amaba. Honestamente,
hubiera sido feliz si simplemente hubiera querido una despedida privada y fraternal.
Me miró detenidamente, sus ojos cafés tan idénticos a los míos. Esperaba que los míos
nunca tuvieran una mirada tan fría en ellos.
—No tengo que decirte cuán importante es esto para ti, para todos nosotros.
Mucho afecto paternal.
—No, señor —dije—. No tiene que hacerlo.
—No creo que puedas deshacer la desgracia que trajiste cuando huiste con ellos, pero
este es un paso en la dirección correcta. No estropees esto. Estás siendo probada. Sigue
tus órdenes. Mantén a la chica Moroi fuera de problemas. —Suspiró y pasó una mano
por su cabello rubio oscuro, el cual yo también había heredado. Extraño, pensé, que
tuviéramos tantas cosas en común… y sin embargo fuéramos completamente
diferentes—. Gracias a Dios que Keith está contigo, sigue su ejemplo. Él sabe lo que
está haciendo.
Me puse tensa. Una vez más, había una nota de orgullo en su voz, como si Keith fuera
la cosa caminante más grandiosa del mundo. Mi padre había visto que mi
entrenamiento era meticuloso, pero cuando Keith se había quedado con nosotros, mi
padre lo había llevado a él a las lecciones y viajes a los que yo nunca había ido. Mi
hermana y yo habíamos estado furiosas. Siempre sospechamos que nuestro padre se
arrepentía de haber tenido solamente hijas y esa había sido la prueba. Pero no eran
celos los que ahora hacían que mi sangre hirviera y mis dientes se apretaran. Por un momento, pensé, ¿Qué tal si le digo lo que sé? ¿Qué pensaría entonces de su chico
dorado? Pero mirando a los ojos de mi padre, respondí mi propia pregunta: Nadie me
creería. Eso fue inmediatamente seguido por el recuerdo de otra voz y una niña
asustada, un rostro suplicante mirándome con sus ojos grandes y marrones: No lo digas,
Sydney. Sin importar lo que hagas, no reveles lo que hizo Keith. No le digas a nadie. No podía
traicionarla de esa forma.
Mi padre seguía esperando por una respuesta. Tragué y asentí.
—Sí, señor.
Él alzó sus cejas, claramente complacido y me dio una fuerte palmada en el hombro.
Era lo más cercano a lo que había llegado en cuanto a verdadero afecto. Me encogí,
ambos sorprendidos por cuán rígida estaba yo con frustración.
—Bien. —Se movió hacia la puerta de la cocina y luego se detuvo para mirarme—. Tal
vez aún haya esperanza para ti.

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