Capitulo 6

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Ⴒara ser justos, el día empezó genial.
Los rayos del sol entraban a través de la ventana cuando nos
despertamos, y ya podía sentir el calor aunque era temprano por la mañana. Escogí el
conjunto más ligero de la selección de uniformes: una falda gris, combinada con una
blusa blanca de manga corta. La “joyería simple” estaba permitida, así que mantuve la
cruz de oro. Mi pelo estaba teniendo uno de esos días difíciles, lo que parecía ocurrir
más seguido que nunca en este nuevo clima. Deseaba poder ponerlo en una cola de
caballo como lo hacía Jill, pero tenía demasiadas capas como para que quedara bien.
Mirando hacia el punto en que los mechones de diferentes longitudes tocaban mis, me
pregunté si ya era tiempo de dejarlo crecer.
Después de un desayuno en el que ninguna de nosotras comió realmente, nos subimos
al autobús hacia el Campus central, el cual estaba repentinamente lleno de gente. Sólo
un tercio de los estudiantes estaban internados. El resto eran locales, y habían
aparecido todos hoy. Jill apenas habló a lo largo del viaje, y parecía estar enferma otra
vez. Era difícil de decir, pero pensé que se veía más pálida de lo usual. Sus ojos estaban
enrojecidos una vez más y tenía grandes ojeras. Me había levantado una vez en la
noche, y la había visto dormir profundamente, así que no sabía bien cuál era el
problema. Esas ojeras eran, en realidad, la primera falla que veía en la piel de un
Moroi… ésta siempre era perfecta, como de porcelana. No era de extrañar que, por lo
general, pudiera dormir hasta tarde. Ella no tenía que preocuparse por el polvo, ni por
el corrector que yo usaba.
A medida que la mañana avanzaba, Jill continuó mordiendo su labio y luciendo
preocupada. Tal vez sólo estaba preocupada por sumergirse en un mundo poblado
completamente por humanos. No parecía muy preocupada por la logística de llegar a
los salones correctos y terminar el trabajo. Ese era el aspecto que más me asustaba.
Sólo ve de una clase a otra, me dije a mi misma. Eso es todo lo que tienes que hacer. Mi primera clase era Historia Antigua. Eddie también estaba en ella, y prácticamente
corrió hacia mí cuando me vio.
—¿Está bien? ¿La has visto?
—Bueno, compartimos una habitación, así que sí. —Nos sentamos en escritorios
vecinos. Le sonreí a Eddie—. Relájate. Ella está bien. Parecía nerviosa, pero realmente
no puedo culparla.
Asintió con la cabeza, pero aún lucía desconcertado. Puso toda su atención al frente
del salón cuando apareció la profesora, pero había una agitación en él mientras se
sentaba ahí, como si apenas pudiera evitar saltar e ir en busca de Jill.
—Bienvenidos, Bienvenidos. —Nuestra instructora era una mujer alrededor de los
cuarenta, de cabello negro y canas, con suficiente energía como para rivalizar con
Eddie, y si su taza gigante de café era una indicación, no era difícil descubrir el por
qué. También estaba un poco celosa, y deseaba que se nos permitiera tener bebidas en
clase, ya que en la cafetería no servían café. No sabía cómo iba a sobrevivir los
próximos meses libre de cafeína. Su guardarropa favorecía el estilo de los rombos.
—Soy la señora Sra. Terwilliger, su ilustre guía en el maravilloso viaje que es la
historia antigua —dijo con una voz profunda y solemne, que hizo que algunos de mis
compañeros soltaran unas risitas. Hizo un gesto a un joven que estaba estado tras de
ella, cerca del gran escritorio. Había estado observando la clase con una expresión
aburrida, pero cuando ella se giró hacia él, se animó inmediatamente.
—Y este es mi ayudante, Trey, a quien creo que algunos de ustedes ya conocen. Trey
será mi asistente para este periodo, así que estará en su mayoría merodeando por las
esquinas y llenando papeles. Pero deberán ser agradables con él, pues podría ser él
quien ponga sus calificaciones en mi computadora.
Trey dio un pequeño saludo y sonrió a algunos de sus amigos. Tenía la piel
profundamente bronceada y cabello negro, cuya longitud bordeaba el límite del código
de vestimenta.
El bien planchado uniforme de Ambrewood, daba la ilusión de que era todo un
hombre de negocios, pero había un brillo travieso en sus ojos que me hacía creer que
realmente no se tomaba en serio el ser un ayudante. —Ahora —continuó la señora Terwilliger—. La historia es importante, porque nos
enseña sobre el pasado. Y aprendiendo sobre el pasado, se llega a entender el presente,
de forma que así, puedan tomar decisiones inteligentes en el futuro.
Hizo una pausa dramática para dejar que esas palabras se filtraran. Una vez que estuvo
convencida que las habíamos acogido, se movió hacia una computadora portátil que
estaba conectada a un proyector. Oprimió algunas teclas, y una imagen de un edificio
con columnas blancas apareció en la pantalla en la parte delantera de la habitación.
—Ahora, ¿alguien puede decirme que es esto?
—¿Un templo? —dijo alguien.
—Muy bien, ¿señor…?
—Robinson —respondió el chico.
La Sra. Terwilliger sacó un portapapeles y revisó la lista.
—Ah, ahí está. Robinson Stephanie.
—Stephan —corrigió el chico, sonrojándose cuando sus amigos se rieron.
La Sra. Terwilliger empujó sus gafas hacia abajo y entorno los ojos.
—Muy cierto. Gracias a Dios. Estaba pensando cuán difícil debe ser su vida con ese
nombre. Mis disculpas. Rompí mis lentes en un extraño accidente en un juego de
croquet esta semana, lo que me forzó a traer los viejos hoy. Así que, Stephan-no-
Stephanie, tiene razón. Es un templo. ¿Puede ser más específico?
Stephan negó con la cabeza.
—¿Alguien más puede ofrecer una idea?
Cuando la Sra. Terwilliger sólo encontró silencio, respiré hondo y levanté la mano.
Hora de ver cómo se sentía ser un verdadero estudiante. Ella hizo un asentimiento con
su cabeza.
—Es el Partenón, señora. —De hecho, lo es —dijo ella—. ¿Y su nombre es?
—Sydney.
—Sydney… —Comprobó en el portapapeles y levantó la mirada, asombrada—.
¿Sydney Melbourne? Mi Dios, no suena como una australiana.
—Er, es Sydney Melrose, señora —la corregí.
La señora Terwilliger frunció el ceño, y le entregó el portapapeles a Trey, quien parecía
creer que mi nombre era la cosa más graciosa del mundo.
—Encárguese usted Señor Juarez, sus jóvenes ojos son mejores que los míos. Si sigo
haciendo esto, seguiré cambiando a los hombres por mujeres, y a las perfectas y
amables señoritas en descendientes de criminales. Entonces. —La señora Terwilliger se
enfocó de nuevo en mí—. El Partenón. ¿Sabes algo sobre ello?
El resto me estaba observando, la mayoría con curiosidad amigable, pero aún sentía la
presión de ser el centro de atención. Enfocándome únicamente en la Sra. Terwilliger,
dije: —Es parte de la Acrópolis, señora. En Atenas. Fue construido en el siglo quinto.
a.C.
—No necesita llamarme señora —me dijo la Sra. Terwilliger—. Aunque es refrescante
tener un poco de respeto de vez en cuando. Y respondió brillantemente.
Observó al resto del salón.
—Ahora, díganme esto. ¿Por qué en la tierra debería importarnos Atenas, o cualquier
cosa que se llevó a cabo hace mil quinientos años? ¿Cómo puede ser relevante para
nosotros hoy en día?
Más silencio e intercambio de miradas. Cuando el insoportable silencio se prolongó
durante lo que parecieron horas, comencé a levantar mi mano de nuevo. La Sra.
Terwilliger no lo notó y miró hacia Trey, quien descansaba sus pies sobre el escritorio
de la profesora. El chico instantáneamente bajó las piernas, y se enderezó.
—Señor Juarez —declaró la Sra. Terwilliger—, hora de ganar su manutención. Tomó
esta clase el año pasado. ¿Puede decirme por qué los eventos de la antigua Atenas son
relevantes para nosotros hoy? Si no lo sabe, entonces, tendré que llamar a la señorita Melbourne de nuevo. Ella luce como si supiera la respuesta, y piense lo vergonzoso
que sería para usted.
Los ojos de Trey destellaron en mi dirección y luego se fijaron otra vez en la profesora.
—Su nombre es Melrose, no Melbourne. Y la democracia fue fundada en Atenas en el
siglo sexto. Muchos de los procedimientos que establecieron están, de hecho, en vigor
en nuestro actual gobierno.
La Sra. Terwilliger puso su mano sobre su corazón dramáticamente.
—¡Así que estabas prestando atención el año pasado! Bueno, casi. Su fecha está
equivocada. —Su mirada cayó en mí—. Apuesto a que sabe la fecha en la que
comenzó la democracia en Atenas.
—En el siglo quinto —respondí inmediatamente.
Eso hizo que me ganara una sonrisa por parte de la profesora y una mirada de Trey. El
resto de la clase continuó de la misma manera. La Sra. Terwilliger siguió con su estilo
extravagante, detallando un número importante de épocas y lugares que íbamos a
estudiar con más detalle. Descubrí que podía responder cualquier pregunta que hiciera.
Una parte de mi decía que debía racionarme un poco, pero no podía evitarlo. Si nadie
sabía la respuesta, me sentía obligada a proporcionarla. Y cada vez que lo hacía, la
Sra. Terwilliger decía: —Trey, ¿sabías eso?
Hice una mueca. No quería hacer enemigos en mi primer día. Los otros estudiantes me
observaban curiosamente cuando hablaba, lo que me hizo un poco auto-consciente.
También vi a algunos de ellos intercambiar miradas cada vez que respondía, como si
tuvieran alguna clase de secreto en donde yo no entraba. Eso me preocupó más que
irritar a Trey. ¿Sonaba como si necesitara destacar? Estaba demasiado insegura de las
políticas sociales aquí, como para saber qué era normal y qué no lo era. Esta era una
escuela competitiva en lo académico, ¿seguramente no era algo malo ser educada?
La Sra. Terwilliger nos dejó de tarea leer dos capítulos de nuestro libro de texto. El
resto se quejó, pero yo estaba emocionada. Amaba la historia, específicamente la
historia del arte y la arquitectura. Mi educación en casa había sido agresiva y bien
encaminada, pero mi padre no había pensado que necesitara pasar demasiado tiempo
en esa materia. Tenía que estudiarla en mi tiempo libre, y era sorprendente y
sofisticado pensar que ahora tenía una clase donde el único propósito era aprender, y
donde mi conocimiento sería evaluado, al menos por la profesora. Me separé de Eddie después de eso y fui a la clase de Química. Mientras estaba
esperando que la clase comenzara, Trey se deslizó en un escritorio junto al mío.
—Así que, señorita Melbourne —dijo imitando la voz de la Sra. Trewilliger—.
¿Cuándo empezarás tu propia clase de historia del arte?
Lamentaba que la Sra. Trewilliger se hubiera ensañado con él, pero no me gustaba su
tono.
—¿En realidad estás tomando esta clase? ¿O vas a perder el tiempo un poco más y
pretender que ayudas a la profesora?
Esto trajo una sonrisa a su cara.
—Oh, estoy en esta, desafortunadamente. Y fui el mejor estudiante de la Sra.
Terwilliger el año pasado. Si eres tan buena en química como lo eres en historia, voy a
atraparte como mi compañera de laboratorio. Podré abandonar el semestre.
Química era una parte crucial del comercio de los Alquimistas, y dudaba que hubiera
algo en esta clase que ya no supiera. Los Alquimistas habían surgido de la Edad Media
como Los científicos mágicos al tratar de convertir el plomo en oro. De esos primeros
experimentos, pasaron a descubrir las propiedades especiales de la sangre de vampiro y
cómo reaccionaba con otras sustancias, y eventualmente, transformaron la cruzada
para mantener a los vampiros y a los seres humanos separados. Ese primer trasfondo
científico, y nuestro actual trabajo con la sangre de vampiro, hizo de la química una de
las principales materias de mi educación cuando niña.
Recibí mi primer juego de química cuando tenía seis años. Cuando otros niños
practicaban el alfabeto, mi padre me interrogaba con tarjetas de memoria sobre ácidos
y bases.
Incapaz de confesarle todo eso a Trey, desvié la mirada y aparté casualmente el pelo de
mi cara.
—Soy buena en ello.
Si mirada se movió hacia mi mejilla y una mirada de comprensión cayó sobre él.
—Ah, así que es eso. —¿Qué es qué? —pregunté.
El apunto hacia mi cara
—Tu tatuaje. Eso es lo que es, ¿huh?
Al mover mi cabello, había revelado el lirio dorado.
—¿Qué quieres decir? —pregunté.
—No tienes que jugar a ser tímida conmigo —dijo rodando sus ojos negros—. Lo
entiendo, quiero decir, para mí es como hacer trampa, pero supongo que no todo el
mundo se preocupa por su reputación. Debes tener bastantes agallas para ponerlo en tu
cara, aunque están en contra el código de vestimenta, ya sabes… aunque eso no
detiene a nadie.
Me moví y deje que mi cabello volviera a su lugar.
—Lo sé. Quise ponerme maquillaje y lo olvidé. Pero, ¿a qué te refieres con eso de
hacer trampa?
Él simplemente sacudió la cabeza de una manera que dejó claro que había sido
rechazada. Me senté ahí sintiéndome impotente, preguntándome qué había hecho mal.
Pronto, mi confusión fue reemplazada por consternación mientras nuestro profesor nos
daba una introducción a la clase y a los elementos que usaríamos. Tenía un juego de
química en mi habitación que era más grande que el de Amberwood. Oh, bien.
Supongo que un repaso básico no me haría daño.
Mis otras clases progresaron de la misma manera. Estaba en la cima de todas mis
clases, y me encontré respondiendo todas las preguntas. Esto hizo que me llevara bien
con los profesores pero no podía calibrar la reacción del resto de mis compañeros. Aún
veía muchas cabezas moviéndose y expresiones intrigadas, pero sólo la de Trey me
condenaba. No sabía si debía contenerme o no.
Me encontré con Kristin y Julia un par de veces, y me recordaron unirme a ellas en el
almuerzo. Las encontré sentadas en una mesa en la esquina de la cafetería este. Me
saludaron, y mientras pasaba por las filas de mesas, hice un rápido escaneo, esperando
ver a Jill. No me había encontrado con ella en todo el día, pero eso no era tan sorprendente, considerando nuestros horarios. Supuse que estaba comiendo en la otra
cafetería, tal vez con Eddie o Micah.
Kristin y Julia eran amigables, charlaban conmigo sobre cómo me había ido en mi
primer día, y me daban consejos sobre ciertos profesores que habían tenido antes. Ellas
eran de último año al igual que yo y compartíamos un par de clases. Pasamos la mayor
parte del almuerzo compartiendo información básica. No fue sino hasta que el
almuerzo llegó a su fin, que llegué a obtener respuestas a las preguntas que habían
estado molestándome todo el día. Aunque requería pasar por algunas otras preguntas
primero.
—Entonces —dijo Kristin, inclinándose sobre la mesa—. ¿Te da una súper memoria?
O es como, no lo sé, ¿cambia tu cerebro y te hace más inteligente?
Julia rodó los ojos.
—No puede hacerte más inteligente. Tiene que ser memoria. Lo que quiero saber es,
¿cuánto tiempo dura?
Miré varias veces de una a la otra, más confundida que nunca.
—De lo que sea que estén hablando no puede hacerme más inteligente, porque estoy
demasiado perdida en este momento.
Kristin se rió ante eso.
—Tu tatuaje. Te escuché respondiendo las preguntas más difíciles en matemáticas. Y
una amiga mía está en tu clase de historia, y dijo que ahí también habías aplastado al
resto. Estamos tratando de averiguar cómo te ayuda el tatuaje.
—¿Me ayuda… a contestar preguntas? —pregunté. Sus rostros lo confirmaron—. No
lo hace. Eso es… eso sólo es, bueno, yo. Sólo sé las respuestas.
—Nadie es tan inteligente —argumentó Julia.
—No es tan loco. No soy un genio. Supongo que sólo he aprendido mucho, fui
educada en casa un tiempo, y mi papá era realmente… estricto —agregué, pensando
que podría ayudar. —Oh —dijo Kristin, jugando con su larga trenza. Noté que llevaba su cabello de
maneras muy prácticas, mientras Julia llevaba siempre su cabello rubio alborotado—.
Creo que podría ser eso… pero entonces, ¿qué hace tu tatuaje?
—No hace nada —dije. Incluso mientras decía las palabras, sentí un cosquilleo leve en
mi piel. El tatuaje tenía alguna clase de magia que impedía hablar sobre cualquier cosa
relacionada con los Alquimistas, con aquellos que no formaban parte del círculo
privado. Este era el tatuaje impidiéndome decir demasiado, algo que no fuera
necesario—. Sólo pensé que era genial.
—Oh —dijo Julia. Ambas chicas lucían inexplicablemente decepcionadas.
—¿Por qué en la tierra piensan que el tatuaje me hace inteligente? —pregunté.
La campana interrumpió la conversación, recordándonos que era hora de ir a nuestras
clases. Hubo una pausa mientas Kristin y Julia consideraban algo. Kristin parecía ser
la líder de las dos, porque fue la que dio el asentimiento de cabeza decisivo. Tuve la
clara sensación de que estaba siendo evaluada.
—De acuerdo —dijo ella finalmente, dándome una gran sonrisa—. Te informaremos
de más cosas después.
Fijamos una hora para salir el sábado, luego nos separamos. Mi impresión fue, que
habría más sociabilización que estudio, lo que estaba bien conmigo, pero hice una nota
mental para hacer mi tarea primero. El resto del día pasó rápidamente, y en una de las
clases recibí una nota de Molly, la asesora. Como esperaba, había pasado todos mis
cursos de idiomas, y quería que fuera y discutiera sobre las materias durante el último
período, cuando técnicamente no tenía clases. Eso significaba que mi día de escuela se
terminaba oficialmente con Educación Física.
Me cambié a mi ropa de gimnasia —shorts y una camiseta de Ambewood— e hice una
caminata bajo el caliente sol hacia donde se encontraba el resto. Sentí un poco de calor
mientras salía y entraba de clases, pero no fue hasta que pude estar afuera por un largo
tiempo, que realmente noté que estábamos en el desierto. Mirando a mis compañeros,
quienes eran chicos y chicas de todos los grados, vi que no era la única sudando. Rara
vez me quemaba, pero recordaba haber traído protector solar para estar segura. Jill
también lo necesitaría.
¡Jill! Mire a mí alrededor. Casi había olvido que Jill debería estar en mi misma clase.
Excepto que, ¿dónde estaba? No había señal de ella. Cuando nuestra instructora, la
Señorita Carson, pasó la lista, ni siquiera dijo el nombre de Jill. Me preguntaba si
había habido un cambio de horario de último minuto. La Señorita Carson creía en
entrar directamente a la acción. Fuimos divididos en dos equipos para jugar voleibol, y
me encontré de pie junto a Micah. Su tez pecosa se estaba volviendo rosada, y casi
quería ofrecerle protector solar. Me dio una de sus sonrisas amables.
—Hey —dije—. ¿No has visto a mi hermana hoy? ¿O sí?
—No —dijo él. Un ceño levemente fruncido cruzó su frente—. Eddie estaba
buscándola en el almuerzo. Pensó que estaba comiendo contigo en el dormitorio.
Sacudí mi cabeza, una sensación de náuseas se apoderó de mí. ¿Qué estaba pasando?
Escenarios de pesadilla pasaron por mi mente. Pensaba que Eddie estaba exagerando
con la vigilancia, pero ¿le habría pasado algo a Jill? ¿Era posible que, a pesar de
nuestro plan, alguno de los enemigos de Jill se hubiera colado y la hubiera raptado?
¿Tendría que decirles a los Alquimistas —y a mi padre— que habíamos perdido a Jill
el primer día? El pánico me atravesó. Si antes no estaba a punto de ser enviada a un
centro de re-educación, en este momento, estaba definitivamente en mi camino.
—¿Estás bien? —preguntó Micah, estudiándome—. ¿Está bien Jill?
—No lo sé —dije—. Discúlpame.
Rompí la formación de mi equipo, y corrí hacia donde la Srta. Carson estaba
supervisando.
—¿Si? —me preguntó.
—Lamento molestarla, señora, pero estoy preocupada por mi hermana. Jill Melrose.
Soy Sydney. Se suponía que estaría aquí. ¿Sabe usted si cambió las clases?
—Ah, sí. Melrose. Recibí una nota de la oficina, justo antes de la clase, diciendo que
ella no asistiría hoy.
—¿Dijeron por qué?
La Señorita Carson negó con la cabeza en forma de disculpa, y le gritó a un chico que
estaba quedándose atrás. Me reuní de nuevo con el equipo, con mi mente girando. Bueno, al menos alguien había visto a Jill hoy, pero ¿por qué en la tierra no asistiría a
clases?
—¿Está bien? —me preguntó Micah.
—Yo… supongo. La Señorita Carson parecía saber que no estaría en clase, pero no
sabe por qué.
—¿Hay algo que pueda hacer? —preguntó él—, ¿para ayudarla? Eh, ¿ayudarlos?
—No gracias, es amable de tu parte preguntar. —Deseaba que hubiera un reloj
alrededor—. Iré a buscarla tan pronto como la clase termine. —Un pensamiento
apareció de forma repentina en mi mente—. ¿Pero Micah? No le digas nada a Eddie
Micha me dio una mirada curiosa.
—¿Por qué no?
—Él es sobreprotector. Se preocuparía, cuando probablemente no es nada.
También destruiría la escuela buscándola. Cuando la clase terminó, rápidamente me
duché y me cambié de ropa antes de ir al edificio administrativo. Estaba desesperada
por correr primero a los dormitorios y ver si Jill estaba ahí, pero no podía llegar tarde a
la cita. Mientras caminaba por el pasillo hacia la oficina de Molly, pasé por el pasillo
principal, y una idea vino a mí. Me detuve para hablar con la secretaria de asistencia
antes de dirigirme a mi reunión.
—Jill Melrose —dijo la secretaria asintiendo—. Fue enviada de vuelta al dormitorio.
—¿Enviada de vuelta? —exclamé—. ¿Qué significa eso?
—No estoy en libertad de decirlo. —¿Demasiado melodramática?
Molesta y más confusa que nunca me dirigí a la oficina de Molly, tomando consuelo
en el hecho de que, incluso si la ausencia de Jill era misteriosa, al menos estaba
avalada por la escuela. Molly me dijo que podía tomar una clase electiva, o participar
en algún tipo de estudio independiente en lugar de un idioma si lograba que un
profesor me patrocinara. Una idea me vino a la cabeza.
—¿Puedo informarle mañana? —pregunté—. Necesito hablar con alguien primero. —Seguro —dijo Molly—. Sólo decídete pronto. Puedes volver a tu dormitorio ahora,
pero no podemos tenerte paseando por aquí todos los días a esta hora.
Le aseguré que tendría una respuesta pronto y me dirigí afuera. El bus no pasaba muy
seguido durante las clases, así que caminé esa milla de regreso. Sólo me tomó quince
minutos, pero se sintió como el doble bajo el sol. Cuando finalmente llegué a la puerta
del dormitorio, me llené de alivio. Pasando el rato en la habitación como si nada
hubiera pasado, estaba Jill.
—¡Estás bien!
Jill estaba acostada en la cama, leyendo su libro de nuevo. Levantó la vista
malhumorada.
—Sí, más o menos.
Me senté en mi propia cama y me quité los zapatos.
—¿Qué pasa? Tuve un ataque de pánico cuando no apareciste en clase. Si Eddie
supiera…
Jill se sentó de golpe.
—No, no le digas a Eddie. Enloquecería.
—De acuerdo, de acuerdo. Pero dime que pasó. ¿Dijeron que te habían enviado de
vuelta?
—Sí. —Jill hizo una mueca—. Porque fui expulsada de mi primera clase.
Me quedé sin palabras. No podía imaginar qué habría echo la dulce y tímida Jill para
merecer eso. Oh Dios, esperaba que no hubiera mordido a nadie. Yo era la persona de la
que se esperaba que tuviera problemas ajustándose a un horario escolar, Jill debería ser
una profesional.
—¿Por qué te expulsaron?
Jill suspiró. —Por tener resaca.
Más estupefacción.
—¿Qué?
—Estaba enferma. La señora Chang, mi profesora, me dio un vistazo y dijo que podía
detectar una resaca a un kilómetro de distancia. Me envió a la oficina por romper las
reglas de la escuela. Les dije que sólo estaba enferma, pero ella continuaba diciendo
que ella sabía. El director finalmente dijo que no había forma de probar que esa fuera la
razón por la que estaba enferma, así que no fui castigada, pero no me permitieron
asistir al resto de las clases. Tuve que quedarme aquí el resto de la jornada escolar.
—¡Eso… eso es estúpido! —Ordené a mis pies levantarse y comencé a caminar. Ahora
que me había recuperado de mi incredulidad inicial, estaba simplemente indignada—.
Estuve contigo anoche. Dormiste aquí. Yo lo sé. ¿Cómo la Señora Chang pudo hacer
una acusación como esa? ¡No tenía pruebas! La escuela tampoco. No tenían derecho
de sacarte de clase. ¡Debería ir a la oficina ahora mismo! No, voy a hablar con Keith y
con los Alquimistas y haré que nuestros “padres” llenen una queja.
—No, espera Sydney. —Jill saltó y atrapó mi brazo, como si temiera que me fuera a
marchar en ese momento—. Por favor no lo hagas, déjalo pasar. No quiero causar más
problemas. No tuve ninguna puntuación negativa. No fui realmente castigada.
—Estás atrasada en tus clases —dije—. Eso es suficiente castigo.
Jill negó con la cabeza, sus ojos muy abiertos. Tenía miedo, me di cuenta, pero no
tenía idea por qué no me quería decir. Ella era la victima aquí.
—No, está bien, me pondré al día. No hay consecuencias a largo plazo. Por favor, no
hagas un gran lío de esto. Los otros profesores seguramente pensaron que estaba
enferma. Probablemente ni siquiera sepan de las acusaciones.
—Sin embargo, no está bien —gruñí—. Puedo hacer algo sobre esto. Es por eso que
estoy aquí, para ayudarte.
—No —dijo Jill rotundamente—. Por favor déjalo ir. Si realmente quieres ayudar… —
Desvió la mirada.
—¿Qué? —pregunté, aún llena de una ira justificada—. ¿Qué necesitas? Dilo. Jill volvió a mirarme.
—Necesito… necesito que me lleves con Adrian.

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⏰ Última actualización: Oct 30, 2017 ⏰

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