capitulo 5

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Y con ese comentario, Rose me dejó para poder decirle adiós a los
demás.
Sus palabras me dejaron helada. Durante medio segundo, quise
exigir una revaluación de esta misión. Quise insistir en que enviaran
a no menos de una docena de guardianes aquí con Jill, en caso de que sus atacantes
regresaran. Pronto, descarté ese pensamiento. Una de las piezas clave de este plan de
trabajo era simplemente no llamar la atención. Mientras su paradero fuera secreto, Jill
estaría más segura si se mezclaba. Un escuadrón de guardianes difícilmente sería
discreto y podría atraer la atención de la comunidad Moroi más grande. Estábamos
haciendo lo correcto. Siempre y cuando nadie supiera que estábamos aquí, todo estaría
bien.
Seguramente si me lo decía con bastante frecuencia, se convertiría en realidad.
Sin embargo, ¿por qué la fatídica declaración de Rose? ¿Por qué la presencia de Eddie?
¿Esta misión realmente había dado un salto de "inconveniente" a "de vida o muerte"?
Sabiendo cuán cercanas eran Jill y Rose, en cierto modo esperaba que su despedida
fuera más emotiva. En cambio, fue Adrian a quien Jill tuvo la mayor dificultad en
dejar. Se arrojó sobre él en un gran abrazo, con los dedos aferrándose a su camisa. La
joven Moroi había permanecido callada durante la mayor parte de la visita,
simplemente observando al resto de nosotros de esa manera curiosa y nerviosa suya.
Lo más que la había oído hablar fue cuando Lee había intentado hacerla hablar más
temprano. Su manifestación de despedida pareció sorprender también a Adrian,
aunque la mirada sarcástica que había llevado en su rostro se suavizó en algo parecido
a afecto cuando le palmeó torpemente el hombro.
—Vamos, cálmate, Jailbait. Nos veremos muy pronto.
—Me gustaría que vinieras con nosotros —dijo ella en voz baja. Él le dio una sonrisa torcida.
—No, no. Tal vez el resto de ellos puedan salirse con la suya interpretando el papel de
regreso a la escuela, pero yo sería expulsado en mi primer día. Por lo menos aquí, no
corromperé a nadie. . . a no ser que sea a Clarence y su gabinete de licores.
—Estaré en contacto —prometió Jill.
Su sonrisa se crispó, y le dio una mirada de complicidad que era tanto divertida como
triste.
—También lo haré yo
Este pequeño momento entre ellos era extraño. Con el carácter frívolo y arrogante de
él y la dulce timidez de ella, parecían una improbable pareja de amigos. Sin embargo,
era evidente que había afecto entre ellos. No parecía romántico, pero tenía una
intensidad definida que realmente no podía entender. Me acordé de la conversación
que había oído entre Abe y Adrian, donde Abe había dicho que era imperativo que
Adrian permaneciera cerca de Jill. Algo me decía que había una conexión entre eso y
lo que estaba presenciando ahora, pero no tenía información suficiente como para atar
cabos. Guardé este misterio para más tarde.
Estaba triste por dejar a Rose pero contenta de que nuestra partida significara separar
caminos con Abe y Keith. Abe se fue con sus comentarios típicamente crípticos y una
mirada de complicidad hacia mí que no aprecié. Dejé a Keith en su casa antes de ir a
Amberwood, y me dijo que me mantendría informada. Sinceramente, me preguntaba
sobre qué exactamente tenía que mantenerme informada, puesto que yo estaba
haciendo la mayor parte del trabajo aquí. Por lo que podía decir, él realmente no tenía
nada que hacer salvo holgazanear en su apartamento en el centro. Aun así, valió la
pena deshacerse de él. Nunca pensé que estaría tan feliz de marcharme con un vampiro
y un dhampir.
Jill todavía parecía atribulada durante el viaje en coche a la escuela. Eddie, sintiendo
esto, trató de calmarla. Él la miró desde el asiento del pasajero.
—Veremos a Adrian pronto.
—Lo sé —dijo con un suspiro. —Y nada más malo va a suceder. Estás a salvo. No pueden encontrarte aquí.
—Eso también lo sé —dijo.
—¿Qué tan malo fue? —pregunté—. El ataque, quiero decir. Nadie entró en detalles.
—Por el rabillo del ojo, vi a Eddie mirar de nuevo a Jill.
—Lo bastante malo —dijo él sombríamente—. Pero todo el mundo está bien ahora,
eso es lo que importa.
Ninguno de los ellos dijo nada más, y rápidamente capté la indirecta de que no había
más detalles por venir. Actuaban como si el ataque no hubiera sido gran cosa, que
había terminado y estaba en el pasado, pero estaban siendo demasiado evasivos. Había
ocurrido algo que yo no sabía, que los Alquimistas probablemente no sabían, algo que
estaban trabajando en mantener en secreto. Mi suposición era que tenía que ver con
Adrian estando aquí. Él había mencionado una "razón obvia" para venir a Palm
Springs, y entonces Abe había hecho alusión a otro motivo oculto del que el propio
Adrian no sabía nada. Todo eso era un poco fastidioso, ya que yo estaba arriesgando
mi vida aquí. ¿Cómo esperaban que hiciera adecuadamente mi trabajo si insistían en
hacer de éste una maraña de secretos?
Los Alquimistas tratan con secretos, y a pesar de mi pasado difícil, todavía era lo
suficientemente Alquimista como para resentirme al serme negadas las respuestas.
Afortunadamente, también era lo suficientemente Alquimista para cazar esas
respuestas por mí misma.
Por supuesto, sabía que interrogar a Jill y Eddie en este momento no me llevaría a
ninguna parte. Necesitaba actuar amistosamente y conseguir que se relajaran a mi
alrededor. Podrían no albergar la creencia secreta de que los humanos eran criaturas de
la oscuridad, pero eso no significaba que confiaran en mí todavía. No los culpaba.
Después de todo, ciertamente no confiaba en ellos tampoco.
Era bien entrada la noche cuando llegamos a Amberwood. Keith y yo habíamos
revisado a fondo la escuela antes, pero Eddie y Jill la miraron con los ojos muy
abiertos. Considerando que la casa de Clarence había lucido anticuada, la escuela era
luminosa y moderna, constando de edificios de estuco que eran tan típicos de
California y la arquitectura del suroeste. Palmeras bordeaban exuberantes prados
verdes. Bajo la luz mortecina, los estudiantes seguían paseando, en parejas y grupos, a
lo largo de muchos senderos para caminar que había a través de los jardines. Habíamos comprado comida rápida en el camino, pero la hora tardía significaba que
Jill y yo teníamos que separarnos de Eddie. A los dieciocho años, con un coche y
"permiso de los padres", yo había tenido mucha libertad para ir y venir, pero tenía que
responder al toque de queda como todo el mundo cuando la noche llegaba. Eddie se
sentía inquieto por dejar a Jill, sobre todo cuando se dio cuenta de qué tan lejos de ella
estaría.
Los extensos terrenos de la Preparatoria Amberwood estaban divididos en tres
campus: Este, Oeste y Central. El Campus Este alojaba el dormitorio de las chicas,
mientras que el Oeste albergaba el de los chicos. El Central, el más grande de los tres,
era el lugar donde estaban las instalaciones administrativas, académicas y recreativas.
Los campus estaban aproximadamente a una milla de distancia el uno del otro y les
prestaba servicio un autobús de enlace que los recorría durante todo el día, a pesar de
que caminar siempre era una opción para aquellos que podían soportar el calor.
Eddie tenía que haber sabido que no podía quedarse en el dormitorio de las chicas,
aunque sospechaba que si hiciera lo que quería, habría dormido al pie de la cama de
Jill como un perro fiel. Mirarlos a los dos era en cierta medida increíble. Nunca había
observado a una pareja guardián-Moroi antes. Cuando estuve con Rose y Dimitri, ellos
habían estado simplemente tratando de mantenerse con vida, además, ambos eran
dhampirs. Ahora, era finalmente capaz de ver el sistema en acción y entender por qué
los dhampirs entrenaban tan duro. Tendrías que, permanecer tan alerta. Incluso en los
momentos más mundanos, Eddie siempre vigilaba nuestro entorno. Nada escapaba de
su atención.
—¿Qué tan bueno es el sistema de seguridad aquí? —exigió cuando entró al dormitorio
de las chicas. Había insistido en verlo antes de ir al suyo. El vestíbulo estaba en silencio
a esta hora, y sólo un par de estudiantes vagaban por ahí con cajas y maletas mientras
terminaban de instalarse a último minuto. Nos miraron con curiosidad cuando
pasaron, y tuve que apaciguar el nudo de ansiedad creciente en mí. Teniendo en
cuenta todo lo demás que me había pasado, la vida social de la preparatoria no debería
asustarme, pero lo hacía. Los Alquimistas no incluían eso en sus lecciones.
—La seguridad es lo suficientemente buena —dije, manteniendo la voz baja cuando
me volví hacia Eddie—. Ellos no están preocupados por vampiros asesinos, pero sin
duda quieren que sus alumnos estén seguros. Sé que hay guardias de seguridad que
patrullan las instalaciones por la noche.
Eddie miró a la matrona del dormitorio, una robusta mujer de cabello canoso que
supervisaba el vestíbulo desde su escritorio. —¿Crees que tiene algún tipo de entrenamiento de combate? ¿Crees que podría
someter a un intruso?
—Apuesto a que podría derribar a un chico que se meta a escondidas en la habitación
de una chica —bromeó Jill. Apoyó una mano en su brazo, haciéndolo saltar—.
Relájate. Este lugar es seguro.
En cierto modo, la preocupación de Eddie era reconfortante y me hacía sentir segura.
Al mismo tiempo, no podía dejar de volver a pensar en por qué estaba tan alerta. Él
había estado allí durante el ataque del que nadie me hablaba. Conocía las amenazas
porque las había visto de primera mano. Si estaba tan nervioso, incluso ahora,
entonces ¿en cuánto peligro estábamos todavía? Los Alquimistas me habían llevado a
pensar que una vez que estuviéramos escondidos aquí en Amberwood, todo estaría
bien y que solamente se convertiría en un juego de espera. Había tenido esa misma
conversación con Rose y había tratado de convencerla de lo mismo. La actitud de
Eddie era preocupante.
El dormitorio que compartía con Jill era pequeño para mis estándares. Siempre había
tenido mi propio cuarto al crecer y nunca tuve que preocuparme por compartir espacio
o closets. Durante mi estancia en San Petersburgo, incluso había tenido mi propio
apartamento. Sin embargo, nuestra ventana tenía una vista panorámica del patio
trasero del dormitorio. Todo dentro de la habitación estaba bien ventilado y luminoso,
con muebles con acabado de arce que parecían nuevos: camas, escritorios, y cómodas.
No tenía experiencia con dormitorios, pero tan sólo por la reacción de Jill podía
asumir que habíamos conseguido uno bueno. Ella juró que la habitación era más
grande que la que había tenido en su escuela Moroi, la Academia St. Vladimir, y
estaba muy feliz.
Me medio preguntaba si ella pensaba que nuestra habitación era grande simplemente
porque teníamos tan poco que poner en ella. Ninguno de nosotros había sido capaz de
empacar mucho con semejante salida repentina. Los muebles daban todo un ambiente
cálido y dorado, pero sin adornos personales u otros detalles, la habitación podría
haber salido directamente de un catálogo. La matrona del dormitorio, la Sra.
Weathers, había quedado asombrada al vernos a nosotras y a nuestro mínimo
equipaje. Las chicas que había observado instalándose más temprano habían llegado
con coches llenos a reventar. Esperaba que no nos viéramos sospechosas.
Jill se detuvo a mirar por la ventana mientras nos preparábamos para la cama. —Es tan seco aquí —murmuró, más para sí misma que para mí—. Mantienen el
césped verde, pero es tan extraño no sentir la humedad en el aire. —Echó un vistazo
hacia mí tímidamente—. Soy un usuario de agua.
—Lo sé —dije, sin saber qué más añadir. Se refería a las habilidades mágicas que todos
los Moroi poseían. Cada Moroi se especializaba en uno de los elementos, cualquiera
de los cuatro físicos —tierra, aire, agua, y fuego— o en el elemento del espíritu más
intangible y psíquico. Casi nadie ejercía este último, aunque había oído que Adrian era
uno de los pocos. Si Jill no podía acceder a su magia con facilidad, yo no iba a estar
decepcionada. La magia era una de esas cosas, como el beber sangre, que servía como
una bofetada-en-la-cara de recordatorio de que estas personas con las que estaba riendo
y comiendo no eran humanas.
Si aún no estuviera agotada del viaje con Keith, probablemente hubiera permanecido
despierta sufriendo por el hecho de que estaba durmiendo cerca de un vampiro. Al
principio cuando conocí a Rose, ni siquiera había sido capaz de permanecer en la
misma habitación con ella. Nuestra frenética huida juntas había cambiado un poco
eso, y al final, había sido capaz de bajar la guardia. Ahora, algunos de los viejos
miedos volvieron en la oscuridad. Vampiro, vampiro. Severamente, me dije que sólo era
Jill. No tenía nada de qué preocuparme. Eventualmente, el cansancio venció al miedo,
y me dormí.
Cuando llegó la mañana, no pude evitar mirarme en el espejo para asegurarme de no
tener marcas de mordedura u otra señal de daño vampírico. Cuando terminé,
inmediatamente me sentí estúpida. Con la dificultad que Jill estaba actualmente
teniendo para despertar, no tenía sentido imaginármela acercándose sigilosamente a
mí en la noche. Tal y como estaba, me costó mucho sacarla del dormitorio a tiempo
para la orientación. Estaba aturdida, con los ojos inyectados en sangre, y no dejaba de
quejarse de un dolor de cabeza. Supuse que no tenía que preocuparme por ataques
nocturnos por parte de mi compañera de cuarto.
Sin embargo, se las arregló para levantarse y movilizarse. Salimos de nuestro
dormitorio y encontramos a Eddie, reunido con otros estudiantes nuevos cerca de una
fuente en el Campus Central. La mayor parte del grupo parecía ser estudiantes de
primer año como Jill. Sólo unos pocos tenían la misma edad que Eddie y yo, y me
sorprendió verlo conversar fácilmente con quienes lo rodeaban. Con lo alerta que
había estado el día anterior, hubiera esperado que estuviera más en guardia, menos
competente en las normas de interacción social, pero él encajaba completamente. A
medida que nos acercamos, sin embargo, lo atrapé mirando desapercibidamente a su entorno. Podría estar representando a un estudiante, como yo, pero seguía siendo un
dhampir.
Justamente estaba diciéndonos que todavía no había conocido a su compañero de
habitación cuando un chico sonriente, con brillantes ojos azules y pelo rojizo se acercó
a nosotros.
—Hola —dijo. De cerca, pude ver un puñado de pecas—. ¿Eres Eddie Melrose?
—Sí, soy yo… —Eddie se dio la vuelta con esa eficiencia de guardián, dispuesto a
enfrentar esta amenaza potencial. Cuando vio al recién llegado, Eddie se quedó
completamente inmóvil. Sus ojos se abrieron un poco, y lo que había estado a punto de
decir se desvaneció.
—Soy Micah Vallence. Soy tu compañero de cuarto, también el líder de su
orientación. —Inclinó la cabeza hacia los demás estudiantes y sonrió—. Pero quise
venir a saludar primero ya que acabo de llegar esta mañana. Mi mamá prolongó
nuestras vacaciones al límite.
Eddie seguía mirando a Micah como si hubiera visto un fantasma. Estudié a Micah
también, preguntándome que me estaba perdiendo. Parecía normal para mí. En lo que
estuviera pasando, Jill también estaba al margen porque estaba mirando a Micah con
una expresión perfectamente normal también, sin alarma o sorpresa.
—Encantado de conocerte —dijo Eddie al fin—. Estas son mis, uh, hermanas, Jill y
Sydney.
Micah nos sonrió a cada una de nosotras por turno. Había un aire en él que me hacía
sentir cómoda, y pude ver por qué había sido reclutado como líder de orientación. Me
preguntaba por qué Eddie estaba reaccionando tan extrañamente.
—¿En qué grados están? —nos preguntó.
—Último —dije. Recordando nuestra tapadera, agregué—: Eddie y yo somos gemelos.
—Soy de primer año —dijo Jill.
Echándole un vistazo a nuestra "familia", noté que Eddie y yo probablemente
podríamos pasar por hermanos con bastante facilidad. Nuestro color de piel era
similar, y por supuesto, estaba el hecho de que ambos parecíamos humanos. Aunque
un humano no necesariamente miraría a Jill y diría "¡vampiro!" ella aún poseía ciertas características que la señalaban como inusual. Su complexión y palidez estaban en
contraste definitivo con Eddie y conmigo.
Si Micah notó la falta de parecido familiar, no lo dejó ver.
—¿Nerviosa por empezar la preparatoria? —le preguntó a Jill.
Ella sacudió la cabeza y le devolvió la sonrisa.
—Estoy lista para el reto.
—Bueno, si necesitan algo, avísenme —dijo—. Por ahora, tengo que hacer que esta
reunión comience. Hablaré con ustedes más tarde.
Por la manera en que su atención estaba centrada solamente en ella, era obvio que el
"si necesitan algo" estaba dirigido a Jill, y su rubor demostró que también lo sabía. Ella
sonrió, sosteniendo su mirada un momento, y luego la apartó con timidez. Lo
encontraría lindo, si no fuera por la alarmante perspectiva que presentaba. Jill estaba
en una escuela llena de humanos. Era absolutamente impensable que saliera con uno,
y chicos como Micah no podían ser alentados. Eddie no pareció preocuparse por el
comentario, pero parecía ser más porque todavía estaba preocupado por Micah en
general.
Micah llamó la atención de nuestro grupo y comenzó la orientación. La primera parte
se trataba simplemente de un tour de las instalaciones. Lo seguimos a todas partes,
dentro y fuera de aire acondicionado, mientras nos mostraba los edificios importantes.
Explicó el sistema de transporte, y fuimos en él al Campus Oeste, que era casi un
reflejo del Este. Los chicos y las chicas tenían permitido entrar a los dormitorios del
otro, con limitaciones, y explicó esas reglas tan bien, que provocó algunas quejas.
Recordando a la imponente Sra. Weathers, sentí pena por cualquier chico que tratara
de romper las reglas de su dormitorio.
Ambos dormitorios tenían sus propias cafeterías, donde cualquier estudiante era
bienvenido a comer, y nuestro grupo de orientación había almorzado mientras aún
estábamos en el Campus Oeste. Micah se nos unió a mis "hermanos" y a mí, haciendo
un gran esfuerzo por hablar con cada uno de nosotros. Eddie respondió cortésmente,
asintiendo con la cabeza y haciendo preguntas, pero sus ojos seguían pareciendo
vagamente angustiados. Jill fue tímida al principio, pero una vez que Micah comenzó
a bromear con ella, finalmente comenzó a simpatizarle. Qué divertido, pensé, que fuera más fácil para Eddie y Jill adaptarse a esta situación de
lo que era para mí. Ellos estaban en un ambiente extraño, con una especie diferente,
pero a pesar de eso entre cosas familiares, como cafeterías y casilleros. Se metieron
directamente en sus papeles y procedimientos sin ninguna dificultad. Mientras tanto, a
pesar de haber viajado y vivido en todo el mundo, me sentía fuera de lugar en lo que
era para todos los demás un lugar común.
Independientemente de eso, no me tomó mucho tiempo averiguar cómo funcionaba la
escuela. Los Alquimistas eran entrenados para observar y adaptarse, y aunque la
escuela era ajena a mí, aprendí rápidamente la rutina. No tenía miedo de hablar con la
gente tampoco, estaba acostumbrada a entablar conversaciones con extraños y explicar
mis soluciones a situaciones. Una cosa, que de cualquier forma, sabía que tendría que
funcionar.
—He oído que su familia podría estar mudándose a Anchorage.
—Estábamos en el almuerzo de orientación, y un par de chicas de primer año sentadas
cerca de mí estaban hablando de una amiga suya que no se había presentado hoy.
Los ojos de la otra chica se abrieron como platos.
—¿En serio? Me moriría si tuviera que vivir allí.
—No sé —reflexioné, moviendo la comida alrededor de mi plato—. Con todo el sol y
los rayos UV que hay aquí, parece que Anchorage podría en realidad proporcionar una
vida más larga. No se necesita tanto protector solar, así que es una opción más
económica también.
Pensé que mi comentario era útil, pero cuando levanté la mirada, me encontré con
expresiones boquiabiertas. Era obvio por las miradas que las chicas me estaban dando
que no podría haber elegido un comentario más extraño.
—Creo que no debo decir todo lo que me viene a la mente —murmuré a Eddie. Estaba
acostumbrada a ser directa en situaciones sociales, pero se me ocurrió que decir
simplemente "¡Sí, totalmente!" habría sido probablemente la respuesta correcta. Tenía
pocos amigos de mi edad y estaba fuera de práctica.
Eddie me sonrió.
—No sé, hermana. Eres bastante entretenida como eres. Sigue así. Después del almuerzo, nuestro grupo volvió al Campus Central, donde nos separamos
para reunirnos con los asesores académicos y el plan de nuestros horarios de clases.
Cuando me senté con mi asesora, una alegre mujer joven llamada Molly, no me
sorprendió ver que los Alquimistas habían enviado expedientes académicos de una
escuela ficticia en Dakota del Sur. Incluso concordaban bastante con lo que yo había
estudiado en mi educación en casa.
—Tus calificaciones y exámenes te han puesto en nuestras clases de Matemáticas e
Inglés más avanzadas —dijo Molly—. Si te va bien en ellas, puedes recibir crédito
universitario. —Lástima que no hay posibilidad de que vaya a la universidad, pensé con un
suspiro. Hojeó un par de páginas en mi archivo—. Ahora, no veo ningún registro de
lengua extranjera aquí. En Amberwood es un requisito que todos aprendan al menos
un idioma.
Oops. Los Alquimistas se habían equivocado en eso al falsificar mi expediente. De
hecho había estudiado varios idiomas. Mi padre se había asegurado de que tuviera
lecciones desde temprana edad, ya que un Alquimista nunca sabía dónde él o ella
podrían terminar. Revisando la lista de idiomas que Amberwood ofrecía, dudé y me
pregunté si debía mentir. Entonces decidí que realmente no quería sentarme a aguantar
conjugaciones y tiempos que ya había aprendido.
—Ya los sé todos —le dije a Molly.
Molly me miró con escepticismo.
—¿Todos? Hay cinco idiomas ahí.
Asentí con la cabeza y añadí amablemente: —Pero sólo estudié japonés durante dos
años. Así que supongo que podría aprender más.
Molly todavía no parecía creerlo.
—¿Estarías dispuesta a tomar pruebas de aptitud?
Y de este modo, terminé pasando el resto de mi tarde trabajando en lenguas
extranjeras. No era como quería pasar el día, pero supuse que me produciría beneficios
después, las pruebas fueron pan comido. Cuando finalmente terminé los cinco idiomas tres horas más tarde, Molly me apresuró
a ir a mi prueba de uniforme. La mayoría de los demás alumnos nuevos ya la habían
tenido, y me preocupaba que ya no pudiera alcanzar a la mujer que hacía las pruebas.
Me moví tan rápido como pude sin correr por los pasillos y casi choqué contra dos
chicas que doblaban una esquina.
—¡Oh! —exclamé, sintiéndome como una idiota—. Lo siento, voy tarde a mi prueba…
Una de ellas se rió amablemente. Era de piel oscura con complexión atlética y pelo
negro ondulado. —No te preocupes por eso —dijo—. Acabamos de pasar por la
habitación. Ella todavía está ahí.
La otra chica tenía pelo rubio un tono más claro que el mío que llevaba en una coleta
alta. Ambas tenían la seguridad natural de quienes conocían su camino en este mundo.
No eran nuevas estudiantes.
—La Sra. Delaney siempre se toma más tiempo del que piensa con las pruebas —dijo
la rubia a sabiendas—. Cada año, está… —Se quedó boquiabierta, sus palabras
congeladas por unos momentos—. ¿Dónde. . . dónde conseguiste eso?
No tenía idea de a qué se refería, pero la otra chica pronto reparó en ello y se acercó
más a mí.
—¡Es increíble! ¿Es ese el que están haciendo este año?
—Tu tatuaje —explicó la rubia. Debo haber seguido pareciendo despistada—. ¿Dónde
lo conseguiste?
—Oh. Eso. —Mis dedos tocaron distraídamente mi mejilla—. En, eh, Dakota del Sur.
De donde vengo.
Ambas chicas parecieron decepcionadas.
—Me imagino que por eso nunca lo he visto —dijo la chica de cabello oscuro—. Pensé
que Nevermore estaba haciendo algo nuevo.
—¿Nevermore? —pregunté.
Las chicas intercambiaron miradas silenciosas, y algún mensaje pasó entre ellas.
—Eres nueva, ¿verdad? ¿Cuál es tu nombre? —preguntó la chica rubia—. Yo soy Julia.
Y ella es Kristin. —Sydney —dije, todavía desconcertada.
Julia volvió a sonreír.
—Almuerza con nosotros mañana en el Este, ¿de acuerdo? Te lo explicaremos todo.
—¿Todo acerca de qué? —pregunté.
—Es una larga historia. Por ahora sólo ve con Delaney —agregó Kristin, comenzando
a alejarse—. Se quedará hasta tarde, pero no para siempre.
Cuando se fueron, seguí mi camino, mucho más lentamente, preguntándome de que se
había tratado eso. ¿Acababa de hacer amigas? Realmente no estaba segura de cómo se
hacía una en una escuela como esta, pero todo ese intercambio había parecido bastante
raro.
La Sra. Delaney estaba sólo empacando cuando llegué.
—¿Qué talla usas, querida? —preguntó, al verme en la puerta.
—Dos.
Una serie de artículos fueron sacados: faldas, pantalones, blusas y suéteres. Dudaba
que los suéteres fueran a recibir mucho uso, a no ser que una inusitada ventisca
apocalíptica golpeara Palm Springs. Amberwood no era particularmente exigente en
cuanto al conjunto que los estudiantes usaran, siempre y cuando proviniera del fondo
de moda aprobado. Los colores eran burdeos, gris oscuro y blanco, los que realmente
me parecía que lucían bien juntos.
Mirándome abotonar una blusa blanca, la Sra. Delaney chasqueó la lengua: —Creo
que necesitas una talla cuatro.
Me quedé paralizada a medio botón.
—Uso una dos.
—Oh, sí, puedes caber en ella, pero mira los brazos y la longitud de la falda. Creo que
estarás más cómoda en una cuatro. Pruébate esto. —Me entregó una nueva pila y
luego se rió—. ¡No estés tan mortificada, muchacha! Una cuatro no es nada. Sigues siendo una ramita. —Se acarició su amplio vientre—. ¡Podrías caber tres veces en mi
ropa!
A pesar de mis muchas protestas, fui despedida con ropa de la talla cuatro. Volví a mi
dormitorio, abatida, y encontré a Jill acostada en su cama leyendo. Se incorporó a mi
llegada.
—Oye, me preguntaba qué te había sucedido.
—Me retrasé —dije con un suspiro—. ¿Te sientes mejor?
—Sí. Un poco. —Jill vio que arrumbé los uniformes—. Son muy espantosos, ¿verdad?
No teníamos uniformes en St. Vladimir. Va a ser muy aburrido usar la misma ropa
todos los días. —No quise decirle que como Alquimista, podría tener que usar un
conjunto como este de todos modos.
—¿Qué talla obtuviste? —pregunté, para cambiar de tema. Era un poco masoquista.
—Dos.
Una punzada de molestia me atravesó cuando colgué mi uniforme en el closet junto al
suyo. Me sentía enorme en comparación. ¿Cómo eran los Moroi tan flacos? ¿Genética?
¿Dieta de sangre baja en carbohidratos? Tal vez era sólo porque todos eran muy altos.
Todo lo que sabía era que cada vez que pasaba tiempo cerca de ellos, me sentía
desgarbada y desaliñada, y quería comer menos.
Cuando terminé de acomodar, Jill y yo comparamos horarios. No fue sorpresa,
teniendo en cuenta la diferencia de grado, que no tuviéramos casi nada en común. Lo
único que compartíamos era una clase multigrado de educación física. Todos los
estudiantes estaban obligados a tomarla cada semestre, ya que el buen estado físico era
considerado parte de la experiencia completa de un estudiante. Tal vez podría perder
algunos kilos y volver a mí talla normal.
Jill sonrió y me devolvió mi horario.
—Eddie fue y exigió estar en nuestra clase de educación física, ya que es prácticamente
la única que podremos compartir. Sin embargo, entra en conflicto con su clase de
Español, y no se lo permitieron. No creo que pueda manejar pasar toda la jornada
escolar sin ver que estoy viva. Ah, y Micah está con nosotros en educación física. Había andado hacia mi cama, todavía irritada por los uniformes. Las palabras de Jill
capturaron mi atención.
—Oye, ¿sabes por qué Eddie parecía extraño alrededor de Micah?
Jill negó con la cabeza.
—No, no he tenido la oportunidad de preguntar, pero me di cuenta también,
especialmente al principio. Más tarde, mientras estabas haciendo pruebas, y nosotros
estábamos esperando los uniformes, Eddie pareció relajarse. Un poco. De vez en
cuando, sin embargo, lo veía dándole una mirada extraña a Micah.
—Crees que él piensa que Micah es peligroso, ¿verdad?
Jill se encogió de hombros.
—A mí no me pareció peligroso, pero no soy guardián. Si Eddie hubiera pensado que
era algún tipo de amenaza, me da la impresión de que se habría comportado de
manera diferente. Más agresivo. En general parecía nervioso alrededor de Micah. Casi,
pero no del todo, temeroso. Y eso es lo más extraño de todo, porque los guardianes
nunca se ven temerosos. No es que Eddie sea técnicamente un guardián. Pero sabes lo
que quiero decir.
—Lo sé —dije, sonriendo a pesar de mi pretensión de mal humor. Esa naturaleza linda
y vaga me animó un poco—. ¿Qué quieres decir con que Eddie no es técnicamente un
guardián? ¿No está asignado a protegerte aquí?
—Sí, lo está —dijo Jill, jugueteando con uno de sus rizos castaño claro—. Pero. . .
bueno, es un poco extraño. Se metió en problemas con los guardianes por ayudar a
Rose y por, um, matar a un hombre.
—Mató a un Moroi que atacó a Vasilisa, ¿verdad? —Eso había salido a relucir en mi
interrogatorio.
—Sí —dijo Jill, perdida en sus propios recuerdos—. Fue en defensa propia, bueno, y
en defensa de Lissa, pero a todo el mundo le conmocionó que él matara a un Moroi.
Los guardianes no tienen que hacer eso, pero sabes, por otra parte, no se supone que
los Moroi se ataquen entre sí tampoco. De todos modos, fue puesto en suspensión.
Nadie sabía qué hacer con él. Cuando fui. . . atacada, Eddie ayudó a protegerme.
Luego, Lissa dijo que era una tontería mantenerlo fuera de servicio cuando podía ser útil y que teniendo en cuenta que los Moroi estaban detrás de este ataque también, les
dijo a todos que iban a tener que acostumbrarse a la idea de Moroi siendo el enemigo.
Hans, el guardián a cargo en la Corte, finalmente accedió y envió a Eddie aquí
conmigo, pero creo que oficialmente, Eddie no está restituido todavía. Es extraño. —
Jill había dado todo el discurso sin hacer una pausa y ahora se detuvo para recuperar el
aliento.
—Bueno, estoy segura de que se resolverá —dije, tratando de ser tranquilizadora—. Y
parece que ganará puntos por mantener a una princesa con vida.
Jill me miró bruscamente.
—No soy una princesa.
Fruncí el ceño y traté de recordar la complejidad de la ley Moroi. —El príncipe o
princesa es el miembro más viejo de una familia. Dado que Vasilisa fue coronada
reina, el título pasa a ti, ¿verdad?
—En teoría —dijo Jill, mirando a otro lado. Su tono era difícil de interpretar, una
extraña mezcla de lo que parecía ser amargura y tristeza—. No soy una princesa, no
realmente. Sólo soy una persona que pasa a estar relacionada con la reina.
La madre de Jill había sido brevemente amante de Eric Dragomir, el padre de Vasilisa,
y había mantenido la existencia de Jill en secreto durante años. Se había hecho pública
recientemente, y yo había jugado un papel importante en ayudar a Rose a localizar a
Jill. Con todas las consecuencias en mi propia vida, así como el énfasis en la seguridad
de Jill, no había pasado mucho tiempo preguntándome cómo se había adaptado ella a
su nueva estatus. Que tenía que ser un serio cambio de estilo de vida.
—Estoy segura de que hay más que eso —dije suavemente. Me preguntaba si iba a
pasar mucho tiempo jugando a terapeuta de Jill durante esta asignación. Actualmente
la perspectiva de consolar a un vampiro todavía me parecía muy extraña—. Quiero
decir, obviamente eres importante. Todo el mundo ha pasado por un montón de
problemas para mantenerte a salvo.
—Pero, ¿es por mí? —preguntó Jill—. ¿O es para ayudar a que Lissa mantenga el
trono? Ella apenas me habla desde que se enteró que somos hermanas.
Esta conversación estaba dirigiéndose a aguas incómodas, a asuntos interpersonales
que realmente no sabía cómo tratar. No me podía imaginar estando ni en el lugar de Vasilisa ni en el de Jill. De lo único que estaba segura era que no podía ser fácil para
ninguna de ellas.
—Estoy segura de que se preocupa por ti —dije, aunque no muy segura en absoluto—.
Pero es probable que sea extraño para ella, especialmente con todos los otros cambios
en su vida también. Dale tiempo. Concéntrate en las cosas importantes primero,
permanecer aquí y mantenerte con vida.
—Tienes razón —dijo Jill. Se recostó en su cama y se quedó mirando el techo—. Estoy
nerviosa por mañana, de estar alrededor de todo el mundo, en clases durante todo el
día. ¿Qué pasa si se dan cuenta? ¿Qué pasa si alguien descubre la verdad acerca de mí?
—Lo hiciste muy bien en la orientación —le aseguré—. Simplemente no muestres tus
colmillos. Y además, soy bastante buena en convencer a la gente de que no vieron lo
que piensan que vieron.
La expresión de gratitud en su rostro me recordó incómodamente a Zoe. Eran tan
similares en muchos aspectos, tímidas e inseguras, pero intensamente fuertes y
queriendo desesperadamente demostrar su valía. Había tratado de proteger a Zoe, y
sólo fallé ante sus ojos. Ahora, estando aquí para Jill me hacía sentir en conflicto. De
alguna manera, podría compensar lo que no había sido capaz de hacer por Zoe. Sin
embargo, aunque pensé eso, una voz interior seguía decidiéndome: Jill no es tu hermana.
Es un vampiro. Estos son negocios.
—Gracias, Sydney. Me alegro de que estés aquí. —Sonrió, y la culpa se retorció aún
más dentro de mí—. Sabes, estoy un poco celosa de Adrian. Él piensa que es muy
aburrido en la casa de Clarence, pero no tiene que preocuparse por conocer gente
nueva o acostumbrarse a una nueva escuela. Sólo tiene que pasar el rato, ver televisión,
jugar al billar con Lee, dormir hasta tarde. . . parece increíble. —Suspiró.
—Supongo —dije, un poco sorprendida ante los detalles—. ¿Cómo sabes todo eso?
¿Has. . . has hablado con él desde que nos fuimos? —A pesar de que dije eso, la idea
parecía poco probable. Había estado con ella la mayor parte del día.
La sonrisa abandonó su cara.
—Oh, no. Quiero decir, sólo imaginé lo que está pasando. Mencionó algo de eso
antes, eso es todo. Lo siento. Estoy siendo melodramática y divagadora. Gracias por
escucharme. . . eso realmente me hace sentir mejor. Sonreí rigurosamente y no dije nada. Todavía no podía superar el hecho de que estaba
empezando a sentirme tan afectuosa hacia un vampiro. ¿Primero Rose, ahora Jill? No
importa qué tan agradable fuera ella. Tenía que mantener nuestra relación profesional,
para que los Alquimistas no pudieran acusarme de apegarme. Las palabras de Keith
hicieron eco en mi cabeza: amante de los vampiros...
Eso es ridículo, pensé. No había nada malo en ser amable con quienes estaban a mi
cuidado. Era normal, nada que ver con "acercarse demasiado" a ellos. ¿Verdad?
Empujando mis preocupaciones a un lado, me concentré en terminar de desempacar y
en pensar en nuestra nueva vida aquí. Sinceramente esperaba que el día de mañana
transcurriera tan sin problemas como le había asegurado a Jill.
Desafortunadamente, no fue así.

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