Capítulo 6: Secretos

21 0 0
                                    

Mis ojos se abrieron. La tenue luz del sol asomaba por entre los árboles, que jugaban con ella a la vez que el viento las hacía moverse de vez en cuando. Me incorporé y miré a mi alrededor. Erika estaba sentada delante de la hoguera, con una rama en la mano y jugando con las cenizas y los restos de los troncos que todavía no se habían consumido del todo. Todavía se veía algún destello rojizo cuando Erika los movía, por lo que deduje que estaba amaneciendo.

—¡Buenos días, Lenna! —Erika me sonrió, aunque noté su sonrisa algo forzada.

¿Qué había pasado ahí? La cabeza me daba vueltas y, aunque tenía la sensación de haber dormido profundamente, me sentía cansada y aturdida.

—Buenos días, Erika... —respondí, confusa— ¿Qué... qué pasó anoche?

Erika me miró algo sorprendida.

—Estabas muy cansada, y caíste rendida en cuanto terminaste de cenar.

Me sonrió. Y yo le sonreí. Y, sin saber por qué, supe que me estaba mintiendo.

«Sabes que no puedo hacerlo», oí que decía Erika.

—¿El qué no puedes hacer? —pregunté a Erika.

—¿Qué? —me respondió claramente confusa.

—Me has dicho que no puedes hacerlo. ¿Qué no puedes hacer?

—Lenna... no te he dicho nada... ¿Estás bien? —parecía preocupada.

Hice un gesto con la mano para quitarle importancia y que se olvidara de lo que había dicho. ¿Tal vez había sido Siete? Siete... ¿Dónde estaba ese pequeño desgraciado?

—Tenemos que darnos prisa. Tenemos comida para un par de días con lo que cazamos ayer, pero tenemos que ir algo más de prisa —Erika señaló hacia el cielo—. Se acercan problemas...

El cielo de tonalidades rojizas de hacía unos momentos había perdido calidez y era ahora de un azul frío y desolador. El viento soplaba con fuerza a intervalos, pero parecía que al nivel de las nubes esos intervalos de descanso eran inexistentes. Unas masas grises y oscuras se movían con determinación en la distancia, amenazantes, y lo que desde mi posición parecía lentitud, sin duda, iba a hacer que tuviéramos que hacer frente al temporal en algunas horas.

—¿A cuántos días debemos estar, todavía, de Ureth? —pregunté al aire.

—Si nos ponemos ya en marcha, no deberíamos tardar más de tres días... pero esas nubes no me gustan. Solo podemos cruzar los dedos para que no vayan hacia nuestra dirección.

Volví a mirarlas. Parecían más amenazantes ahora que hacía unos instantes, y se iban acercando muy lentamente. Era como si se pararan cuando las miraba, pero avanzaran veloces cuando desviaba la vista. «No voy a dejar que esto siga así», oí de nuevo. 

  —¿Lenna? Tendríamos que ponernos en marcha. 

Sacudí mi cabeza, volviendo a la realidad. Erika había terminado de poner sus cosas en su saco, y ahora estaba tirando tierra y piedras en la hoguera. Miré a Erika confusa, mientras recogía mis cosas. ¿Por qué tanto empeño en apagar la hoguera si no había nada que pudiera prender por los alrededores?

—¿De verdad te estás preguntando eso? —dijo Siete a mi lado.

Me sobresalté. No me lo esperaba. Estaba impasible, como siempre, con los brazos cruzados, con la misma ropa de siempre, mirando hacia la nada donde la nada se cruzaba con Erika. Siempre me había incomodado cómo su mirada vacía a veces parecía llena de significado. «Lo hace para evitar llamar la atención de los mantis», pensé de repente.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 12, 2019 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

LennaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora