I
La montaña se eleva tan alto de la ciudad. Su altura se impone al paisaje, las torres de concreto y plazas se ven tan pequeñas desde aquí. Tan carentes de importancia. Eso somos tan solo, una minúscula partícula luminosa en el inmenso abismo. No se requiere recorrer mucha distancia para que todo el esfuerzo que hacen las lumbreras por perpetuar su brillo, por aumentarlo, sea en vano y todo quede sumido en las sombras. Lo que digo podrá sonar muy pesimista, pero para mí es en realidad algo sumamente reconfortante. Poder tener la habilidad de comprender que la importancia intrínseca de todos nuestros miedos y preocupaciones son tan diminutos. Para alguien normal esta realización de insignificancia debe resultar devastadora, enloquecedora. Un coro infernal que invoca la demencia ante la ensordecedora voz de un millón de gargantas al unísono del mal. El mismo universo desintegrándose grano por grano como un mandala hecho con estrellas. La consecuencia del cataclismo es la nulidad total. Un abismo perpetuo insondable, la cósmica negrura eterna.
El problema es que para mí eso no es más que mi mantra para calmar mi letal ansiedad. Debo sonar como la versión pseudo intelectual de algún estereotipo sacado de una caricatura. Mis locuciones son los delirios de la parodia de una parodia. Sin embargo no me importa lo que consideren los demás, estos sombríos mantras me traen paz, los tentáculos de las sombras perpetuas me tranquilizan, me regocijan como los vahos sagrados de una flor prohibida. El horror de muchos es la belleza para mí. Aún en medio de esta noche con pocas estrellas, un frío devastador congela el aire. Los espasmos de mi carne y la cristalización de mis manos es reconfortante y hermoso cuando es contrariado con semejante vista de la ciudad y con la claridad de las lumbreras nocturnas.
La luna baila contenta y rebosante en la ignota negrura del cosmos. Su rostro cicatrizado y abusado nos admira con piedad y orgullo. Esta es un componente vital para la formación de la vida en la tierra. La luna es nuestra madre, no sólo en el sentido místico o espiritual. De una manera simbólica, primordial, en ese momento volvía a estar cerca de una figura materna en una posición de intimidad única. Aquellos actos tibios, maternos y bellos, como el nacimiento mismo; la gestación, cornucopia del génesis en la primaria existencia, el estar en las montañas en estos pequeños paseos es verdaderamente hermoso. Volviendo al soliloquio de mis delirios, al menos a mí me parece reconfortante la idea de no importar.
Mientras yazco tranquilo en estas colinas de zacatales y descensos, donde los vientos soplan con ira titánica, y las alas de ángeles giran dando vida a las lumbreras; mi felicidad ante los conocimientos prohibidos me llevan a estar suplicando que las entidades exteriores que he observado a través de métodos sacrílegos, jamás conspiren en nuestra contra. Las mentiras que el cosmos nos ha dicho, por pura piedad para permitirnos el suave alivio de ignorar y existir en paz, comienzan a fragmentarse y agrietarse para dar lugar a la verdad. Ahora veo, ahora si tengo paz, sin embargo, súbitamente esta podría irse tan rápido como ha vuelto. La razón de ser de esto es pues, el recibir paz de nuestra insignificancia es producto de un descubrimiento atroz. La apoteosis del horror.
En mi vida no siempre he gozado de este estado de tranquilidad, de felicidad. Sí, lo admito, ahora tengo la osadía de sentirme feliz. Estoy conforme con mi logro. Mi atroz, sacrílego y negro triunfo. Pero es increíblemente ególatra de mi parte comenzar con este soliloquio sucio a recordar mi historia, de hecho hacer esto me llena de decepción hacia mí mismo. Sin embargo a pesar de mis obvios fallos, creo que no sería mejor de ninguna otra forma. Sí, estaba solo sentado en el pastizal viendo a la ciudad cuando recordaba cómo me transformé en lo que soy.
Al igual que una mañana no empieza clara, yo en un inicio sufría en la oscuridad. Sentí el abismo ser el aire mismo que respiro y llenar mis pulmones con el letal frío que le acompaña. La tristeza, el filtro perenne y opaco de mi realidad. Lo recuerdo como si fuera ayer, la angustia perpetua, la imposibilidad del disfrute. Aún debo limpiar mis cicatrices abiertas por mi escabrosa época de ser víctima del dolor de la existencia. El tiempo pasado aún reciente, me constriñe el pecho y lo inunda de frío. Sin embargo la historia de mi recuperación es poco especial, aburrida. La verdad este lastimero inicio carece de importancia en comparación de lo que añoraba hacer ahora. En mis estados más sombríos y oscuros me sentía torturado por entes antinaturales, exentos de nuestra realidad. Los sueños, las alucinaciones, las anomalías oníricas. Todo esto era cotidiano. La luz vino como en un amanecer, gradualmente. La resurreción del sol después de su muerte hace unas horas es el paralelo perfecto de cómo la luz volvió a mi existencia y cómo el calor de la mañana venció el frío de la noche. El asunto a tratar está no en mi supervivencia, sin embargo, sino en las heridas que lamía; recompensa de la victoria pasada.
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Apoteosis del Abismo
HorrorLa travesía de un hombre por los negros tomos de artes prohibidas lo llevan a gozar de un estatus superior a la humanidad. SIn embargo pronto comprenderá el oscuro precio que se debe pagar por el poder, así como los siniestros designios que le depar...