I
Ha pasado mes y medio desde mi excursión por paisajes oníricos, me he percatado de la manera en que la divinidad alcanzada recalibra mi cerebro, cambia la manera en que pienso y percibo el mundo; casi me es posible confirmar que sí era otra persona. De mis amigos en este tiempo he sabido muy poco, esto pues mis obligaciones me han forzado elegir entre el éxito y mis amistades; digamos que eso vale la pena. Por otro lado, mi ambición en este tiempo se dió por satisfecha, no he requerido elevarme más, germinar por siempre para abrirme paso por la tierra etérea en la que todos somos tan solo brotes de semillas recién plantadas. Ahora cuidaba más de mis responsabilidades, pues el calendario de los tiempos señala que es mi obligación hacerlo; coincidencia perfecta fuera que este mes sirviera de periodo refractario de los prohibidos frutos. Lo anterior no debía decirlo ahora, por eso me disculpo. Francis me daría junto con esta, otras indicaciones sobre el uso de las flores prohibidas. En fin, en este punto me encontraba satisfecho y sin deseos de continuar por mis sobrenaturales paseos, conforme con los exquisitos horrores que ya había atestiguado.
No todo era tan sencillo, tan cuerdo. Desde que la puerta fue abierta en aquel lugar aberrante donde la naturaleza sirve en complot con deidades olvidadas, donde el hombre se ve a sí mismo carente de todo significado; mi mente se encontraba perceptiva ante pulsos distantes, ecos sagrados que ninguna mente debería procesar. No, no soy especial; mi mente era tan solo plagada por sueños de indescifrable horror, visiones insólitas de locura. Soñaba con parajes devastados carcomidos por vientos rojos, edificios entrelazados con negras hifas de hongos bulosos que crecían con bulbos gruesos en los costados. Los vientos los nutrían, o quizá eran los heraldos portadores de esporas que esparcen esta infección por el planeta.
En otros sueños, noches eternas sin estrellas se extendían por el paño celeste mientras la superficie de los campos reverberaba con luces claras tal cual lo harían durante el día soleado. En esos lugares no hacía calor, sino era fresco el ambiente mientras respiraba aire frío. Las bestias de la tierra brillaban con puntos fluorescentes azul pálido, más no eran identificables como animales, sus misteriosas formas y capacidades escapan a mi mente ahora; pero la prevalencia anómala de flagelos era absoluta, tentáculos con ventosas luminosas los ayudaban a cazar y movilizarse y cánticos subnormales eran los sonidos que emergen de sus guturales estructuras. Casi estoy seguro que visualizaba parajes alienígenas de lugares exentos de nuestra realidad, dimensiones ocultas que sintonizaba con mi mente en frecuencias desconocidas. Símbolos, runas, líneas y círculos invaden los instantes hipnopómpicos, entramados de líneas y curvas cuales fueran letras de un ignoto lenguaje, me seguían persiguiendo en los instantes previos a emerger de la enajenación de mis sueños. Sin forma de descifrarlas, por mucho tiempo me asombraron hasta encontrar el medio de traducirlas. Todo este tiempo la fluctuación constante entre lo tangible y el misterio dimensional que marcaba mi mente no era tentador, pero esto cambió al encontrarme de nuevo con Francis.
No fue planeado, igual que suele ocurrir con los hechos de cambio más dramático, ocurrió repentinamente. En el campus de la universidad un día sin desearlo nos encontramos caminando de frente, lo que prosiguió fueron las formalidades de siempre y el plan de vernos luego de finalizar nuestros deberes. Sería mentira si digo que lo vi en buen estado, mi pobre amigo se veía consumido por un vampiro nutrido hasta el engorde, sus ojos apenas eran visibles entre los círculos negros que se dibujaban en sus párpados, su piel reseca se había tornado grisásea de tan poca sangre que aparentaba poseer. Una mirada vacía y contemplativa estaba tatuada en su rostro, y sus ojos palidecen en un tono mate de café que no me dejaban de invocar la sensación de los más letales augurios. Estaba seguro que las moiras iban a cortar su cordel pronto. Durante el resto del día proseguía mis actividades con mi mente divagando a aquel momento en que lo ví deshecho, un cascarón vacío caminando en el campus; luego volvían al día en que lo vi en el bosque, el cuadro era el mismo pero con una severidad mucho menor. Un ignoto padecimiento consumía a mi amigo y no era capaz de detener el proceso, no valía la pena toda mi instrucción si no me servía para salvar a mi amigo más cercano. Cuando el momento llegó Francis sólo ignoró mis ruegos por conversar de su aparente problema, desviando el diálogo por la tangente hacía evidente que no quería que me involucra en esta situación; por otro lado era frecuente su mención de las flores que me regaló en aquel prohibido bosque. De seguro estaban relacionadas con su desvanecimiento. Finalmente tuve el insanto atrevimiento de preguntarle por ellas, y comenzó a hablar de manera perturbadora en una taquilalia digna de una posesión demoníaca. Relatos sobre prados prohibidos en desconocidas latitudes donde crecían como el césped en todo lugar donde él pudiera poner la vista de sus ojos, me hacían sospechar de su necesidad por ser brindado a un profesional. Luego comenzó lo más descabellado, en una bolsa de cierre hermético él procedió a darme múltiples de los capullos secos de los que me dió a probar en aquel paseo. Seguidamente comenzó a saturarme con instrucciones para no "terminar como él"; obviamente no quiero que estas instrucciones perduren en la mente de alguien más que yo o cualquier persona que elija como acólito, esto por los eventos que siguieron posterior al desenlace de Francis.
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Apoteosis del Abismo
HorrorLa travesía de un hombre por los negros tomos de artes prohibidas lo llevan a gozar de un estatus superior a la humanidad. SIn embargo pronto comprenderá el oscuro precio que se debe pagar por el poder, así como los siniestros designios que le depar...