5. Simbiosis

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I

Era innatural, pero aún así ante mi inminente transformación pesaba el calculador deseo científico. Mi intención era poder llegar a explicar, por lo menos parcialmente, las causas tangibles de semejante proceso del que era víctima. Puesto que era sencillamente muy fácil deducir que me encontraba bajo un maníaco trance psicótico, en su primer momento intenté detener los desvaríos de mi mente por medio de las medicaciones humanas. Intenté conseguir ayuda, pensaba que estaba enfermo. Sin embargo en este monte donde yazco plácidamente, mientras mis dedos juguetean con el zacate, recuerdo el rotundo fracaso de intentar curar mi iluminación como si fuera una patología de mi cerebro primitivo. Entonces mientras la lectura de tomos prohibidos se entrelazan con mi lectura estudiantil, una extraña idea ocurrió en mi cabeza y brotó como una nueva flor en el campo sempiterno de mi imaginación.

Leía de crisis agobiantes en la historia de las psiquiatría, donde el consumo involuntario de hongos misteriosos llevó a la ejecución de inocentes mujeres por el primitivo miedo a Lucifer. Entendía de prohibidas técnicas rituales en que se llaman a espíritus primordiales mientras se comían negras ostias de insanto origen. Tales ostias no eran más que adormecedoras drogas que encendían la imaginación y hacían la mente volar por parajes incomparables de inefable composición. Yo mismo he tenido experiencia previa con tales agentes psicopómpicos y he atestiguado las verdades que revelan; aunque su fuerza dista mucho de alcanzar la de las dulces flores de la agonía que consumía ahora. Entendía que debía comenzar por dilucidar la naturaleza extraña de estas misteriosas y esotéricas flores de las que mi paladar gozaba constantemente.

De este modo nació en mí la idea de corroborar con estudiantes de biología, especialistas en botánica y demás personal científico, que gozará de las capacidades y el acceso a las técnicas para dilucidar la identidad de la misteriosa ostia transmembranal que comía. Uno de los profesores de biología de la Universidad de Costa Rica había tomado particular interés en el pequeño botón floral que le brindé, y accedió a analizarlo con todo y las advertencias de no consumirlo, pues desconocía su capacidad tóxica. Vaya pretexto, era tan falso pero igual tenía deseos que lo acatara; nadie se enorgullece de la necesidad de tener que quitar una vida, pero lo haría de ser necesario para mantener mi secreto.

Las semanas pasaron y mi poder fervientemente crecía, mi lectura llegó a ser tan minuciosa y mis capacidades tan innaturales; que logré depositar mis ojos en antiguos rollos de conocimiento prohibido. Obras cuya atroz verdad oculta no debe ser vislumbrada jamás por los ojos de los mortales y cuyo nombre no seré tan insensato de incluir en esta obra.

Comenzaba a percibir los apéndices innombrables de una deforme criatura, durante mis sueños los veía negros y purpúreos, viscosos y mutantes. Podía verlos serpentar bajo un cielo nocturno, luego los veía crecer y multiplicarse para emitir ventosas similares a globos oculares. No obstante nunca pude comprender la naturaleza de la criatura de la que brotaban tan obscenos entes; pues volvía a la vigilia tan pronto esto ocurría. Estas visiones no duraban mucho y nunca podía observar la naturaleza de estas criaturas; pero al despertar el sonido de mandíbulas cerrándose y garras cortando era constante. En momentos en que la atención se iba de mí, durante el día, escuchaba los guturales cantos de un monstruoso animal que respiraba al mismo ritmo mío. Comenzaban a ser tan constantes que no me permitían parpadear con calma por temor a volver a escuchar semejantes atrocidades.

En aquel tiempo también continuó la investigación de la muerte de Francis, la versión oficial cambiando constantemente conforme la investigación continuaba. La verdad es que nunca dejaron ir el cuerpo y la familia en desesperación realizó las respectivas ceremonias sin él. Las teorías cambian constantemente y era sospechable que jamás lograrían entender la verdad detrás de su muerte. No los culpo la verdad, es simplemente que los hechos no tienen sentido para aquel que goce aún de su integra cordura.

Apoteosis del AbismoWhere stories live. Discover now