CAPÍTULO III

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MATTEO

Pestañeo varias veces confuso, una luz me ciega rotundamente todo lo que veo son destellos blancos y balbuceos a mi alrededor. Cierro los ojos con fuerza en espera que al abrirlos la imagen se acomode mejor, intento moverme pero es imposible y caigo en la cuenta de que mis manos y pies están atados a una silla. - ¿Qué pasa? – pregunto con una voz tan ronca que parece si hubiese llevado horas gritando.

Examino mí alrededor y me odio por conocer el lugar a la perfección. Un charco de sangre reposa tranquilamente en el suelo, aun está fresco es de una muerte reciente.

- Ay Matteo. – su voz retumba por todos lados y mi pulso se acelera. - ¿En serio creíste que las cosas iban a terminar acá? – Comienzo a forcejear aunque sé que es en vano, necesito liberarme. – Te recomiendo que dejes de intentar porque no te va a gustar la marca que te va a quedar, aunque... ¿Qué hace una más a la colección no? – En ese instante mi cuello comienza a picarme pero no física, sino mentalmente.

- ¿Qué mierda querés? – pregunto con veneno. - ¡¿No te bastó con arrebatarme a mi papá?! – Mi voz retumba por las paredes.

- ¿Bastarme? Pero mi amor, si ese solo fue el comienzo. – Y mágicamente está ahí parada frente a mí.

Adelaide me sonríe victoriosa, tiene el cabello hecho un desastre, sucio y enmarañado, su rostro está perdido, apagado, como si toda esa vitalidad que un día me había enamorado jamás hubiese existido.

- No hay manera Matteo Balsano que puedas vivir en paz después de lo que me hiciste. – Masculla entre dientes. – Y lo vas a pagar. – Sus labios se curvan despacio y otra luz se enciende.

Luna, en una silla atada y con la boca tapada, forcejea de una manera impresionante y su rostro se contrae por un segundo.

- ¿Qué le haces? – pregunto desesperado mientras comienzo con más fuerza a intentar soltarme

- Te dije que me la ibas a pagar. – susurra y un arma que no tengo idea de donde salió ya está entre sus manos. - ¿La cabeza? ¿El corazón? ¿Un pulmón? – pregunta mientras tamborilea los dedos contra su barbilla

- ¡NO LA MATES! -grito tan fuerte que siento un desgarro en mi garganta. - ¡NO LE HAGAS NADA A ELLA NO, ANTES MATAME A MI

- ¿Y la diversión dónde queda?

Sin decir más nada un disparo limpio rompe mis tímpanos, intento gritar tanto como puedo pero las palabras no salen. El cuerpo de Luna está inmóvil con un perfecto agujero humeante entre sus cejas y la sangre brota sin cesar..

Abro los ojos de manera inmediata, mi pecho sube y baja de una manera descontrolada, me agarro a las sabanas como si mi vida dependiera de ello para comenzar a tantear al lado mío, la cama está vacía. – Luna. – susurro mientras me levanto y tomo mi ropa interior del piso. El cuerpo me pesa toneladas y ni hablar de mis manos y brazos, poder extenderlos es casi una proeza.

Camino un poco torpe mientras intento recuperar mi ritmo cardíaco normal y salgo a la sala principal, el reflejo del sol baña el sillón en el medio del ambiente y cuando alzo más mis ojos la encuentro sentada en la punta de la mesa tecleando en su computadora. El alma me vuelve al cuerpo, tiene el cabello suelto y despeinado, lleva uno top deportivo que deja a la vista su tremendo escote mientras bebe una taza de lo que aparentemente debe ser café. – Buen día. – murmuro y finjo estarme desperezando. – No te encontré en la cama ¿Qué haces? – pregunto acercándome para dejarle un beso en la coronilla.

3. La sentencia de Matteo Balsano (#Lutteo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora