Adrien llevaba más de cuarenta minutos maldiciendo en voz baja, quería colocar sus manos alrededor del cuello de cierto pelirrojo y darle un amigable apretón.¿Cómo mierda se le ocurrió pedirle a él tal favor? ¡Era estúpido!
Volvió a lanzarle miradas envenenadas a la parejita que se encontraba a unos metros cerca suyo, riendo y contando alguna basura cómica.
Nathanaēl pareció al fin reparar en él y le devolvió una sonrisa, lo que hizo aumentar su mal humor.
— ¿Sabes que desde aquí puedo sentir cómo tratas de reducirme a cenizas?
— Que te den por el culo. —Escupió. Nath se mordió el labio, tratando de no reírse de su amigo. Marinette, quien estaba al lado de él, prefirió permanecer callada, sabía que si decía algo también recibiría la bala.
Desde que empezaron a trabajar, el rubio tenía un aspecto de que en cualquier momento saltaría sobre ella y le daría un ataque directo a la yugular. Así que mejor era prevenir.
— ¿Entonces por qué no te nos unes? —Preguntó con falsa inocencia. — Digo, no es como que no vayas a pasar más tiempo con...tú sabes quién. —Le señaló discretamente con los ojos a la joven.
Adrien le dedicó una mirada de advertencia, si seguía cabreándolo terminaría en un charco de su propia sangre.
De pronto, el sonido del microondas interrumpió la intensa atmósfera. Marinette sonrió tímidamente. — ¡Creo que las palomitas están listas! —Exclamó. — ¿Alguien desea un poco? —El rubio hizo un gesto de desagrado y se esfumó de la cocina.
— ¿Puedo saber qué le pasa? —Preguntó la chica. Nathanaël se pasó una mano por la nuca y exhaló.
— Creo que lo sabrás más tarde. —Marinette quiso preguntarle a qué se refería, pero algo le decía que era mejor no saber la respuesta. — Ven, vamos, aún tenemos que terminar con ese informe.
Ella lo siguió hasta su habitación, en donde tomó asiento lo más alejada posible de Adrien.
El rubio se encontraba echado en la cama, con los audífonos puestos, mientras arrojaba unos dardos. Ni siquiera dijo una palabra cuando ambos chicos entraron.
Nathanaël rodó los ojos, esta situación empezaba a agotar su paciencia.
— D-Disculpa, Nath. —El aludido observó a su compañera, dándole a entender que tenía toda su atención. — ¿De casualidad no tendrás tu libreta de apuntes? Es que olvidé la mía en casa y recordé que la clase anterior, Mendeleiev habló algo sobre los Coccinellidae.* —Señaló.
— Uh, lo siento, no anoté nada de esa parte. —Se disculpó. — Pero, creo que Adrien tomó nota. ¿No es así? —Ahora esta vez se dirigió a su amigo, quien seguía ignorándolos.
Nathanaël bufó y se plantó delante de él. — Adrien, ¿me estás si quiera escuchando? Te dije si-...
El muchacho se quitó uno de los auriculares. —Si no te mueves, mi dardo irá a parar directo a tu cerebro y no pienso limpiar las manchas de tu asquerosa sangre...y sí, busca en mi puta mochila. —Nath iba a decir algo más, pero de inmediato descartó la idea.
— Bien, gracias. —Refunfuñó. Marinette se mordía la uña del pulgar, era una de sus manías cuando estaba en una situación incómoda. No podía negar que se sentía un tanto nerviosa con el comportamiento volátil del rubio. Hasta hace unos cuántos minutos estaba burlándose de ella y ahora parecía que quería destriparla junto con Nathanaël.
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Dopamina
FanfictionÉl creía que era una chica tonta y sin ningún encanto femenino, el tipo de mujer del que ningún hombre se detendría a mitad de la calle para observarla con descaro, sin embargo, había algo en Marinette que lo irritaba más que a nada, y era su terque...