CAPÍTULO XIII

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Las puertas de la mansión se abrieron generando un sonido pesado, sus pasos retumbaron provocando ecos con cada uno que daba. La soledad del lugar no había cambiado con los años, solo la servidumbre parecía habitar el inmenso lugar, mientras que sus ocupantes seguían con es costumbre de ocultarse en las sombras del salón y rincones donde él no tenía interés alguno en ir a visitar.

- Señor... - le saludó JongIn, esperándolo junto a la escalera.

- ¿Dónde está?

- Arriba, esperando por usted...

MinHo no hizo comentario y subió la escalera, sabiendo exactamente dónde la encontraría. En el segundo piso, los decorados del medioevo, seguían dándole un toque lúgubre a todo el lugar, además del silencio en la que la mansión estaba cada vez que iba de visita, lo que era muy seguido.

Esperó a que JongIn abriera la pesada puerta de roble y entró, esperando a que el ahora mayordomo de la mansión, la cerrara y diera privacidad.

Dentro, la habitación permanecía en constante penumbra. Las cortinas nunca eran abiertas por lo que, sin importar si afuera había un sol radiante, adentro siempre era de noche. Olor a vainilla y flores silvestres, se sentía fuerte en cada rincón. MinHo inspiró profundamente, deleitándose con el hecho de que sin importar si hubieran pasado quince años, aquella esencia que lo volvía loco, seguía viva y pulsante en su interior, y en aquel cuarto.

Caminó lentamente hacia la cama, negras sábanas de seda y un tul del mismo tono cubrían el dosel. En medio de ésta, quien dormía, parecía como si recién hubiera tomado una siesta y no como si hubiera estado en aquel estado por tantos años.

- Hola amor...

La noche en que TaeHo había nacido, contra todo pronóstico, TaeMin no había muerto, sino que se había sumido en un profundo sueño. Que MinHo hubiese mordido al cachorro y creado el enlace entre ambos, siendo él también compañero de TaeMin, de forma indirecta había influido en la razón que mantenía a su compañero vivo a lo largo de todos esos años. Era como si la vida de TaeMin, estuviese atada a la del bebé por tanto tiempo MinHo lo mantuvo vivo y a salvo.

'Debe volver con nosotros...' le dijo Amelia la mañana siguiente al nacimiento del bebé. 'Debe estar con su pueblo, con su gente, nosotros cuidaremos de él, ya no hay nada que puedas hacer por TaeMin' reafirmó JinKi.

La primicia de cuidar del recién nacido, fue lo único que lo mantuvo con las garras sobre la tierra para no volverse loco e impedirlo. Siendo lobo, no sabía cómo podía ayudar a su compañero, por lo que lo mejor en ese entonces había sido que volviese a su aquelarre y fuese cuidado por su propia especie.

Lo que aconteció después, nadie lo tenía previsto. MinHo fue a visitarlo cada madrugada, todos los días por al menos cinco años, esperando a que su presencia ayudase a TaeMin a volver a despertar, pero no surtió efecto. El único cambio que ocurrió, fue que la apariencia física de su compañero, volvió a cambiar; su pelo rubio fue tiñéndose lentamente del mismo color castaño con que lo había conocido, su cuerpo pareció recuperarse y verse más saludable, sus mejillas se tiñeron de un tono carmesí al igual que sus labios, lo que le confirmaba que seguía con vida pero, ¿Por qué no despertaba?

Aquella pregunta la buscó responder durante mucho tiempo; hizo visitas a otros aquelarres, se reunió con otros vampiros ancianos, pero nadie parecía darle la respuesta que esperaba por lo que, con el paso del tiempo, MinHo desistió de buscar respuestas.

- Puedo olerte... - habló a sus espaldas mientras permanecía sentado junto a la cama, sosteniendo la mano del castaño – No necesitas esconderte

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