Capítulo 1.

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— A mi despacho de inmediato, Granger. — espetó su profesor de pociones, antes de dar media vuelta, dejándola con la palabra en la boca.

¿Qué demonios había hecho? ... Pensaba una y otra vez, mientras trataba de seguirle el paso al protagonista de sus sueños más húmedos.

Sí, Hermione Granger llevaba cuatro años de su vida, enamorada de su profesor.
Un hombre prohibido, inalcanzable ... Y para su desgracia, un hombre insoportable que no toleraba su presencia.

Se dió cuenta desde la primera clase que le impartió en primer año.
Desde esa noche, aquella mirada la perseguía en sueños. Aquel aroma a menta y tabaco inundaba sus fosas nasales, dominando todos sus sentidos cada que olía la amortentia; y por supuesto, aquella voz tan ronca y varonil no dejaba de pronunciar más que insultos y humillaciones cada que la veía.

¿Por qué lo amaba? Tal vez por qué en el fondo ella tenía la certeza de que era diferente. Esa frialdad y amargura que derrochaba por todo el castillo no era más que una careta. O al menos eso pensaba ella, y esperaba con todo su corazón estar en lo correcto.

Pronto, llegaron a la puerta de roble oscura y Snape entro como alma que lleva el diablo.
La castaña comenzó a sentir sus piernas flaquear. Era evidente que estaba furioso, y por más amor que le pudiera tener, no podía evitar sentir miedo ante aquel hombre.

— Señor, ¿Podría decirme que he hecho malo, para que me traiga aquí?— se aventuró a preguntar.

Snape no dijo nada. Buscaba algo en su armario, ignorandola por completo.

— Profesor, le juro que no he cometido una falta para que me castigue— insistió Hermione, un poco irritada por su poca educación.
O más bien, por qué le dolía comprobar que cada vez la trataba peor, y su corazón no quería olvidarlo.

— No tiene que jurarme nada, señorita Granger... — finalmente habló, volviéndose con una botella de whisky de fuego en la mano.— Yo jamás le dije que estaba castigada.— se sentó en su escritorio, invocando a su vez un vaso de cristal pequeño.

Hermione no comprendía nada. Estaba perpleja. ¿Si no estaba castigada, entonces qué demonios hacía ahí?.
Miró fijamente las manos de Snape, sus dedos largos y delgados abrazaban el vaso tal y como ella deseaba que acariciaran ciertas partes de su cuerpo.

Un tanto sorprendida por sus pensamientos, sacudió la cabeza casi imperceptiblemente. Volvió la mirada al suelo, maldiciendo mentalmente las hormonas descontroladas de la edad.

Snape captó de inmediato su sonrojo.
No tenía idea de por qué le provocaba cierto cosquilleo por todo el cuerpo. Tal vez debido a una plática que escuchó accidentalmente de varias niñatas escondidas en el baño el año pasado. Entre ellas, Granger.

Flashback...

Iba pasando por ahí, se dirigía a hacer sus rondas a las 6:00 de la tarde, ya que tenían el problema de Sirius Black, cuando de repente escuchó algunas risillas y cuchicheos en el baño de niñas.
De inmediato las iba a sacar de ahí, bajarles puntos y castigarlas, pero tan solo lo que escuchó, lo dejo petrificado.

— Bien, es tu turno, Hermione, ¿Qué profesor te gusta?.- Enseguida reconoció la voz de la señorita Ginny Weasley.

— Ginny ... – pudo oír cómo Granger suspiraba algo irritada— Sabes muy bien la respuesta.

— ¡Pero yo quiero saber!– habló la señorita Parvati.
Cada vez se convencía de tres cosas.
Uno, que no había, para su fortuna, ningún Slytherin ahí. Dos, que esa era una plática de señoritas con hormonas alborotadas y que debería irrumpir y bajarles puntos. Y tres, que algo le impedía llevar a cabo el segundo punto, ya qué, muy dentro de él, quería saber por quién de sus colegas Granger sentía atracción.

Kiss Me Hard Before You Go💋Donde viven las historias. Descúbrelo ahora