Desde el principio de mi existencia, desde que tengo memoria, siempre he sentido un cariño especial, una conexión profunda y única que me vincula con el fenómeno de la lluvia. Existe algo extraordinariamente encantador, casi mágico, en la forma en que las diminutas gotas de agua golpean suavemente el cristal de la ventana, cada golpe creando un ritmo constante, un hipnótico y relajante ritmo que parece tararear una melodía única y personal. Combinado con la melodía suave y dulce de mi canción favorita, que suena delicadamente de fondo, se crea un ambiente absolutamente perfecto para la introspección y la contemplación, para perderse en los pensamientos y las reflexiones, para sumergirse en un mundo interior lleno de ideas y emociones.
Es en estos momentos de paz, de tranquilidad sublime y serenidad, mientras observo absorta el granizo y las gotas de lluvia caer libremente del cielo gris y nublado, donde me encuentro a mí misma sumergida en mis pensamientos más profundos, más introspectivos y reflexivos. Aunque la introspección no es algo que normalmente disfruto o busco activamente en mi vida cotidiana, en estas circunstancias particulares, parece sacar a relucir una parte de mí más sentimental, más emotiva, más vulnerable.
Es una parte de mi personalidad que, en un esfuerzo consciente y deliberado por proteger mi propio bienestar emocional, mi tranquilidad interna, he decidido mantener oculta y reservada, en lo más profundo de mi ser. A pesar de que esta es la faceta de mí misma que más anhelo compartir con el mundo, siento un miedo palpable de que hacerlo pudiera resultar en dolor innecesario, en sufrimiento personal, en heridas emocionales difíciles de curar.
Pero quiero aclarar que este capítulo de mi vida, este fragmento de mi historia personal, no tiene el propósito de abordar este tema en particular, esta parte escondida de mí misma. Sin embargo, sentí la necesidad imperiosa de compartir estas reflexiones aquí y ahora, en este preciso momento. Por extraño que parezca, aunque pensar en él, en ese recuerdo, no es algo que encuentro particularmente agradable o reconfortante, de alguna manera, el simple acto de recordarlo me devuelve a la persona que era antes de conocerlo, a esa versión de mí misma que parecía perdida en el tiempo. Y eso, de una manera sorprendente e inesperada, siempre logra dibujar una sonrisa en mi rostro, una sonrisa de nostalgia, de aceptación y de gratitud por el camino recorrido y las experiencias vividas.
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Mi vida es un completo cliché
Teen FictionLa vida de Ana se ha convertido en un gran cliché desde que comenzó a enamorarse de Santiago, ella por más que intente evitarlo el lo único que hace es acercarse cada vez más convirtiendo esa historia en algo especial