En aquel período, el tiempo parecía transcurrir como si estuviera suspendido en el aire, como si me hubiese quedado estancada en un solo instante, en una burbuja de cristal, mientras el mundo a mi alrededor continuaba su danza en un constante y vertiginoso movimiento. Los sucesos, las circunstancias, todo parecía no desarrollarse conforme a mis meticulosos planes y meticulosas expectativas. Llegó ese día aciago, ese momento crucial que había temido pero también anhelado, en el que reuní todo mi valor, toda mi fuerza interna, y decidí liberar las emociones que mantenía cautivas en lo más profundo de mi ser.
Decidí revelarle a Santiago, mi amigo de larga data y objeto de mi afecto, todos los sentimientos que albergaba en mi pecho. A pesar de la escasa fe que tenía en que algo positivo surgiera de ello, decidí dar el paso. Tenía la premonición de que todo terminaría mal, incluso cuando mis amigos y seres queridos me aseguraban que no sería así, que debía tener fe en el amor. Después de todo, nunca había tenido suerte en el amor y siempre percibía de su parte hacia mí una mirada fría, distante, muy diferente a las miradas llenas de ternura y afecto que él le dedicaba a ella, la chica que parecía tener su corazón.
Cuando finalmente me encontré cara a cara con él, después de haber intercambiado tantos mensajes vía chat, después de que él mismo me pidiera que nos viéramos en persona para conversar, los nervios me invadieron como una marea alta. Sentía mi rostro arder, estaba segura de que estaba sonrojada, mi corazón latía con fuerza contra mi pecho. Sin embargo, reuní todo el valor que pude y, con la voz temblorosa pero firme, le confesé: "Me gustas, Santiago". Tras pronunciar esas palabras, todo a mi alrededor pareció detenerse, casi como si ahora el mundo se hubiese congelado en su lugar y yo fuera la única que avanzaba, la única que se atrevía a romper el silencio.
Esperaba un rechazo inmediato y sin rodeos, pero su reacción fue completamente inesperada: me abrazó con tal calidez que me dejó sin palabras, dejándome en un estado de sorpresa y alivio que no puedo describir con palabras.
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Mi vida es un completo cliché
Teen FictionLa vida de Ana se ha convertido en un gran cliché desde que comenzó a enamorarse de Santiago, ella por más que intente evitarlo el lo único que hace es acercarse cada vez más convirtiendo esa historia en algo especial