¿Quieres ser mi novio? (DuSeob)

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Dujun no paraba de caminar de aquí para allá sumamente ansioso. El césped bajo sus pies estaba totalmente aplastado tras recibir sus reiteradas pisadas y murmullos inentendibles salían sin cesar de sus labios. Siguió así durante un buen rato, y no paró hasta que se tropezó con un pie que repentinamente se cruzó en su camino.

—¡Ya para! —gritó Junhyung exasperado—. ¡Estás mareándome!

Dujun le dedicó una mirada fulminante al chico sentado en las gradas, pero cayendo en cuenta que éste tenía razón, le hizo caso y tomó asiento a su lado. Pero una vez que lo hizo, sus nervios no lo dejaban en paz y se vio obligado a morder ligeramente sus uñas en un intento de tranquilizarse.

—Hyung, déjalo. Solo está intentando liberar su estrés —defendió Dongwoon al nervioso muchacho.

—Ay, por favor. ¿Estrés de qué, eh? Ni que fuera la gran cosa... —contraatacó Junhyung.

—Ja, hablas así porque no eres tú el que está a punto de confesarse —regañó Gikwang a Junhyung.

Pues bien, en aquella tarde calurosa, Dujun estaba reunido con sus compañeros de clases en las gradas de la cancha de fútbol que se encontraban en la parte posterior del colegio. Junhyung y Gikwang estaban en el mismo año que él, mientras que Dongwoon era un carismático chico un año menor, que se había ganado su aprecio y lo habían adoptado como el maknae del grupo.
Los cuatro estaban reunidos para llevar a cabo el plan más cursi y bochornoso que Dujun jamás había imaginado. De tan solo recordarlo... se le ponía toda la piel de gallina.

Todo empezó cuando a mediados de año se transfirió a su colegio un pequeño chico rubio, un tal Yang Yoseob. Y desde que lo vio entrar por la puerta de su curso, aquel dulce pequeño con cara de ángel se había convertido en el niño de los ojos de Dujun. Resultó ser que el chico era amigo de infancia de Gikwang, y por ende, éste lo presentó al resto del grupo. Yoseob era alguien bastante divertido y jovial por lo cual se ganó el aprecio de todos con facilidad, convirtiéndose así en amigos bastante cercanos.

Aquí entre nos, a Dujun le fascinaba ver a Yoseob sonreír, por ello, por todo los medios que podía intentaba hacerlo. Siempre que estaban a solas Dujun hacía para él imitaciones graciosas y contaba bromas de todo tipo. Yoseob reiría y sonreiría brillantemente, iluminando el día de Dujun consigo.
Y a Dujun le gustaba estar así, tal como estaban. Disfrutado de los pequeños deleites que le daba su amistad con Yoseob; guardaba en su memoria cada una de sus sonrisas, se acercaba con cualquier excusa para sentir la suavidad de sus manos, y de vez en cuando, se perdía en el maravilloso océano oscuro que proyectaba la mirada del pequeño.

Y Dujun no está seguro si fue a causa de sus miradas furtivas demasiado comprometedoras o... bueno, no tiene idea cómo, pero el caso es que los idiotas que tiene como mejores amigos se enteraron de su enamoramiento. Y luego de enterarse, le habían insistido hasta el cansancio a Dujun para que confesara su amor al pequeño Yoseob. Él, como era de esperarse debido su personalidad reservada, les daba un golpe a cada uno para que dejaran de fastidiarlo y se retiraba, siempre se mostrándose esquivo al tema.
No obstante, una mañana, algo le hizo cambiar de parecer.

Era una mañana bastante fría de otoño y los estudiantes llegaban presurosos a sus respectivas aulas de clases en busca de calentarse un poco gracias a la calefacción, Dujun era uno de ellos. Pero al Dujun ingresar al aula de clases se llevó una gran sorpresa, pues la encontró totalmente vacía y con un frío glacial. Vio su reloj y se percató, para su desgracia, que aquella mañana había llegado más temprano que de costumbre. Lanzó un suspiro derrotado y dio media vuelta para buscar algún conserje que encienda la calefacción o bien, ingresar a algún otro curso que tenga la calefacción ya encendida, pero justo antes de cruzar el umbral de la puerta, alguien más llegó.
Yoseob entró presuroso al aula y tropezó con Dujun, sus miradas se encontraron y de inmediato le pareció graciosa la forma en que Dujun se abrazaba a sí mismo para protegerse del frío. Pero, luego de percatarse que Dujun estaba sufriendo de verdad, Yoseob lo envolvió en un repentino, cálido y confortable abrazo. Y el tiempo de pronto se detuvo a su alrededor, o al menos ésa fue la impresión que tuvo Dujun. Se mantuvieron así, abrazados, en sus respectivos rostros coloreando una tonalidad carmesí, y no se separaron sino hasta que de a poco llegaron los demás estudiantes y finalmente encendieron la calefacción.

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