Días de escuela. (KiSeob)

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Era una de esas tardes en que no te apetecía hacer más que apreciar los bellos y pequeños detalles de la vida, en vez de resignarte a estar encerrado en cuatro paredes aprendiendo cosas que en su mayoría no te servirían para sobrevivir en este mundo.
Apreciar por ejemplo las bellas y resplandecientes nubes moverse lentamente, llevadas por el viento a cualquier lugar, y las aves, las hermosas aves volando y revoloteando por allí y por allá libremente, sin preocupaciones algunas. Sí. Un ave. Lo que daría Yoseob por convertiste en un ave y así poder salir volando por la ventana de aquel lugar. Pero no podía. Y ante aquello no le quedó otra opción que suspirar pesadamente.

El joven Yoseob, lejos de prestar atención a su tan aburrida y tediosa clase de matemáticas, se mantenía mirando soñador a través de la ventana, haciendo ventaja del hecho de que su asiento era el último de la columna y su visibilidad para el profesor era escasa, por no decir nula a causa de sus cataratas.

Ya tendría tiempo para que algún otro compañero le explicase la tarea asignada.
En lugar de ello, Yoseob decidió tomar entre sus manos una de las rosas que le encataba cortar del jardín del colegio cada mañana antes de ingresar. Ya se había tomado la molestia de limpiarla por completo de espinas. En esa ocasión le había apatecido escoger una del rosal blanco.

Arrancó uno a uno los pétalos y tomó un bolígrafo entre sus manos, para luego empezar a escribir entre los pétalos la estrofa de una de sus canciones favoritas. Estaba tan concentrado en ello, que cualquiera hubiese creído perfectamente que en realidad estaba trabajando en los ejercicios dictados por el profesor.
Luego de un par de minutos tuvo lista la frase entera repartida entre todos los pétalos de la flor. Abrió lentamente la ventana que se encontraba a un lado suyo, para por el espacio abiero, poder sacar la mano y esparcir por el patio todos aquellos pétalos. Con la esperanza de que alguien tal vez los encuentre y los una de nuevo. Y quién sabe, tal vez quiera averiguar quién ha sido el romántico que se tomó la molestia de hacer todo aquello.

Sí. Yoseob muy en el fondo mantenía esa esperanza.

El curso en el que Yoseob se encontraba estaba en el cuarto piso del edificio, por lo cual los pétalos de rosa no pasaron desapercibidos por algunos estudiantes que practicaban educación física en el patio en ese momento.

Luego de un par de horas más, el timbre finalmente sonó y Yoseob salió despavorido de aquella aula sin fijarse siquiera si alguien había recogido o no los pétalos.

Se olvidó completamente del tema.

A la mañana siguiente Yoseob llegaba algo somnoliento a su aula de clases para ocupar su respectiva banca, de nuevo con una rosa entre sus manos. Pero grande fue su sorpresa al encontrar algo extraño sobre su pupitre. Al principio no lo reconoció, pero luego al fijarse bien notó que eran los pétalos que había arrojado ayer desde la ventana.
Al parecer alguien los había encontrado y pegado cuidadosamente con cinta transparente para que así la frase que él había escrito se lea con toda claridad. Pero además de eso, había una nota adhesiva pegada en el pupitre.

«Hola. He visto que has arrojado los pétalos desde la ventana y la verdad, me ha parecido un gesto sumamente romántico. Me gustaría conocerte. Te espero hoy después de clases en el ceibo que está detrás de la escuela»

La alegría dentro del pecho de Yoseob no pudo haber sido más grande en aquel momento. ¿En verdad había funcionado? ¿En verdad había conquistado a una linda chica con aquel simple detalle?
Trató de tranquilizarse un poco y que así su emoción no sea notada por sus compañeros de clase. Ocultó rápidamente la nota y los pétalos en su mochila cuando notó que ingresaba al aula su maestra de historia y se sentó para prestar atención a su clase.

O al menos lo intentó.

Pasó el resto de la clase pensando en qué tipo de chica era la que encontraría en su cita a ciegas. ¿Acaso era Eunji, la chica más bonita de su curso? No. No podía ser ella. Porque ella, obviamente, estaba dentro del aula al momento en que arrojó los pétalos. ¿O tal vez los recogió después de la salida?
Meditó un poco más el asunto y sacó la conclusión de que tal vez había sido alguna de las estudiantes del aula de al lado. Después de todo, ellas tuvieron educación física justo en la hora en que esparció los pétalos.
Decidió dejar de ilusionarse demasiado con el tema, ya que podía ser que la chica que encontró sus pétalos no fuera su tipo ideal después de todo. O peor aún, tal vez fuera alguna broma de alguno de sus compañeros.

HI♡LIGHT «OneShots»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora