Frío. (JunWoon)

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En la habitación hacía un frío glacial, así que se refugió en el mejor de sus abrigos antes de entrar en ella. Un pequeño pastel sostenía en una de sus manos mientras que con la otra abría lentamente la puerta, con sumo cuidado para así evitar molestarlo.

Tal como suponía, Dongwoon lo esperaba recostado en su cama. Pulcra, amplia, vestida con las más blancas y sedosas sábanas. Aquella misma cama en la que, hace no muy lejanos días, consumían desenfrenadamente su amor y luego, en charlas que parecían interminables, hacían infinidad de planes para su futuro juntos. Claro que, en aquel entonces no tenían ni la más mínima idea de la atroz jugarreta que les preparaba el destino.

Junhyung tomó asiento en la cama. El colchón se hundió un poco por su peso, pero eso a Dongwoon no pareció molestarle. Sus ojos permanecían cerrados y su semblante era tan pacífico que solo un acontecimiento sobrenatural podría alterarlo. Junhyung acarició suavemente su cabello y con el dorso de la mano fue bajando lentamente por su mejilla. No era como la recordaba. Su suavidad, su calidez natural, aquella preciosa tez rosada, habían desaparecido por completo para ahora dar paso a una tonalidad lóbrega y grisácea. Pero a Junhyung eso no le importunaba en lo más mínimo. Porque sin importar absolutamente nada, él siempre sería Dongwoon. Siempre, siempre sería su más grande e irremplazable amor.

—Mira lo que te traje cariño.

Junhyung tomó el pequeño pastel que mantenía en su regazo y lo acercó un poco al chico. Un nudo se formó de pronto en su garganta pero luego de una pausa pudo continuar.

—Es de chocolate con cubierta de Oreo, tu favorito.

Sus manos empezaron a temblar y tuvo que dejar el pequeño pastel sobre el colchón para de ese modo evitar que se le caiga. El frío era tal que, inconscientemente y por puro instinto, acercó su mano a la de Dongwoon en busca de calor, como tantas veces había hecho en el pasado, mas, en esta ocasión, no lo halló. Ahora, aquello era como tocar un níveo copo de nieve.

Todavía temblando, Junhyung buscó entre sus bolsillos el encendedor para así prender la única velita que estaba en el pastel. Cuando lo hizo, acercó con cuidado el pastel al chico.

—Feliz cumpleaños, amor.

Pero éste no respondió. Ni siquiera hizo el mínimo intento por soplar aquella única velita.
No podía hacerlo, y eso Junhyung lo sabía a la perfección.

Junhyung tomó aire y sopló la vela en nombre de Dongwoon. Y aunque no fuese su cumpleaños, pidió un deseo. Pidió, rogó, oró, suplicó... como tantas veces había hecho en estos últimos tiempos, pero al abrir los ojos se fijó que, una vez más, nada había cambiado. No había ninguna fuerza celestial que le escuchara y le devuelva el aliento de vida a Dongwoon.

Sonrió con amargura y se levantó apresuradamente. Un delirio febril lo había dominado de súbito. Fue hasta el armario y sacaba sin cesar todas las prendas que Dongwoon solía lucir. Las acercaba a él, las acariciaba, las olía, y de este modo sus ilusiones crecían desmesuradamente.

—Debes alistarte, amor. Pronto llegarán los invitados de la fiesta. Vamos, no me mires así. Sé que no tenías ganas de hacer nada este año pero no pude resistirlo. Mira que uno no cumple años todos los días. Bah, ¿te vas a quedar allí haciendo pucheros todo el día? Ven, qué te parece si... hey, ¿pero de qué te ríes, eh?

Acercóse entonces a él y dejóse llevar por completo de su locura. Besaba sus manos, besaba su rostro y besaba sus helados labios. Lo besaba sin cesar, cuidadosa y delicadamente. Como si éste tuviese el peligro de romperse en mil pedazos ante el más ligero toque.

Y entonces se detuvo. Las lágrimas agolpaban sus ojos y sus fuertes sollozos lo indisponían. A duras penas conseguía respirar.

—Dongni, tengo que irme. Pero tranquilo, estaré de vuelta pronto.

Depositó sus labios en la frente del chico durante un largo tiempo y luego salió de la habitación. A penas estuvo afuera cayó de hinojos en el suelo, desplomándose debido al insoportable peso de su soledad.

Habían momentos en que un rayo de lucidez centelleaba en su mente, y entendía que su proceder no era el adecuado. O al menos, no el más convencional. Pero... el deseo, la ferviente necesidad de rechazar rotundamente su realidad era mucho más fuerte y lo dominaba.

Prefería vivir de este modo.

Dongwoon estaba allí. Estaba todavía con él. Y para Junhyung, eso era más que suficiente.




HI♡LIGHT «OneShots»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora