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No sentimos ni por un instante que ya iba clareando el día, solo por el cacareo del gallo pudimos darnos cuenta.

No nos importó.
Yo necesitaba de más manoseos, besos y lamidas de mi bella amiga.

Sentía cómo nuestros cuerpos ardían de fiebre libidinosa y eso más me encantaba.

Le pedí por última vez a Male que me lamiera el clítoris lentamente para lograr sentir, quizás por última vez, el mayor placer intenso que podría experimentar en toda mi vida. Porque no sabía en ese momento si volveríamos a repetir este mismo episodio de lujuria lésbica.

Male obedeció a mis súplicas y lamió tantas veces y con tanto sabor. No podía seguir aguantando. Quería que las dos llegáramos al límite de la pasión al mismo tiempo y la detuve por un instante.

Con un poco de violencia masoquista la volqué en la cama. Ella sonrió con complicidad y cedió. Le abrí las piernas y me entrelacé a ellas con mis piernas también logrando hacer unas tijeras.

Con locura rozaba su vagina contra vagina, clítoris contra clítoris. Yo gritaba y ella gritaba. Estábamos llegando las dos juntas al orgasmo más increíble que jamás hubiéramos sentido.

Soltamos al fín el grito más desesperado de no saber cómo aguantar el placer más intenso de nuestras vidas.

Terminamos extasiadas, sudorosas pero felices de lograr por fin nuestro sueño de expresar nuestro lesbianismo oculto. No podíamos creerlo.

Quedamos dormidas profundamente. Luego de una hora o dos despertamos, fuimos a bañarnos juntas y jugamos en la ducha como amigas que éramos.

Nos vestimos y después desayunamos. Hablamos un poco y nos prometimos que esa noche no sería la única, que habría otras noches más y que serían cada vez más calientes que la anterior noche.

Terminé de desayunar y me despedí con un gran beso en la boca que le dí a mi mejor amiga Male. La que me dió la mejor noche de mi vida y que me prometió no sería la última...

FIN

Lesbianismo OcultoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora