A pesar de que el vómito no es un fluido corporal, definitivamente está entre una de las cosas que más me repugnan.
Siendo justos, no creo que exista una persona que se sienta feliz al estar junto a otra que escupe pedazos de comida medio digerida y ácidos gástricos.
Aún así, quizá yo reacciono de manera algo exagerada a la presencia de la viscosa sustancia de olor rancio.
Nunca he sido muy tolerante con esto. Desde que era un niño, ver a otros vomitar era algo que me provocaba arcadas y que consecuentemente me hacía repetir las acciones ajenas.
Me pasó en la escuela cuando mis compañeros sentían náuseas y vomitaban, yo los acompañaba devolviendo todo mi desayuno; luego lo miraba o me llegaba el olor fétido y vomitaba otra vez.
Hasta en mi propia casa ocurría, si Gerard se enfermaba del estómago, mi madre sabía que lo mejor era mantenerme lo más alejado posible en caso de que a Gee le dieran náuseas; así al menos yo no lo empeoraria todo.
Realmente mi vida a partir de los 8 años fue bastante tranquila en este aspecto. En casa, mamá se aseguró de evitar a toda costa que yo estuviera en presencia de vómito ajeno; y en la escuela, todos los maestros sabían que debían tener especial cuidado conmigo si había alguien enfermo, no porque yo fuera especial, sino porque sabían que podía ser peor que un lanzagranadas cargado si se daban las condiciones adecuadas.
Yo no era el más fiestero ni social, por lo tanto no me costó mantenerme alejado de las fiestas donde se servía alcohol como si lo regalaran.
Para empezar el alcohol me mareaba bastante rápido, lo cual hacía que me doliera la cabeza, que a su vez me provocaba náuseas, que me revolvía el estómago y bueno... el final creo que es bastante predecible.
Debo recalcar que mi tolerancia al alcohol es tan baja que incluso yo siento pena.
Mi madre prepara para navidad una pasta con crema y vino blanco que es absolutamente deliciosa, se supone que al cocinarlo debería evaporarse el alcohol, y aún así yo me embriago cuando como de esa pasta. Por ello mi madre lo retiró de mi menú navideño y me dejó solo pasta Alfredo.
Bien, quizá esa era una de las desventajas de que me protegieran demasiado del vómito.
Porque sí, no ocurría solo con vómito ajeno. Cuando yo mismo enfermaba, era una tortura. Las lágrimas se me salían mientras sentía que se me desgarraba el esófago por tan horrible sensación. Lloraba y me revolcaba de coraje porque yo en verdad no quería eso. Intentaba contener el vómito tanto como me fuera posible solo para no tener que sufrir el ardor en mi garganta ni el asqueroso sabor en la boca, pero al final siempre acababa ocurriendo y era peor, pues lo miraba y volvía a escupirlo todo.
Simplemente repulsivo.
Y desde luego otra razón para mantenerme alejado de las fiestas (quizá la más importante), era el resto de la gente.
Yo no estaba dispuesto a quedarme enseguida de un ebrio demente que no podía controlarse y que acabaría manchando mis zapatos con vómito, por favor tenía formas mucho más divertidas y menos sucias de pasar una noche de viernes, especialmente porque esas formas no cubrían cuidar de ebrios.
Excepto con cierto enano malnacido y descontrolado que cantó "Nothing On You" en el karaoke de la fiesta y gritó su dedicatoria para mi con el micrófono a todo volumen.
Una vez más, me refiero a mi queridisimo y poco ortodoxo novio, Pete Wentz.
Es gracioso como todas las cosas que evitamos estando solteros, podemos mandarlas al demonio al conseguir pareja.
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Wakala Que Rico -Petekey-
Historia CortaDos palabras: fluidos corporales. El chiste se cuenta solo, ¿no? Si no ha quedado suficientemente claro, todas esas sustancias son repugnantes a un nivel ilegal. Ahora, dos palabras más: Pete Wentz. No sé, pero hay algo muy raro que para todo lo que...