• Sácame de aquí •

47 4 2
                                    

Cuando Alexandra despertó ya estaba amaneciendo. Estaba tumbada en aquel dichoso  colchón sin sábanas, y Silas descansaba en el suelo, tumbado boca abajo en ropa interior. Se había quitado el hábito y lo había dejado doblado junto a él, dejando al descubierto todo su cuerpo desnudo.

Tenía la espalda ancha y fuerte, pero muy pálida, como el resto de su cuerpo. Este estaba lleno de cicatrices y heridas abiertas.

"Le han apaleado sin piedad..." Pensó Alexandra, recordando los numerosos látigos que adornaban el despacho de Aringarosa. "¿Qué clase de monstruo querría ver un cuerpo como este hecho trizas?" Se preguntó.

Se incorporó lentamente del colchón, tratando de no hacer ruido. Sus pies se estremecieron al tocar el frío suelo de la habitación.

Caminó de puntillas y se arrodilló junto al albino. Analizó cada una de sus facciones y alargó la mano hacia su espalda. Acarició su blanquecina piel con la punta de los dedos. No hubo respuesta alguna, Silas seguía durmiendo. Alexandra suspiró y siguió pasando los dedos por todas y cada una de sus cicatrices, recorriéndolas como si fueran pequeñas carreteras en el mapa más pálido del universo.

El chico soltó un leve gemido y se dio la vuelta, cerrando las piernas con fuerza. Un hilo de sangre empezó a recorrer su pierna.

- ¿Pero qué..?- Susurró Alexandra, al encontrar el cilicio que Silas tenía en su muslo.

Sin dudarlo ni un segundo, aflojó la correa y se lo retiró. Tiró aquella herramienta de tortura al otro lado de la habitación y se colocó sobre el asesino, con las manos apoyadas sobre el suelo y las piernas a ambos lados de las caderas de este.

Entonces fue cuando abrió los ojos.

- ¿Qué haces, mujer?- Dijo, alarmado.

- Nada...- Alexandra pasó su mano por la nuca de Silas, haciendo que este cerrase los ojos de placer.

Cerró las piernas de nuevo, con el único objetivo de notar el dolor que le causaban las púas del cilicio en su carne. Pero no sentía nada, nada aparte de una sensación que no sentía desde hacía algo más de una década.

- Alma pecadora...- Dijo, en un susurro.

Abrió los ojos y se dio cuenta de que lo que estaba ocurriendo no estaba bien. Se dio la vuelta de forma brusca, colocando a Alex debajo de él y sujetando sus muñecas con fuerza.

- No eres más que una ramera de Satán. No vas a hipnotizarme con tus malas artes, pecadora original.- Gritó en voz baja.

La miró a los ojos, lleno de furia. Nadie podría hacerle dudar de su señor, nadie era más importante que Dios en su vida.

-¡Pararé, fantasma! ¡Pararé!- La chica miró hacia ambos lados, asegurándose de que no había nadie escuchando. Entonces se inclinó hacia su rostro y susurró. - Pero necesito que me saques de aquí, quiero volver a casa.

Tu casa ya no existe. - Respondió, apretándole las muñecas con fuerza.

- ¡Silas!- Gritó alguien desde la puerta.- ¿Qué haces?

Levantó la cabeza lentamente, temiéndose lo peor. Sus pensamientos se hicieron realidad. Aringarosa estaba mirándole enfadado.

- Yo... Señor... - Balbuceó.

- Excusas... ¡Blasfemias! ¡Pecador!- Interrumpió el obispo. - Ven ahora mismo. Voy a hacer que te arrepientas de haber...

- ¡Espera!- Dijo Alexandra, levantándose del suelo.- No fue su culpa, padre...

- Explícate.- Dijo, cruzándose de brazos.

- Yo... ¿Se lo digo?- Miró a Silas, que le observaba perplejo. - Desde que era una niña tengo unas pesadillas terribles. Algunas veces me afectan más que otras... Y hoy me han afectado mucho. Me caí de la cama, pataleando y pegando al aire. Silas me agarró para que no me hiciera daño... No es su culpa, padre. Es la mía.

Silas seguía mirándola con los ojos abiertos, sorprendido de que alguien le salvase. Sorprendido también de aquel indefinido perdón tan precipitado. Aringarosa inclinó la cabeza y le hizo una señal a la chica para que fuera con él. Ambos se fueron por el amplio pasillo.

- Te voy a enseñar a no dejar entrar a Satán en tus sueños, hija mía...- Dijo el obispo, mientras tomaba uno de los látigos que tenía en su despacho y tumbaba a la chica en su mesa.

Ghost.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora