A veces se me mete en la cabeza la idea de adelgazar. No como se te puede pasar por la cabeza un pensamiento, sin más; cuando digo que se me mete en la cabeza quiero decir que esa idea entra en mi cerebro a través de la piel, rompiéndome el cráneo, y justo en el centro se hace una bola que da vueltas y vueltas sobre su propio eje, creciendo y creciendo y taladrando mi mente. Lo único en lo que puedo pensar es en huesos, en saltarme la próxima comida y en qué ejercicios hacía el año pasado para quemar las kcal. Y la bola sigue arrasando con mi voluntad, haciéndole buscar fotos y mas fotos para autodestruirme, pero dejándome en el suelo moribunda, nunca muerta.
Por mucho que mejore, esos momentos siguen volviendo cuando menos me lo espero, y tengo claro que no quiero volver a eso, al hambre, al frío, al infierno congelado, pero a la vez quisiera arrancarme la grasa con las uñas que ahora tengo largas, coger unas tijeras y por cortar, cortarme hasta el pulso.
Pero no puedo, ¿no?
