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Pesadez absoluta se desarrolló por mis venas, el corazón dio embestidas furiosas contra mi caja torácica y el nudo atascado en mi garganta era por mucho insoportable.

Difícilmente registré lo que decía Billy, mientras que Evan comenzaba a aproximar sus pasos en nuestra dirección. Cada segundo alimentaba mi estómago con piedras ácidas y pesadas. La bilis suplicaba por ser expulsada de mi interior, torbellinos de emociones erróneas y sujetas a la frustración, danzaban por mi piel.

Tres

Dos

Uno...

—Buenas noches— saludó el joven de ojos verdes, solo para seguir su camino hacia delante.

No podía negar que su voz congeló cada fracción de mi cuerpo, pero lo que más me enfermó, fue esa sonrisa tan repentina que surcó sus facciones. El demoledor gesto, revolucionó una oleada de sentimientos negativos y ásperos sobre mi pecho.

Una punzada de malpresagio atravesó mi sistema, sin embargo, hice acopio de mis fuerzas y retiré dicha sensación envenenada de mí.

—Te veré luego, Tn— Billy me sacó de balance.

—Sí, claro. Hasta luego— apenas logré responder sin temblar.

El muchacho y los invitados, se marcharon en sus respectivos coches, desapareciendo de mi campo de visión.

—Es hora de ir a la cama o de lo contrario Santa Claus no traerá regalos, niños— Skylar dirigió a sus hijos a la casa, al tiempo que papá y yo ingresamos también.




Envolturas esparcidas de regalos descansaban sobre el suelo, al tiempo que las risas alegres de mis hermanastros, resonaron por la casa. La mañana de Navidad era fresca y la punta de mi nariz estaba helada. Sin mencionar lo hinchados que mis ojos se veían, aunque pesaban como si un saco de rocas tuviera.

—Es una lástima que Papá Noe no me haya traído algún regalo. Tonta adolescencia— dije, para aminorar el malestar que operó toda la noche en mí.

Skylar soltó una risotada por mi comentario, negando con la cabeza.

—Ve el lado bueno, al menos te puedes desvelar más que Adeline y Quincey.

Me encogí de hombros, dando un asentimiento.

—Sí, supongo que tienes razón.

El sonido de alguien tocando la puerta principal, hizo que mi madrastra echara andar para abrir.
Por lo mientras, los recuerdos de anoche aturdieron mis huesos en enorme magnitud; Evan con el semblante enfadado, Evan sonriendo y saludando como si nada. Todo ello dio como resultado a un conjunto de pesadillas horribles, en especial por la escena que vi de Maturin y Harker.

Empujé tal memoria, solo para expulsar un suspiro cansado y hondo.

—Tn, Billy ha venido a buscarte. Quiere que vayan a salir— la voz de la pelirroja me sacó de mis cavilaciones.

Skylar y el chico aludido se dirigían a mi ubicación. El corazón dio un salto en mi pecho.

—Espero no molestar o estropear planes para ti— articuló Billy, difuminando una sonrisa.

—Para nada— repliqué, haciendo un ademán desdeñoso con la mano—, pensaba pasar el día entero viendo películas navideñas. Pero parece que ha llegado mi salvador del aburrimiento— devolví la sonrisa.

—Genial, iremos a casa de mi abuelo, Ben. Creo que le va a encantar conocerte.




Las historias del señor Hanscom, eran interesantes en demasía. Según él, aquél monstruo que derrotó junto al club de los perdedores, fue bautizado con el nombre de Eso, pues adoptaba la forma que la criatura quería, conforme el miedo de sus víctimas. El hombre de edad avanzada, con dificultad recordó lo ocurrido en relación al monstruo. Cada palabra que emitía el anciano, envió un estremecimiento gélido y rasposo a mi espina dorsal.

© Lunático enamorado | Pennywise x lectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora