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Los labios me templaban sin que pudiera detener dicha acción. El nudo que hospedó mi garganta, se extendió hasta la tráquea. De pronto, las ganas de echarme a correr lejos de mi contrario, seducían mi cobardía a su máxima potencia.

—Est-ás brom-ean-do, ¿cier-t-to?— cuestioné, en un hilo de voz pausado, torpe y asustado evidentemente.

Un estremecimiento puro recorrió mi espina dorsal, en cuanto la sonrisa de Evan se desarrolló mucho más.

—Querida Tn, ¿tengo expresión de estar bromeando?— la cruel burla tiñó su tono.

Lágrimas repentinas nublaron mi campo de visión, sacudí la cabeza en una negativa añorada y débil. Un tornado de emociones demoledoras, invadió la sangre que corría por mis venas.

—Pero, ¿cómo?, ¿por qué?— apenas pude mediar palabra.

—Dudo, mi estimada, que desees escuchar la verdad— inspiró, para añadir—Sin embargo, espero que esto sea suficiente para tu inútil incredulidad.

Antes de que pudiera replicar, el chico dio un chasquido con los dedos y, de repente, un manojo de globos rojos apareció en su mano izquierda. Pegué un pequeño saltó en mi lugar, mientras que el corazón dio embestidas vertiginosas contra mi caja torácica.

—No, no, no, no, ¡no puede ser!— me hallaba al filo de la histeria explosiva— No solo eres un jodido asesino de animales, sino que también eres un...— ira y pánico se unieron en mi pecho— un monstruo.

Luego de soltar los globos y dejar que volaran al cielo, una estrepitosa carcajada que brotó de sus labios, provocó que las náuseas se sumaran al malestar instalado.

—Creo que la definición de monstruo es bastante hiriente, ¿no estás de acuerdo?— arqueó las cejas— Es mejor que me llames por mi verdadero nombre, el señor Bob Gray o si te es más cómodo, Pennywise— verdadero placer enfermizo cruzó sus facciones.

De alguna manera u otra, sabía que él conocía el miedo colosal arraigado a mis huesos. También, supe, que Pennywise se trataba de nada más y nada menos que de Eso. No necesitaba ser un genio pasa descifrar dicho enigma.
El monstruo que cambiaba de forma conforme a tu miedo, el disfraz de payaso que adoptaba y, por último y retorcidamente cierto, el aspecto de un muchacho normal. El aspecto del tal y falso Evan Harker.

La resolución cayó sobre mí como ácido insoportable y destructor. Deseé con todo el alma que se tratase de una siniestra pesadilla, sin embargo, estaba segura que la situación iba más allá de lo real.

—Vete al demonio, asquerosa bestia— escupí, sin pensar en consecuencias ulteriores.

—No sabes cuánto me halagas, fraülein— cruzó los brazos sobre el pecho—. Pero deberías ser más agradecida, pequeña Tn.

Fruncí el entrecejo, confundida.

—¿De qué mierda hablas?— disparé una ceja al cielo, al tiempo que mi contrario soltó un bufido.

—Agradecida por dejarte vivir, en vez de convertirte en mi alimento— la expresión en mi semblante era aterrorizada y confusa—. El día que llegaste a Derry y fuiste al parque con Quincey, planeaba devorarlo a él y por qué no, a ti también.

Pánico denso absorbió cualquier vestigio de paz en mi sistema, los latidos desenfrenados de mi órgano vital, eran sobrehumanos en demasía. Entonces fue esa sensación de ser observada, era él quien nos acosaba a distancia aquélla vez. Significaba que posiblemente...

—¿Tú eres quien envió ese regalo tan macabro? El causante de mis noches repletas de suspenso y tensión, ¿verdad?— atreví a interrogar, de pronto.

© Lunático enamorado | Pennywise x lectoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora