Capítulo 32 - Daño irreversible

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—Aaah... Mi cabeza... —dijo Yeik mientras abría los ojos—. Qué... ¿Dónde...? ¿Qué fue lo que pasó?

Aunque le costó un poco, pudo erguirse sobre el puff en el que estaba acostado. Todo a su alrededor daba vueltas y vueltas hasta que, finalmente, pudo notar con claridad que aún seguía en el mismo sitio. La televisión, aún encendida, seguía mostrando el noticiero, el cual ya había conseguido la foto del "prófugo", tal como Gache había anticipado.

Luego de eso, Yeik observó la pequeña mesa con cierta extrañeza, pues el libro negro ya no estaba allí; no así el cuaderno de Rai, que tenía una gran anotación con un claro mensaje:

"Perdón", más una carita feliz. La letra correspondía a su amigo de pelo blanco.

Cuando Yeik quiso tomar el cuaderno, sintió que un calambre se apoderaba de su mano, el cual se fue desvaneciendo lentamente cuando comenzó a abrir y cerrar los puños.

—Hmmm... ya recuerdo —dijo para sí, molesto—. Fue el shock del guante de Gache, cuando le di la mano ¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?

Yeik tomó su teléfono celular y revisó la hora, la cual marcaba las 7 pm ¿Un hora desde que Gache se había ido? Eso era demasiado tiempo. No obstante, eso no le llamó tanto la atención como cuando desvió la mirada hacia el suelo, donde yacían restos de un particular líquido celeste.

A medida que siguió el rastro hasta su origen, la incertidumbre y la desesperación se iban apoderando de él; el líquido provenía del tubo de curación, que estaba totalmente vacío.

—No... no puede ser. No me digas que... —. Luego de balbucear un poco, Yeik estampó su mano contra su cara—. Argh... No puedo creer que haya hecho esto ¡¡¡Yésika!!!

El joven no pudo seguir el rastro mucho más de unos metros, ya que el mismo desaparecía. Y a pesar de la magnitud de la casa, Yeik no dudó ni un segundo en comenzar a recorrer todos y cada uno de los rincones de todas las habitaciones.

Mientras tanto, para ahorrar tiempo, el de pelo azul tomó su teléfono y marcó el número de Yésika, que no daba respuesta. A pesar de que él la llamaba frenéticamente, ella no contestaba. Entonces, cuando estaba por estampar el aparato contra el suelo, producto de la desesperación, éste comenzó a sonar. Así, atendió inmediatamente:

—¿¡Yésika!?

—¿Qué Yésika, boludo? Soy yo, Gache. Escuchá, tuve un pequeño...

—¿¡Dónde carajo estás!? ¿¡Por qué tardas tanto!?

—Bueh, evidentemente ya te recuperaste bien de la descarga eléctrica ¿No?

Yeik había entendido el mensaje. Por lo tanto, para bajar un poco la alteración que llevaba encima, cargó sus pulmones y dio un largo suspiro:

—Perdón, Gache. Estoy buscando a Yésika ¿Sabes dónde está?

—¿Dónde está? ¿Qué clase de pregunta es esa? Ella tiene que estar con vos.

—Pues no lo está —respondió Yeik, que comenzó a tener un tono más desesperado—. El cilindro de curación está vacío y hay rastros de líquido celeste en el suelo del gimnasio ¡Yésika se fue sin avisar nada!

Gache se detuvo unos segundos a meditar detrás del teléfono. De tal manera, pudo sacar una rotunda conclusión al respecto:

—Definitivamente esa chica está loca.

—Ya los sé, Gache. Así que va a ser mejor que te apures, así la buscamos antes de que lleguen sus padres.

Yeik cortó la comunicación y siguió buscando a su compañera por toda la casa, dejando que su impaciencia y su ansiedad lo consuman. Buscó en el living, en el comedor, en la sala de juegos y en todas las diferentes habitaciones del primer y segundo piso.

La verdad secreta (#CarrotAwards2018) (#TesorosOcultos) #LA2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora