Intento fallido

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El recreo había llegado, lo que significaba que Yeik y Yésika habían ido a buscar a Gache para pasar el rato, como era su eterna costumbre. Él, como siempre, se encontraba en el jardín de la academia, recostado sobre una piedra de gran tamaño. Decía que le daba firmeza para dibujar y anotar lo de siempre en su cuaderno: garabatos que sus amigos jamás lograban comprender.

—¡Vamos, Gache! —insistía Yeik—. Dime qué es eso ¡Parece interesante!

—¡Ja! ¿No que les aburrían mis explicaciones? Ahora se aguantan —contestó su compañero.

No satisfecho con la respuesta, Yeik se acercó a él y comenzó a zamarrearlo con tal de sacarle más información. Pero Yésika, contemplando un poco a Gache, inmediatamente notó algo que no era habitual en su compañero.

—¿No hace calor para andar abrigado, Gache?

—Cierto —añadió Yeik, quien paró de sacudir a su compañero—. Hoy te pusiste un buzo más grueso ¿Te sientes bien?

—Me enfermé anoche. Ando con un poco de fiebre. Ya saben... frío, calor... solo eso —concluyó el canoso cerrando su cuaderno rotundamente—. ¡En fin! ¿Qué tal la clase? ¿Aprendieron cosas nuevas o se estuvieron mandando mensajitos de amor como siempre?

—¡Gache! — reclamó la muchacha, dándole un suave puñetazo en el hombro.

—¿Qué? Es lo que siempre hacen cuando paso por su aula.

—Bueno, puede que tengas razón — intervino Yeik con una pícara sonrisa en su rostro—. Solo que esta vez no mandó tantos como de costumbre, ya que estaba muy ocupada explicándole a Rai todo lo que le preguntaba.

—¡Yeik! ¡No ocurrió tal cosa! —Esta vez la joven lanzó un puñetazo suave a su otro amigo.

—¿Ese chico está en su clase? —dijo Gache de manera algo despectiva, alzando una ceja—. Pensé que solo había venido a la academia por magnen.

—Al parecer será nuestro compañero por el resto del año. Así que Yésika estará muy ocupada con él —continuó Yeik, echando más leña al fuego.

No obstante, Yésika no iba a quedarse atrás:

—De igual manera yo esperé todos esos mensajes que Yeik siempre me mandaba —contraatacó la chica con tono acusador—. Pero él estaba muy ocupado dándole los apuntes que le faltaban a Arlet.

— ¿Arlet? —interrumpió Gache—. ¿Quién es Arlet?

—Es una chica nueva que entró hoy a clase —le aclaró Yésika—. Aunque parece un poco... rara... ¿No te parece, Yeik?

—Un poco quizás —respondió tomándose la barbilla—. Y hablando de eso... ¿Dónde estará ahora?

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Adentro de un aula, se encontraba Rai mirando el reloj de pared atentamente. Y a dos asientos de distancia se encontraba Arlet, quien no podía evitar mostrarse nerviosa por no saber cómo actuar.

Luego de unos cinco minutos en silencio, decidió romper el hielo:

—¡Hola! ¡Me llamo Arlet! Un gusto.

—Ya lo sé. Lo dijiste al frente de toda la clase.

La joven quedó sin palabras, pero volvió a insistir:

— Emmm... ¿E...eres nuevo aquí?

—¿Realmente te importa?

Luego de mirarla con desprecio, volteó nuevamente al reloj, como si estuviera esperando que algo sucediera. Aún así,a Arlet prosiguió a su tercer intento de generar una conversación.

—¿Por qué no sales al recreo?

—¿Acaso te parece que conozco a alguien de esta academia? —contestó Rai con cierta irritación.

— Bueno... yo tampoco conozco a nadie —intentó convencerlo—. Podríamos hacer algo afuera.

A pesar de su probable buena idea, su compañero no hizo más que mirarla con aún más desprecio:

—¿Me hablas en serio? ¿Hacer algo afuera?

—¿Cuál es el problema?

— ¿Sabes? —dijo refunfuñando—. Si vas a seguir molestándome con tus preguntitas mejor me voy afuera por mi cuenta.

Dando así por terminada la discusión, Rai se levantó del asiento y se dirigió directamente hacia la puerta de salida.

—¡Podrías haberme dicho que te estaba molestando y...!

El nuevo alumno ignoró a la chica totalmente y se fue dando un portazo. Decepcionada, ella dio un suspiro y dejó caer su cabeza sobre el banco.

—¿Por qué me...? —ella apretó sus puños, pero se relajó casi de manera inmediata—. No. Es temprano para rendirse, pequeña Arlet. Sé que vas a lograrlo, paciencia.

Y como si no fuera suficiente, la maestra asomó su cabeza por la puerta y le dio su primer reproche:

—Disculpe señorita, no puede quedarse aquí adentro durante el recreo.

—¡Oh! Emm... ¡Ya salgo maestra! — respondió disimulando su real estado de ánimo—. De hecho, me iba al baño. No se preocupe.

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— Hmm... Qué hambre que me agarró, che—concluyó Gache tomándose suavemente el estómago.

— Ahora que lo dices... —acompañó Yeik.

—También tengo hambre —le siguió Yésika— ¿Qué les parece si voy a comprar comida?

—¡Genial! Yo iré al baño hasta que vuelvas —dijo el de pelo azul con marcado optimismo.

Antes de que pudieran hacer algo, Gache apoyó la mano sobre su corazón dramáticamente, a punto de ponerse a actuar:

—¡Oh! ¡Qué casualidades que trae esta vida! Los pequeños tortolitos desaparecen al mismo tiempo ¿Qué acto de amor piensan llevar a cabo esta vez?

Yésika puso los ojos en blanco y dio un suspiro de resignación:

—Gache ¿En serio no te cansas nunca de hacer esos chistes siempre?

—Bueno... no tenía un plan en realidad. Pero si ella tiene alguno... —dijo Yeik siguiéndole el juego a su compañero. Yésika, en tanto, le clavó una mirada asesina.

—Realmente no me interesa qué es lo que vayan a hacer. —Gache abrió su cuaderno y volvió a sumergirse en sus anotaciones—. Solo traten de volver antes de que el recreo termine.

—No te preocupes, amigo. No la distraeré por mucho tiempo.

Luego de su cumplido, volteó a ver a su compañera y le guiñó un ojo. Yésika no pudo evitar sonrojarse y, mucho menos, lanzar un puñetazo directo al estómago de su compañero:

—¡Ya vete al baño de una vez!

La verdad secreta (#CarrotAwards2018) (#TesorosOcultos) #LA2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora