III.- Decisión.

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Haruka:

No se quejó al recibir las pequeñas gotas en la cara. Después de todo, le gustaba el agua.

Sin pensarlo, se levantó y lo siguió.

Estaba curioso por los jardines y los lugares que podría conocer.

Los días siguientes fueron parecidos.

Aunque en aquel lugar no se notaba el paso del tiempo, Haruka calculaba, entre las veces en que le daba por dormir, que habían pasado ya varios días. Más de los que pensaba.

No lo sabía con exactitud, pero recién se habían cumplido los quince días de su llegada.

Y estaban resultando mejor de lo que esperaba.

A pesar de que tenía la posibilidad de salir de la casa, sus paseos se limitaban a los jardines que Sousuke ya le había enseñado. No se atrevía a ir más allá, pues temía que alguno de los habitantes se diera cuenta de que estaba vivo y trataran de hacerlo "uno de los suyos".

Prefería quedarse ahí, pasar el tiempo en la biblioteca o pedirle pequeñas clases de piano a Sousuke.

Su vida en aquel lugar donde no existía el tiempo ni el dolor empezaba a gustarle.

Inclusive la comida, algo que creyó imposible de conseguir y que sin embargo, gracias a Emily, tenía sólo para él.

No le faltaba nada...

Pero allá arriba, todo era un caos.

Su familia y la del conde Matsuoka estaban nerviosos y preocupados en sobremanera.

Desde que Haruka había salido corriendo del lugar, no tenían noticias de él y ya habían buscado por todos los rincones de la ciudad.

Quien estaba más preocupado era Rin. Y todo mundo lo sabía.

Temía que le hubiese pasado algo... igual que una persona que conocía.

Sousuke:

Se había esforzado por darle todas las comodidades posibles a Haruka. Una habitación propia y comida fresca... Empezaba a pensar que tendría que ir al mundo humano a conseguir más alimentos. Los de abajo no eran tan buenos. El paso del tiempo no afectaba a los productos, pero al no ser consciente de sabores como antes... Pocas veces se podía tener una buena experiencia comiendo algo propio del lugar.

Pensaba incluso en pedirle a Haruka que le acompañara, pero le preocupaba... Quizá quisiera quedarse en el mundo de los vivos y ya no volver. Vio al pelinegro y estrechó contra su pecho la enorme caja que sostenía. Le había costado mucho encontrarlo... Algunos tratos por aquí y por allá, pero esperaba que aquel regalo hiciera más amena la estancia.

-Haruka...- se acercó despacio hasta él, caminando con pasos algo inseguros. Sosteniendo la caja frente a él. -Te... Traje algo...

Dentro había un montón de huesos, algo inquietos. Los huesos de un perro que había averiguado que le perteneció en su infancia. La caja se sacudió un poco y la sostuvo con más fuerza, soltando una risa nerviosa.

-Es un regalo... Ábrelo...

Haruka:

Ése día, Haru estaba en su habitación.

Le había resultado algo extraño que él no le pidiera dormir en la misma cama, pero no se quejó.

Hacía pocos días atrás, recién se había animado a entrar a la biblioteca y ya tenía un montón de libros pendientes por leer.

Hasta que la muerte...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora