Who

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-Sé que no me conoces.

-Está en lo correcto, no sé quién es usted.

El mayor sonrió para luego acomodarse en la silla.
Su blanca piel hacía contraste con el color oscuro de sus pequeños ojos, y en ellos se podía apreciar un pequeno brillo.

Se encontraban sentados en la mesa, mirándose a la cara, Michael en verdad no sentía nada de lo que es cercanía, o si quiera sentía algo de interés en saber quién era la persona en frente de él, ¿Por qué había un hombre en su casa? ¿En dónde estaban sus abuelos? No lo sabía. No sabía nada, pero en ese momento, sólo quería ir a dormir y que el hombre de rostro anónimo abandonara su morada.

-Han pasado tres meses desde que tu madre murió.- Habló algo incómodo.

Michael amaba enormemente a su madre, era su soporte, y le costaría superar su partida, por lo que para él, lo que dijo el individuo de en frente, fue como un disparo a su frágil corazón. ¿Era necesario recordarle eso? o una pregunta mejor, ¿Cómo es que sabía él que su madre había muerto?

-Tus abuelos han estado contigo estos días, para que no te sintieras solo, ¿Estoy en lo correcto?

-Sí.

Sintió presión en su pecho, las lágrimas amenazaban por salir, pero, ¿Quién lloraría en frente a un extraño? Michael comenzaba a dudar de sí mismo cuando una lágrima se deslizó por su mejilla izquierda con lentitud.
La forma tan pacífica en que las lágrimas brotaban, lo desesperaban
inmensamente, pero prefirió guardar la calma y respirar con tranquilidad.

Michael se quedó quieto y en silencio, mientras frotaba con la manga de su largo sueter, sus mejillas.

El silencio parecía durar una eternidad, nadie decía nada ni se atrevían a mirarse entre sí.
El hombre anónimo, mantuvo la mirada en la ventana la cual se encontraba a un lado de él, porque, maldición, cómo le dolía ver a Michael llorando tan desconsoladamente.
Tapó su boca disimuladamente para evitar cualquier sentimientos triste que se reflejara en su rostro.

-Dime, Michael. ¿En verdad no sientes ningún apego a mí?

El de baja estatura levantó la mirada, aún con sus ojos hinchados y rojos. Timidamente, bajo los brazos de la mesa y tocó su propia pierna al sentirse nervioso.

-Señor, con todo el respeto que se merece, no tengo idea de quién es usted.

El mayor bajó su cabeza y soltó una risita.

-Está bien.

Los párpados del menor se cerraron mientras más lágrimas brillantes y gruesas recorrían sus mejillas.

Mierda, su corazón sentía que moriría allí, con ese hombre extraño a su lado.

Su cabeza dolía, al igual que su garganta.

Quería morir y estar junto a su linda madre.

¿Dónde está?

¿Está bien?

Él sólo quería hacerla feliz, que ella estuviera orgullosa, ir a comprar juntos.

Reír junto a ella.

Pero, ¿dónde está mamá?

Quiero a mi mamá.

Por favor, trae a mi mamá.

Por favor...

[🌹]


-Te adoro, mí bebé.

Cuando su cerebro logró entender la frase, volvió en sí gracias a un fuerte espasmo en su cómoda cama.

Sus ojos se abrieron de par a par, aún sentía las lágrimas en sus mejillas, cayendo sin parar hacia la almohada, sus labios estaban rotos, su piel sudaba mientras sus cabellos en su frente se pegaban a ella.

Aún temblando, trató de levantarse, secando sus lágrimas.

Al mirar a su alrededor, observó la lámpara encendida en su mesita de noche, su cuarto sumamente ordenado.

Se levantó de su cama, y al pisar el frío piso se sintió mareado. Por inercia llevó la palma de su mano hacia su frente, cerrando sus ojos, tratando de calmar el dolor repentino de alguna forma.
Finalmente, decidió dejar que el dolor pasara por sí solo.

Fue al baño para lavar su cara y bañarse, y después de unos minutos, salió ya vestido hacia el comedor.
Allí encontró al mismo hombre de anoche, durmiendo con los brazos y su cabeza sobre la mesa, junto con muchos papeles, carpetas y cuadernos repartidos sobre la misma.

Michael sintió curiosidad de ver qué eran esos papeles, pero no quiso comportarse como un entrometido, así que simplemente se dirigió hacia la persona levemente familiar que se encontraba frente a él, durmiendo plácidamente.

¿Por qué ese hombre estaba en su casa?

Se veía joven, no pasaba los treinta y cinco años de edad, ¿por qué está aquí?

-Disculpa...-tocó su hombro con cautela, con la intención de despertarlo. El hombre sólo se removió un poco, negándose a abandonar su descanso.
Mike soltó un suspiro, la cara de ese tipo era tierna, a pesar de su barba y ojeras, su rostro tenía unas expresiones muy dulces.-Por favor, despierta...-. Comenzo a mover su hombro sin ser brusco, a lo que después de unos segundos, recibió respuesta, sintiéndose ahora tranquilo.

Love You ❇ daddykink (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora