Capítulo 2

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No supe lo que estaba haciendo hasta que estuve pie frente a él. Afortunadamente, soy de mente rápida.

- Necesito algo de mi bolso, está en tu auto- Muy bien. No hay sospechas. Relájate, respira.

- Está en tu pieza- dijo con su mirada fija en mí, tanto así que me daban escalofríos.

Enmudecí. Jamás he tenido una habitación. Literal, la compartía con mi hermano.

Chris suspiró como quien va a explicarte con manzanas algo tan simple.

- Pensé que Esther te había contado ya. Se quedarán un tiempo con nosotros.

Cualquier emoción que haya sentido en ese momento, por la expresión de Chris, estuvo claro que no la oculté.

- A ver...- se detuvo a pensar un momento-. Sígueme, está en el segundo piso.

Asentí aún confundida y lo seguí de vuelta a la casa. Subimos unas amplias escaleras y nos encontramos con un pasillo muy similar al del primer piso, sólo que este tenía bastantes más puertas.

- Hay tres habitaciones de huéspedes, aunque nunca los tenemos- se detuvo en una de las puertas- Esta es bastante pequeña, aunque está junto a un baño personal así que Ingrid decidió que sería de tu madre, lo siento- Sonrió. Yo me estremecí.

Esa sonrisa alzándose de medio lado para luego ampliarse, haciendo que mi estómago diese un vuelco.

- ¿Lizzie?- Andaba por las nubes últimamente... ¿me llamó Lizzie?

- ¿ Disculpa ?

Me desconcertó que me llamara así. Solo mi familia lo hacía.

- Nos conocemos desde niños ¿ o no? Es imposible olvidar cómo Esther te gritaba: "¡ Lizzie, mañana hay clases y tú aún no te duchas!"- Dijo con un tono cómicamente más agudo- o " Haz tus deberes, Liz, u olvídate de tu teléfono por las próximas semanas".

Sentí como mis mejillas comenzaron a calentarse, señal de que en segundos sería un tomate, pero él p no lo vió o lo ignoró y siguió caminando.

- Esta es de Carmen- dijo cuando pasó por una de las puertas del centro- Y... esta última, gracias a quien te habla, es tuya. Está junto a un baño gigante... pero que es mío de 6:30 a 7:00 de la mañana, lo siento, estoy al lado y hay que compartir.

Sonreí como respuesta y entré a la habitación. Gracias a Dios estaba de espaldas a Chris, porque esta pieza, el doble de grande de la que compartía con mi hermano, era sólo mía y no podía con tanta felicidad. Todo aquí era amplio, sobre todo la ventana que ahora tenía frente a mí. Fue amor a primera vista.

- ¿Quieres conocer también nuestro baño?- ¿ Nuestro? Eso suena extraño e incómodo.

Giré la perilla de una puerta que supuse que me llevaría a un... ¿ baño oscuro?

- Aquí no hay nada- solo un espejo.

El chico junto a la puerta, pasaba su mano por su rostro intentando amainar una sonrisa y así una posterior carcajada. Comencé a molestarme.

Chris se acercó a mí y encendió la luz, dejando tod, literalmente, más claro. Era un armario.

- Oh- dije con las mejillas encendidas.

- El baño es la puerta blanca- dijo esta vez sin contener la risa- que no te pase en las mañanas, no queremos accidentes.


Esta vez también reí yo.

El ajetreo de las últimas veinticuatro horas me dejó exhausta, pero seguía luchando por mantener los ojos abiertos y desempacar mi maleta. ¿ Que cuál era la complejidad de desempacar una maleta? que, en mi caso, después de aquella, venía mi bolso y una gran mochila, porque no estaba aquí de vacaciones. Mi madre había arrendado nuestra casa a unos antiguos vecinos que ya hace años se habían mudado del barrio y vendido su casa, pero que ahora no podían estar más arrepentidos y habían arrendado la nuestra. Eso, para mí, fue señal más que suficiente de que esto no sería pasajero. Alas cuatro de la madrugada, unos golpes en mi puerta me hicieron despertar por enésima vez.

- Hola- dijo una bajita mujer de la que estoy más que orgullosa de decirle madre.

- Supongo que ambas estábamos haciendo lo mismo, tú me enseñaste esa agotadora costumbre: " Cuando llegues a un lugar nuevo- dije imitándola- saluda a tu entorno, acomoda y ordena tus pertenencias, porque de la misma forma te acomodarás y ordenarás tu vida en la corta o larga estadía".

- ¿Tantas veces te lo he repetido ya?

Me encogí de hombros.

- Antes de que se fuera mi padre solíamos salir bastante.

Mi madre bajó la vista, supongo que acechada por recuerdos que intentaba alejar.

- No fuiste a comer... Ingrid me dio que trajera esto- esta vez abrió por completo la puerta y se sentó sobre mi cama, sosteniendo un pequeño plato con un trozo de pie de limón... yo ya babeaba- le dije que no tenías hambre, no sé si fue esa la razón de que no bajaras, pero insistió en que te lo diera.

Lo recibí y dejé sobre el velador junto a la cama.

- Gracias.

- Ellos solo intentan ser amables- suspiró con cansancio e insistió al notar que me demoraba en responder- Chris vino a mostrarte la habitación, ¿ o me equivoco?

Levanté la vista y ella continuó al notar que había captado mi atención.

- Ingrid no le dijo que lo hiciera.

- Lo sé.

Pude percibir su tono de súplica al llamarme.

- Lizzie.

- ¿Sabes cuánto me cuesta confiar en las personas después de todo lo que hemos pasado?- estaba muy cansada, así que decidí cortar el tema ahí-. Lo intentaré.

Besó mi frente y se retiró en silencio. Ella también hacía un esfuerzo enorme, y en ese momento me odié por no notarlo y hacer lo mismo.

Una Noche de InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora