veintidos

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Los observaba a ambos con el ceño fruncido. Mi cerebro no aceptaba procesar la nueva información. Comenzaron a formarse tantas preguntas al mismo tiempo que pareciera que hubiera un debate dentro de mi cabeza. Todas las personas gritaban y gritaban pero no se lograba entender nada. 

—Espera...— dije finalmente. Puse mis manos frente a mi pecho y retrocedí unos pasos, tratando de establecer la mayor distancia posible. —Me estás diciendo que has ayudado a mis padres con el dinero y después me has raptado... ¿¡Tan sólo porque estuviste enamorado de mi madre!?— chille. 

Silencio, nadie me contestó. Tanya bajó su cabeza, juntando sus manos frente su cuerpo. Alec me observaba fijamente, pero su rostro seguía sin haber alguna emoción y yo... Yo estaba a punto de matar a alguien. Mi respiración estaba agitada y me molestaba que no contestaran mi pregunta. 

—¡Habla maldita sea!— grité nuevamente. 

—¡Señorita Antoinette! ¿Está bien?— habló Lydia desde el otro lado de la puerta. Dirigí mi atención hacia la puerta blanca. Hubieron varios golpes en ella y el pomo se movía; rápidamente tome una silla y la puse debajo del pomo. 

—Nadie se irá de aquí hasta que me expliquen todo por que estoy harta de las mentiras. Quiero la verdad. Si me dicen algo que no es cierto, les juro que haré que se pudrán en la cárcel.— los ojos verdes de Alec no abandonaban mi cuerpo y a pesar de que seguía teniéndole miedo, intentaba demostrarme lo más fuerte posible. No iba a ser la misma Antoinette débil de dieciocho años que no se podía parar por si misma. Estar en Suecia estos tres años me ha ayudado bastante. 

—¡Habla! ¿¡Qué quieres que haga para que hables!?— mi garganta empazaba a doler pero nada me iba a detener. Estaba a tan solo unos pasos de saber toda la verdad, no iba a retroceder en estos momentos. 

—Tu madre y yo nos conocimos en la secundaria. Yo había llegado de Alemania en el segundo año y ya en el tercero estábamos saliendo. Terminó la escuela y fuimos a diferentes universidades; y allí como sabrás, tus padres se conocieron. Pero tu padre no tan solo me robó a mi chica, si no que también a mi hermana. ¡Tú estúpido padre fue el culpable de su muerte!— gruñó. 

¿Mi padre..?

¿Mató a alguien?

—No— negué repetidamente. Carraspié, mi voz comenzaba a fallarme. —¡Estás mintiendo!— chillé. 

—¡Señorita Antoinette!— el llamado de Lydia y los gopes se fueron más fuertes. Escuchaba a gritos de personas llamando a otras y pidiéndole que llamaran a los Bower. —El príncipe Jamie y su familia vienen en camino. ¿Está usted bien?— preguntó Lydia pero la ignoré. Sus palabras entraron por una de mis orejas y salieron por la otra. Toda mi atención estaba enfocada en las dos personas frente a mí. 

—Estás mintiendo.— reiteré. Continuaba negando. Mi mente y mi corazón se negaban a creer otra palabra más que dijera. —Te lo advertí, Alec. Si decías una mentira más, iba a hacer que te pudrieras en la cárcel. 

Alec se rió. —Piénsalo Antoinette. Usa tu pequeño cerebro. Sé que una vez entraste al ático y encontraste las fotos. Había una de un chico y una chica, ambos abrazados ¿no? Éramos mi hermana y yo, a los dieciseis años. Su nombre era Freya. 

Avancé hasta él y lo empujé. —¡Cállate! ¡Mi padre no es ningún asesino!— grité en su cara. Había hecho un mal movimiento. Alec me agarró de los hombros y me estampó contra la pared, su rostro estaba a tan sólo centímetros del mío y sus ojos me quemaban. 

—Freya y yo fuimos a escuelas diferentes, allí conoció a tu padre. Salieron por dos años, al igual que yo con tu madre hasta que un día, ambos estaban borrachos. Mi hermana estaba embarazada y a tu estúpido padre se le ocurre chocar. ¡Mató a mi hermana a mi sobrino! Tuvo suerte de que no lo haya matado el día del funeral.— rió nuevamente. —Luego me entero de que el hijo de puta me roba a mi novia... Desde ese día me prometí a que lo iba a pagar duro. Siempre estuve al tanto de tu familia. La famosa familia Lidnström. Estuve presente el día de su boda y supe cada uno de sus pasos. Cuando vi a Elizabeth...— cerró los ojos y suspiró. —Como dije, siempre estuve al tanto de tu familia. Fui yo quien hizo que tu familia quedara en banca rota para después encontrarme con tu madre por casualidad y que ella me contara sus problemas y así yo pudiera ayudarla. En pocos años me convertí en uno de los mayores empresarios de Suecia gracias al poder que tenía mi padre. Les presté el dinero y problema resuelto. Linnea me trataba como si fuera un pan de Dios mientras que Daniel siempre tuvo sus dudas conmigo; de hecho, debi de haber tenido una cámara cuando Linnea me presentó a tu padre como la solución a sus problemas. Cuento corto, te rapté por que sabías que eras su hija más preciada. Eras la del medio, ¿cómo se habrán sentido tus hermanas si se hubieran enterado que tú eras las que más querían? La pequeña Antoinette y su cabello castaño con sus ojos azules que encantaban a todos los chicos del barrio. Hasta estando en Inglaterra supe lo que pasaba con tu familia, eso ya lo sabes por supuesto. Hasta en estos tres años estuve detrás de ti. Supe cada uno de tus pasos en Suecia. Felicitaciones, Antoinette, te felicito por haber ingreaso a la universidad. 

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