Capítulo 4

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Fin del camino

Capítulo 4

La cargaba tanto como podía, para ser mujer era muy pesada. Pero eso no sorprendió al matagigantes, ella era fuerte y grande.

Después que se interpusiera para salvar a Jaime, ella fue lanzada varios metros lejos. Sufrió muchos golpes, raspones y posiblemente una fisura en la pierna, cosa que la dejaba fuera de combate por el momento.

Al verla en peligro, Tormund, fue junto a ella lo más rápido que pudo. Controló sus signos vitales y le acarició tiernamente el rostro. Estaba jodidamente enamorado de la mujer grande, y la protegería tanto como pudiera.

Pero, entre que la levantó sobre sus hombros para alejarla de la zona donde el fuego seguía consumiendo cadáveres, vio una escena que lo dejó entre asombrado y horrorizado. Su fiel amigo estaba traspasando a la reina dragón con su espada y al mismo tiempo acabando con el terrorífico rey nocturno.

No supo explicar cómo ocurrió, simplemente la espada entro en llamas. Era un fuego tan vivo y sublime, como si la misma energía y ferocidad de esa mujer fuera la que estuviera sobrepasando el poder de la espada. Sus ojos se abrieron como platos al ver que el rey de la noche se partió en pequeños cristales y todo su poder se esfumó de repente.

Lo que más lo impresionó, fue como Jon retiró la espada de su amada y la dejó caer al lado suyo. El cuerpo de Daenerys cayó sin vida en sus brazos; y él lo abrazó con fuerza y comenzó a llorar amargamente.

Sintió como Brienne de Tarth despertaba e intentaba llegar al suelo. La bajó gentilmente sobre la nieve y le dijo que lo esperara unos minutos. Ella no le hizo mucho caso, pero se sentó y suspiró cansada. Tormund aprovechó y se acercó hasta donde se encontraba su amigo Jon.

No fue el único quien lo hizo. Poco a poco, el pequeño grupo se transformó en una gran multitud que observaba quieta y silenciosamente como se desarrollaba la escena frente a ellos. Los únicos sonidos que se oían era el crepitar del fuego a lo lejos, el aullido de la manada de lobos y los lamentos de Drogon, quien lloraba a su madre sin consuelo.

Nadie fue capaz de romper aquel momento, aquella despedida triste y sin igual. Los últimos en acercarse fueron Arya y Bran, éste último siendo empujado en su silla de ruedas por su hermana. Ni siquiera él pudo decir nada.

De pronto, haciéndose espacio entre la multitud, un hombre tuerto se acercó tambaleándose. En su cinturón llevaba una espada que tantas veces había ardido al rojo vivo. Llegó hasta donde se encontraban Jon y la muerta Daenerys.

Jon lo miró sorprendido, no sabía que pensar al respecto, no sabía qué hacía Beric Dondarrion allí. Pero el hombre ni se inmutó, lentamente se agachó al lado del bastardo y lo apartó sutilmente del cuerpo sin vida de la madre de dragones. En una ceremonia parsimoniosa, aquel guerrero de la luz fue acercando su rostro al de ella y la besó.

Fue un beso corto, sin pasión ni cariño. Beric cayó al costado de la mujer y pronunció unas últimas palabras:

"Sólo una muerte paga una vida"

Luego cerró sus ojos para no abrirlos más. En cambio, la reina comenzó a moverse con lentitud y respirar profundamente, el color iba volviendo a su rostro y abrió los ojos.

Jon no salía de su asombro y alegría. Se acercó a su amada y la abrazó con delicadeza, terminaron su abrazo y se miraron fijamente a los ojos. Ninguno de los presentes podía creer tal milagro ocurrido; bueno, por supuesto que Bran si podía hacerlo, de hecho sonrió por primera vez desde que se convirtió en el cuervo de tres ojos, ahora solamente había una verdad que debía ser contada...

&&&&

- Y colorin colorado, esta historia se ha acabado - Tyrion cerró el libro y lo colocó de vuelta a donde pertenecía. Se acercó a ambos niños y a cada uno les dio un beso en la frente - Es hora de dormir pequeños, mañana será un largo día donde darán sus clases para convertirse en los futuros soberanos de este reino.

Los niños se quejaron un poco, querían saber más acerca de lo que ocurrió después de la batalla final. Su tío solamente sonrió y se llevó lo que le quedaba de la copa de vino. Quizás les contaría en otra ocasión esa historia. Salió de la habitación y se dirigió a sus aposentos a descansar (o seguir dándole a la pachanga).

En otra parte, dos personas se encontraban mirando el paisaje nocturno de cielo estrellado desde un balcón. Ella reposaba su cabeza sobre las piernas de él, mientras que él le acariciaba suavemente sus cabellos. Él bajó su mirada y sus ojos se encontraron nuevamente. Tal como había sucedido aquella vez, donde ella perdió la vida.

- Nunca me contaste que viste después de morir - le reprochó suavemente él.

- No fue como te sucedió a ti. En realidad, cuando morí vi a mi familia. Eran Drogo y mi pequeño hijo Rhaego. Quería quedarme con ellos pero regresé.

- ¿Te arrepientes? - cuestionó el rey.

- No, a tu lado encontré mi verdadero hogar. Perdí a Rhaegal y Viserion pero, a cambio tuve dos preciosos niños. Ahora tengo una familia - respondió ella sonriéndole.

- Y tu tan ansiado trono - replicó Jon a modo de broma.

- Eso es porque no quisiste tomar lo que por derecho te pertenecía, Aegon... - jaló su cabeza hasta que la punta de sus narices estuvieron unidas, ambos sonrieron complices de una verdad que ya sabían.

- Odio que me llames así. Soy solo Jon, tu Jon - y la besó con pasión.

Se levantaron del balcón y entre besos y abrazos fueron guiándose al lecho. Desde que la gran guerra acabó y las verdades ocultas fueron reveladas, ellos se unieron en matrimonio para preservar el legado de su casa, la unión de Poniente y lo más importante, el amor desmedido que sentían el uno por el otro.

Y en aquella habitación alumbrada solamente por la luz de la luna, se escuchaba con premura una canción...

"Una canción de hielo y fuego..."

FIN

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