Te fuiste.
Fue tan simple como eso, te fuiste y ya no había nada que hacer. Pero es que creo que nunca nadie va a poder comprender que no fue solo como un simple "te fuiste", por qué al irte te llevaste tanto, tanto de mí, tanto de nosotros. Te fuiste con promesas, con sueños, con ganas de seguir, pero al fin y al cabo, te fuiste.
Fue un domingo, mientas estaba acostada viendo la tele, cuando llegaron mis tíos y mi tío de una muy mala manera le susurró muy alto a mi tía que habías fallecido, y luego se volteó, (así como si yo no lo hubiera escuchado); grité, pero creo que ese grito no llegó tan lejos, por que no fue real, por que no lo creía, por que pasé toda esa noche viajando, (al lugar donde posiblemente fuiste más feliz), y lloré toda la noche, pero todavía no lo creía. Todavía esperaba que contestaras mi mensaje. Pero obviamente eso no pasó.
Antes de eso, pasamos dos semanas juntos, en el lugar que fuimos felices los dos, me dejaste un viernes en una ciudad, emprendiendo un viaje a otra, por obligación.
Esas dos semanas, fueron lo mejor de mi vida, (y no te lo dije, y ya es muy tarde), pero es que en esas dos semanas te encargaste de sanar todo, de borrar todas las promesas no cumplidas y llenar mis bolsillos con unas nuevas, con unas creíbles; en esas dos semanas te encargaste de hacerme creer que podíamos recuperar el año que habíamos perdido tan descaradamente, te encargaste de sanar las heridas de mi corazón y de llenarme por completo; durante dos semanas, simplemente olvidé todas las noches que pasaba llorando por qué quería que estuvieras ahí conmigo, olvidé todas las veces que te gritaba al teléfono que te necesitaba ahí junto a mi, durante dos semanas me hiciste tan feliz. Quizás estaba planeado, quizás existe un Dios y el lo planeo de esa manera, que no te fueras sin antes sanarme. Lo que no sabía, es que me sanaste para romperme más. Por qué tu muerte me quebró por completo.
Me dejaste sola, en la deriva, con promesas juntos y travesías por recorrer.