Fantasmas y otros recuerdos

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I

Estaba oscureciendo más rápido que de costumbre, entendí que debía llegar a tiempo. Las hojas de los árboles caían con lentitud y la brisa movía un par de frutos hacia mi camino, la tierra marcada en forma de recorrido de hace años todavía seguía intacta. Faltaban todavía varias hectáreas de fauna, agradeciendo de tener a mi caballo conmigo aumente el paso. Hacia varios días que no me encontraba comiendo bien, tenia el estomago rugiendo y las manos inquietas. Mis vestiduras llenas de agujeros junto con las botas mojadas de lodo. El cinturón de carmesí era lo único que continuaba intacto, la espada ya tenía grietas de pronto partirse. Viento era lo que oía rugir y al mismo tiempo peinar mi pelo hacia atrás. Rechiste por un momento, cuando llegara al pueblo tendría que ver otra vez la tragedia de la civilización.

Llegue, veía la luna saliendo y las primeras formas de oscuridad por doquier. El pueblo era silencioso, carente de personas y con un aura incomoda. Fui tocando de puerta en puerta sin suerte alguna, por un momento desistí de que encontraría algún ser vivo. Casi al final, un río desbordaba mientras un viejo puente unía norte y sur del poblado. Escuche algo a la lejanía, podría jurar que un arco disparándose. Se noto que la flecha cortaba el viento, al ponerme en alerta decidí llamar la atención con un silbido. Del otro lado del agua note que me devolvieron el silbido, silbe otra vez recibiendo la misma respuesta. Alguien estaba jugando una broma o bien podría ser una trampa de ladrones.

No me importo, hacía siglos que no le temo a nada.

Cruce al otro lado, observe varias tiendas vacías y una sola casa ubicada en un pequeño monte. Los árboles habían sido talados hace poco pero aun así no había rastro de herramientas. Un lobo aulló a lo lejos, la luna se posaba en lo más alto del cielo. Escale el monte encontrándome con una excelente cabaña, se notaba el empeño o la experiencia trabajada en la madera. Toque la puerta tres veces pero nadie abrió, la rompí de una patada adentrándome. Se encontraba completamente ordenada y limpia. Aun así varios cajones en un modular se encontraban abiertos y había cosas sobre una mesa.

Escuche un sonido, alguien queriendome hacer callar.

Caminé hasta una habitación dejando de lado la sala de estar. Una chimenea se encontraba encendida en el pasillo. Desde uno de los cuartos oía una voz femenina suave.

—Lo siento tengo frío–decía mientras extrañamente me tranquilizaba.

Abrí la puerta lentamente, allí estaba pálida como la nieve y con un pelo oscuro bien atado. Termino de revisar un baúl y se dio la vuelta mirándome de frente, tenía un vestido largo negro con un manto que cubría todo su cuerpo y rostro. Aún así visualizaba perfectamente sus ojos, negros también  con un brillo que nunca antes había visto.

—¿Qué haces?—pregunté.

—No encuentro lo que busco–dijo desilusionada.

—¿Qué estás buscando?–formule.

–Tampoco se que es lo que busco–dijo con voz terminante.

Aún así la ayude en su búsqueda de no saber.

Ella salió del cuarto mientras murmuraba que por favor revisará debajo de la cama y en la pequeña biblioteca. Me agache e inspeccione el piso, me llamó la atención. Golpee la madera debajo de la cama y noté como estaba hueca. Algo había debajo, quizás alguna entrada secreta o un cofre del tesoro. Corrí la litera hacia un costado y empecé a romper a puñetazos la madera. Las primeras veces los nudillos se hincharon pero luego sentía que iba sucumbiendo el suelo. Al abrir una abertura lo suficientemente grande como para que quepa mi cabeza, intenté mirar debajo pero había demasiada oscuridad. 

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